Capítulo XIV.

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- Todo esta organizado, hace ya dos meses que soy consciente de lo que va a pasar, asi que fue lo primero que hice...–Julio toció ligeramente antes de continuar.– Ya hay lugar decorado para la ceremonia, invitados, los trajes, todo... solo queda que acepten.

En un primer instante no supe acceder a la mirada de Víctor, tan vacía e intimidante como lo fue siempre, no obstante había un rasgo apagado aunque con un destello raro de confusión en su dilatada pupila.

Nadie sabia muy bien que decir o siquiera que hacer, muchísimo menos yo, solo nos quedo la opción de entrelazar miradas de shock y compasión, esperando la reacción de mi cercano "futuro marido".

- Víctor...–se atrevió a guiar la situación.–

El ya nombrado chico, se puso en pie con dificultad, pero nunca perdiendo la compostura que tanto le caracterizaba, no separó su incógnita mirada de su padre y así comenzó a hablar tras interrumpirlo en acto.

- Mañana será la boda.–dictó firme con la voz sumamente ronca.–

Tras soltar tan inesperables palabras se dispuso a alejarse de la cena, desabrochandose su camisa con dificultad, agarrando la botella de champán que el mayordomo estaba de camino a traer hacia el ya forzado fin de la velada.

- ¡Hijo! –le llamó por primera vez en mucho tiempo.–

Su padre se levantó rápidamente, pero se notaba su debilidad al agarrarse con fuerza su pecho, tratando de sacar aliento de lo mas profundo de su ser para alcanzar a su hijo, Danna cargo su mano sobre él para evitar que haga esfuerzo, respaldando su movimiento agitando su cabeza en forma de negación, mirandome a mi tras hacerlo.

De alguna forma, noté que me aclamaba para calmar a Víctor de alguna manera que desconocía y eso hice sin pensarmelo de ninguna de las maneras.

En su despacho el silencio era un golpe seco para todo aquel corazón roto. La botella de alcohol, ya era solo un recuerdo, estaba hecho trozos diminutos en el piso haciendome pasar con delicadeza al lado, sin embargo, pude notar que el piso estaba completamente seco, no había nada que analizar, se había bebido hasta la ultima gota de esa droga legalizada.

Levanté la mirada buscandole con atención, él me había protegido de Daniel, me tocaba de alguna forma protegerle ahora de él mismo.

Y ahí estaba, mostrando una imagen tan arrolladora como dramática, su chaqueta tirada en el piso junto a alguno que otro boton roto, supuse que con el agobio no tuvo la paciencia ni para desabrocharselos con lentitud o la mínima atención. No muy lejos de los cristales rotos, estaba sentado en el suelo, con una pierna estirada y la otra de punto de apoyo de su mano, simplemente no podía describir el aura de tristeza que inspiraba ese instante.

Me acerqué a él y tras arrodillarme a su altura, tome la confianza de agarrar su cara, con la intención de hacer que me mirase, pero antes de poder elevar su rostro me agarro de la cintura y con un abrazo notoriamente necesario apoyo su cabeza en mi pecho...luego de notar como empezaba a sentir algo de humedad en mi vestido, supe que lo hizo para que no le viera tan destrozado como para llorar delante de alguien, yo hice lo que me inspiró esa situación, una necesidad de dar afecto, por ello comencé a acariciar su cabello, reforzando el apretón del abrazo.

Fue la primera vez que le vi tan debastado, siempre pensé que odiaba a su padre, pero dentro de la armadura mas resistente hay pedacitos de alma buscando cariño que sentir.

- Mañana nos casamos...–le dije haciéndole entender que no pondría pegas, que estaba con él.–

Lo que quedaba de ese desastroso día, fue la imagen de Víctor, organizando a destiempo absolutamente cada detalle suelto de la boda, a pesar de que Julio ya lo había hecho, él quería cada pequeña esquina condenadamente perfecta para el dia de la boda, para aquel "mañana" protagonista de aquel hoy.

Y ese mañana llegó, pero no fui consciente de ello hasta que se me puso el velo sobre la cabeza, me miré al espejo, admiré aquel largo vestido de seda blanca que simbolizaba la pureza que en su día me robaron.

Fabiola, me miraba desde el sofa de la sala de preparación, sabiendo lo asustada que me encontraba, pero solo me regalo una sonrisa a través del espejo.

Era el día de mi boda y aún estaba comenzando a flocer el llamado amor por mi esposo. Eso no importaba en ese instante, solo pensaba que era un peón mas en un tablero donde jugaban Víctor y un incierto destino...pero solo había que sonreír con la cabeza bien en alto, con muchísimo cuidado de no tropezar con mis propios pensamientos aislados o eso me decían antes de cada striptease.

La típica banda sonora con la canción tradicional de bodas, el ramo de tulipales blancos que decoraban mis sudorosas manos y la imagen de cientos de rostros desconocidos presenciando la ceremonia me causaba sentimientos muy encontrados, batallando a duelo libre dentro de mi para que no vomitara todas las mariposas muertas que sentía dentro de mi estomago.

- Mirada al frente...y que vivan los novios.–pensé antes de atrever a comenzar a caminar hacía el altar.–

Todas las miradas me apuñalaban en seco el cuerpo, tanto para juzgarme como para admirarme, no tenía tiempo para clasificarlas, estaba ocupada evitando caerme. Víctor era la única mirada que no me apuñalaba, me miraba con tantísimo cariño que cualquiera diría que él llevaba dos años esperando esta boda y no meses como yo pensaba.

Él vestía un traje completamente blanco, que resaltaba el negro de sus ojos, me hacía olvidar cada pensamiento que tenía, cada movimiento que estuviera dispuesta a hacer, tenía ese "algo" difícil de explicar en la teoría del amor, lentamente me hacía sentirlo todo.

Estaba a escasos pasos del altar, la canción rozaba su fin y en algún instante llegué a notar una confusa felicidad por esa boda, pero no tarde en quitarme la idea de la cabeza.

Agarré sus manos y me puse frente al novio, esperando levantar la mirada y verlo a él, simplemente al irritante Víctor.

Pero los agudos gritos ajetreados de los invitados y los disparos continuos, aclamaron la presencia de Víctor, por lo que hicieron al novio desaparecer de la surreal boda.
Y sobretodo la mano anónima que puso un trapo de cloroformo en mi zona nasal, hasta causarme un desmayo, hicieron a la novia desaparecer de la surreal boda.

Se estableció así, una vez mas, un giro de 180° en los acontecimientos que creíamos firmes.

VÍCTOR [+18] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora