Capitulo II.

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No recuerdo bien el momento, solo los gritos y llantos ahogados de mis compañeras, en lo que imagino que era una furgoneta con nula importancia a los límites de velocidad. Los tiroteos continuaban, no sabía la importancia que teníamos en esa ecuación, a lo mejor una bala podría atravesar mi cuerpo causando la única molestia de deshacerse de mi sin dejar pruebas, o bien podemos ser diamantes en bruto, a punto de ser pulidas por la mano impura de otro maltratador guiándose por las seductoras palabras del dinero.

El destino estaba jugando sus cartas y parece que lleva gran desventaja con la parca, ya había escuchado la caída en seco de dos chicas en la furgoneta, el olor de su sangre era un incentivo para aumentar la ansiedad de las demás, pero no se manifestaba por las amenazas de dos guardias, suficientes para encerrar una vez mas nuestros miedos en traumas que nos persiguen burlescos.

-¡Arranca!, ¡arranca la puta furgoneta! -gritó una voz bastante profunda, apenas audible por la balada de disparos-

Cerraron las puertas traseras con agresividad, pero no fueron lo suficientemente rápidos para evitar la entrada de algunos ataques, por ello, puedo decir que describir el roce de una bala es como describir los instantes antes de morir, puedo jurar que ese día sentí la caricia desgarradora del infierno, era un ardor que te hacía recordar todos tus pecados en un suspiro, aunque, no pedí perdón por aquellas acciones, di las gracias por la herida en mi mejilla, me permitió ver que secretos había tras la tela que cubría mi rostro. La bala lo desgarró con ligereza dejando una línea delgada de visión.

Tragué con dureza al ver el cuerpo de cinco compañeras ensangrentados, abandonados por la vida y la banal suerte. Logré ver a alguna que otra rezando confundiendo la desesperación en esperanzas ciegas por la ayuda de Dios, suplicando por un milagro divino, a pesar de que la mayoría habían perdido la fe en estos años. Otras, como yo habíamos aceptado el fin, sin pena, ni gloria.

El sueño, la vía de escape que utilizan muchos en su día a día, ahora nos abraza a nosotras. Pueden haber pasado dos días donde únicamente dormíamos unas simples horas. El trayecto fue largo y el tiempo subjetivo, no obstante, ya habían llegado las presas en vida, a su nueva prisión sin rejas.

Estábamos en fila, una previa revisión para evitar que llevemos armas era un acto lógico, notaba pasos rápidos a mi alrededor, no lograba ver mas allá de mis pies, aún me cuestiono si era por la tela o el miedo a levantar la mirada.

La fila iba avanzando y los pasos sucesivos y casi mecánicos a mi lado se detuvieron. Una ligera sospecha acertada me decía que era por mí y que estaba en problemas.

Una mano anónima comenzó a acariciar mi mejilla, sin miedo a mancharse con la sangre ya seca de mi herida.

- ¿Que tenemos aquí? -el humo de su cigarro penetraba en mi olfato, causando en mí, una disimulada mueca de asco- ¡Jefe!, una muñeca rota.

Hablaban en clave, refiriéndose a mí como un delicado juguete. Bastaron esas palabras para que sustituyeran el saco por otro y mi destino también.

Cuando descubrieron que había visto cosas, no sabía a que lugar me llevaban, pero no era el donde sino el quién a lo que temía.

Estaba sentada en una fría y dura silla de madera, mi única compañía era el continuo tik-tak, del reloj que me confirmaban que aún no estaba muerta. Pasaron unos pocos segundos, pero suficientes para que llegue mi verdugo.

Alguien, cuyas manos esperaba que estuvieran desarmadas acarició la tela del saco antes de quitarme aquella ceguera temporal.

Si iba a morir, me alegraba de que lo último que viera, fuese aquel rostro apolíneo, y es que ahí mismo, descubrí que los dioses griegos no eran solo mitos, existían y tenía a uno delante. Sus facciones perfiladas con un marcado mentón, su mirada profunda de ojos negros sin vida, su despeinada cabellera castaña. No sabía si estaba en el cielo ya que estaba segura de que su alma no pertenecía ahí.

-¿Qué hago contigo? -su voz grave intimidaba hasta al instinto depredador de un lobo, por muy sexy que sonara, era autoritaria y vacía.-

-Si tengo que suplicar por mi vida, quiero saber qué estoy pagando. -respondí sin tapujos.-

-¿Como te llamas?-habló tras varios segundos analizando mi rostro en silencio.-

Hacía tanto tiempo que nadie me preguntaba más allá de un precio.

- Sara...-por un segundo dudé de la respuesta, a estas alturas a quién le importaba la veracidad de mi nombre.-

-Se sentó delante mía, estaba tan cegada por su belleza y la ansiedad que apenas me fijé en la otra silla.- Dime Alba, ¿qué has visto?

-¿Sabes mi nombre?-ni siquiera David lo sabía.- ¿Y yo no sé el tuyo?- disimule rápidamente mi asombro con otra pregunta, no era momento de mostrar debilidades-

- Creo que no me has escuchado...-tras aclarar su garganta, comenzó a jugar con un arma, dejándome muy clara su indirecta.- ¿qué has visto?

- No veía más allá de mi misma, todo era puras sombras y sonidos.

- Ponemos sacos para que no sepan dónde están, siquiera para que sepáis si es de día o no, pero tú vas y desafías la situación...

-Estaba ocupada bajo mis propios lamentos, no vi nada.

Su indiferencia me causaba un gran suspense, no sabía si haberle mentido era un suicidio o algo que olvidaría en cuestión de días.

Comenzó a acariciarme la mejilla con toques de delicadeza. Se acercó poco a poco, dejando márgen a nuestra sincronizada respiración, evité toda forma de contacto visual y parecía no gustarle. Me agarró con fuerza de la mandíbula aunque sin hacerme daño forzó mi voluntad de no mirar sus ojos, adaptándola a la suya juntando nuestras miradas en una.

No sé si su intención era besarme, esa duda quedo en el aire por la interrupción de algún personaje sin importancia.

-¿Que hacemos con las chicas, Víctor? -dijo aquél extraño, haciéndome conocer el nombre de un Dios fuera del Olimpo-

- Suelta a todas, Daniel. -respondió haciendo que ambos nos sorprendamos.-

- Pero eso es como tirar dinero a la basura. -se atrevió a replicar.-

-Suena divertido. Haz lo que te digo.-Daniel le respondió asintiendo con un aparente desacuerdo.-

El empleado de Víctor se acercó a la silla donde me encontraba, tratando de cumplir la voluntad de su jefe comenzando por mí.

-Suelta a todas...- hizo una pausa con la que llamó la atención de ambos-...a todas menos a ella.

La suerte nunca se habia enamorado de mí y este instante fue la prueba de ello.

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Hola :)
Acabo de publicar una nueva historia llamada "perras asesinas" si quieren sufrir pero a la vez querer seguir como con vuestros exs, esta en el perfil.
❤️

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