Capitulo 32

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Había magos y brujas disfrutando del pub mágico, los tonos marrones decorando con un ambiente épico, me agradaba. Las mesas y las sillas de madera oscura estaban repartidas por todo el lugar, las personas fumaban de pipas alargadas o árabes y otros bailaban jazz. Las velas flotantes a varios metros de nuestras cabezas se movían iluminando el lugar, había un entre piso donde Charlie menciono que iban los destacados rostros de Londres como Rika Jensen, una autora de periodismo deportivo y algunos músicos como Benjamín Lesch. Aunque, Charlie quisiera enseñarme sobre figuras de reconocimiento, no entendería nada de sus obras, era igual a hablarle a un niño de tres años, podría captar las palabras pero le costaría unos años comprenderlo.

-¿Quieres beber algo?-me pregunto Charlie, tirando de mi mano hacia la barra.

-Una cerveza.

-¿De mantequilla, cierto?

-Ah, sí-dije dubitativa. Tendría que recordar la diferencia de la tradicional y la mágica, Charlie ordeno dos al bar tender-. Creo que este bar es tu preferido.

-Sí, lo es-correspondió con una sonrisa-. No ha cambiado casi nada. Incluso, el viejo Thompson sigue en la misma mesa.

Miré a un hombre de larga barba blanca, de túnica azul y hablaba con entusiasmo con una pareja joven, delante de estos, había una esfera de cristal que su interior humeaba tonos grises y celestes. Me pareció curioso, que estuviera leyendo la vida de esos chicos. Charlie llamó mi atención tomándome del hombro, tomé mi vaso y fuimos a buscar asiento por el lugar. Caminamos un poco, hasta que Charlie encontró unos sillones rojos y una mesa circular negra con cartas tipo tarot. Una camarera se acercó sin decir nada, agito su varita desapareciendo todo el mazo de naipes. Arquee una ceja, pero Charlie no le intereso.

-¿Charlie?

-Sí...-dijo poniendo atención, lo miré incomoda- ¿Te arrepientes?

-¿Qué? ¿De qué cosa?

-Que mi madre fuerce la relación.

-Tu madre no tiene nada que ver en esto-le dije, sonriéndole-. Todo depende de nosotros, ¿sabes? Yo quiero estar contigo, en serio, tendrás que tolerarme en todo este proceso y hasta que el Ministerio deje de enviarme tantas lechuzas para conseguirme un profesor.

-Estás rara, quieres decirme algo pero no te animas.

-¿Yo, rara?-dije, riéndome un poco. Bebí de mi vaso, mirando a las parejas bailar mientras una guapa y morena duende cantaba en el escenario con su banda mágica-. Es que, no quiero despertar de este sueño.

El baile de una joven pareja de unos dieciocho años me llamó la atención, desde sus pequeños saltos y giros en la mujer, desde la reverencia y las sonrisas que disfrutaban de esa danza, parecía algo íntimo entre ellos. Me giré a Charlie que miraba por otro lugar, mientras bebía de su cerveza de mantequilla. Apoyé mi vaso sobre la mesa, luego tomé delicadamente el vaso de Charlie dejándolo sobre la mesa y tiré de la mano, mientras me levantaba con una sonrisa.

-¿Qué haces?-pregunto él.

-Ya verás-le dije, metiéndonos en la pista de baile.

-Ah, esto...-asintió, haciéndome girar como aquella chica, dos vueltas y las manos de Charlie me detuvieron por la cintura, acercándome a él- ¿Quieres bailar como ellos?...

-Tal vez, ¿podemos?

-No, lo siento-desistió, continuamos bailando a nuestro modo-. No estamos a ese nivel, Annie. No sabes que puede pasar.

-Sí, cierto...-murmuré, apoyé mi cabeza sobre su pecho escuchando sus normales latidos que llenaba esa pena de sus palabras-. Aun, no lo sabemos.

A la medianoche, Charlie se despedía del viejo Thompson, era un curandero y vidente, tanto que insistí en conocer mi futuro, o algo de él, creo que me quedé arrepentida solo que lo último no lo dejó muy claro. Estuve pensando mientras caminábamos hacia la avenida para volver en taxi. El cielo estaba nublado, pronto habría una tormenta sobre Londres. Las luces doradas iluminaban nuestro camino, como el resonar de nuestros pasos y las sonrisas que nos dedicábamos sin nada más que decirnos. Ambos estábamos cansados, cuando oímos una voz rasposa en el aire.

-¿Qué es eso?-dije preocupada.

-Rateros, seguro-dijo Charlie, inmediatamente, tomando mi mano con fuerza-. Camina, nomás.

-Pero, suena...

-Olvídalo, Annie-me interrumpió casi molesto-. Y, no digas mi nombre.

-¿Qué pasa?-le pregunte con miedo, frenándome de golpe en la esquina.

-¿Acaso no puedes obedecer cuando te piden algo? No es difícil.

-No soy quien sigue reglas.

Charlie me tomó del brazo, trasportándonos a casa. Allí lo miré confundida, preocupada y comenzando a reemplantearme si era seguro seguir confiando en él. Tenía que saber que pasaba con Charlie y su regreso a Inglaterra, porque algo bueno no lo era. Me quité las botas con lentitud, mientras él caminaba por la cocina en busca de algún vaso y algo de agua. Estaba nervioso, sabía que esa persona del callejón no lo dejo tomar una decisión propia, ¿estaba quebrando las leyes?

-Iré a dormir-le dije.

-Sí, descansa-respondió con vacilación- No, espera....Es que...

-Está bien-asentí, acercándome a él y me cruce de brazos-. No necesito que lo digas a ahora, ¿sabes? Pero, no te tardes mucho ni hagas que mis ideas sean erróneas. Porque, lo complicaría un poco , todo esto que tenemos.

-Lo sé, Annie. Lo entiendo.

Me puse de puntillas, besando sus labios y me retire a mi dormitorio, donde comencé a desvestirme para usar un pijama celeste de algodón, era cómodo y fresco. Me metí en la cama, acurrucándome lo suficiente para sentirme segura conmigo misma, si es que todas las decisiones eran las correctas, o estaba metida en un gran lío.

Phoenix 2#Cantos y plumasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora