Un domingo por la mañana, dos amigos se encontraban en un bar bebiendo y charlando. Justo cuando uno de ellos se disponía a tomar de su espumeante jarra de cerveza, se oyó un grito fuera de la taberna. Tan estruendoso fue, que este se asustó y se le cayó la jarra al suelo. Toda la cerveza y los cristales se esparcieron por el suelo, como si aquel alarido fuese una señal de que el hombre perdería algo mucho más valioso que una simple cerveza. Pero sorprendentemente, a nadie le importó aquello. El hombre se ausentó un momento al lavabo y continuó hablando con su amigo al volver a su asiento.
-Hazme el favor de repetir lo que has dicho, por favor. –Dijo Fabián mientras retomaba su asiento en el bar del pueblo, tras lavarse las manos de pequeñas cortaduras de cristal.
-Como te decía, nuestros globos oculares son sensibles a los distintos tonos de luz, gracias a unas células que son los conos y los bastones. Los bastones nos ayudan de forma aceptable a vislumbrar en la oscuridad. Y los conos son las células responsables de la visión de los diferentes colores que nos rodean. –Le explicó de forma científica, su amigo bebedor.
-No me lo creo. O sea, ¿cómo vamos a tener a conos y bastones metidos en los ojos?
-No seas tonto, son muy pequeñitos. Tienen aproximadamente seis micras de diámetro.
-Estás borracho. Date cuenta de lo que dices.
-Para nada, Fabián. Como te estaba diciendo antes, te apuesto el pagarte las cervezas de toda tu vida, si me regalas tus conos.
Fabián entró en confusión. ¿De qué iba su amigo?
-Está claro que te has memorizado el artículo de una revista de ciencias o investigación, y ahora quieres tomarme el pelo. Además, ¿cómo pretendes que te los dé?
-Pues mira... coge una servilleta y escribe en ella "los conos de Fabián". Si a partir de eso ves en blanco y negro, o mejor dicho, con tonos de grises, las cervezas me las pagas tú.
-¡Trato hecho! –Dijo Fabián al estrechar la mano totalmente seguro.Este escribió en una servilleta lo que su amigo le indicó, se la dio y quedaron durante un minuto mirándose.
-Siento decirte, amigo Lester, que tu juego no ha funcionado. A partir de ahora, prepárate para pagarme todas las cervezas que yo quiera. –Dijo el ganador de la apuesta, con aire de grandeza.
-Puede que esté ebrio, pero juraría que daría resultado. –Decía su amigo, a la vez que le invitaba obligadamente a una cerveza más. Pero justo cuando iba a ordenársela al barman, Fabián le detuvo.
-Espera... mejor guárdamela para mañana. Tengo que hacer unas compras fuera del pueblo y no quiero que me detengan por conducir con indicios de alcoholismo.
-¿Ves? Ahora tú también hablas con una jerga sofisticada. –Le dijo Lester, provocando risas entre los dos. -Pero tienes razón, mejor que te cuides. ¡Hasta mañana!
Ambos compadres se despidieron. Lester no tenía ninguna intención en engañar a su amigo. Solo quiso hacer una tonta apuesta en la que perdiera a propósito, y así le diera un gran de regalo a su amigo. ¿Qué más se podía pedir si alguien te paga las cervezas de toda tu vida? Y Fabián, por supuesto que apreciaba aquel gesto.
Ya a la salida del bar, en la calle, Fabián se montó en su coche. En el momento en el que posó sus manos en el volante, parpadeó e increíblemente, empezó a ver el mundo en escala de grises.
"No puedo creerlo... es cierto... totalmente cierto. Ya no distingo el color blanco de mi piel. Ahora es como grisáceo... Lester no debe enterarse. Puedo convivir con esto. Ya soy lo bastante adulto como para imaginarme y suponer los colores del mundo. Pero hay que reconocer que mi amigo se ha salido con la suya..."
Fabián quedó riéndose un rato de la situación, aceptando la jugarreta inesperada de su amigo. Ya poniendo en marcha su vehículo, empezó a asimilar todo lo que veía y se cruzaba a su paso.
A las afueras del pueblo, seguía los carteles de indicación que le llevarían a un polígono de grandes almacenes, más allá de una fábrica de telas abandonada. Pero de pronto, no se percató de que en su camino iban a cruzarse varios moteros. Probablemente no los distinguía porque el casco, la vestimenta y el color del vehículo de cada motero se complementaban con la oscura y gravosa calzada.De los tres moteros, dos se apartaron de forma segura... solo uno corrió la mala suerte de llevarse por delante el coche. Fabián, asustado por el impacto, intentó mantener el control absoluto al empezar a derrapar. Pero se salió de la carretera y chocó contra un árbol. En cuestión de segundos, desgraciadamente, dos víctimas de un accidente de tráfico yacían en sus vehículos. Los motores dejaron de sonar y las afueras del pueblo volvieron a apoderarse del silencio...
Después de que Lester se enterara de lo sucedido, este se cuestionaba si su idea tuvo algo ver. Se recomía de vez en cuando y deseaba mil veces el no haber leído aquel artículo interesante... o por lo menos, no haber propuesto aquel trato o juego. Irónicamente, se podría decir que se había librado de aquella apuesta y salido con la suya. Aunque desde un principio, esa nunca hubiese sido su intención.
Lester se dirigió a la lápida de Fabián. Este le devolvió sus conos, y una jarra de cristal con espumosa cerveza.FIN
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CONEXIONES
General FictionUn estanque mágico que te permite viajar en el tiempo... Un portal hacía otra dimensión donde conviven animales extinguidos... Clonación humana... Todo eso y más ubicado en un pueblo sin nombre, donde también habitan los crímenes y los engaños. Y so...