CONEXIONES

GUARDANDO RENCOR

A las afueras del pueblo, en pleno campo escampado, se escuchaban ruidos muy estridentes. Eran balazos de escopeta, ya que unos hombres estaban dando caza a un zorro rojo.

-¡Rápido, que no escape! –Decía uno de ellos mientras todos intentaban atraparle.
-Yo estoy cansado, llevamos todo el día detrás de ese bicho. Me vuelvo a casa.
-Sí, estoy contigo... casi son las diez de la noche. Te lo dejamos a ti, Jak. –Dijo uno de los dos cazadores, que se negaban a seguir con la persecución. Ambos se largaron a sus casas. Pero el tercero quería acabar con el animal a toda costa. Jak se separó del grupo y se adentró en una zona espesa de árboles.

Corriendo todo lo que podía, en un momento de parpadeo, perdió de vista al zorro.

"No es posible." "Si le estaba alcanzando. No debe estar lejos."

Jak rodeó un pedazo de tronco que estaba incompleto de raíces para arriba. Le parecía extraño ya que en el pueblo no había leñadores. Además, unas enredaderas provenientes de ramas altas, de unos árboles al lado del tronco, formaban como una ventana, puerta o arco. Al verse bastante desconcertado y sin soluciones decidió volver a casa por donde había venido, pero se detuvo unos pocos metros. No podía permitirse que un animalito se le escapara sin excusas. Se dio la vuelta, miró hacia abajo y descubrió unas pequeñas huellas frescas en la tierra. Al seguirlas, se dio cuenta de que increíblemente acababan al dar con aquel tronco. Incluso había un circulo incrustado en este, que tenía un poco de profundidad. A Jak se le ocurrió agacharse y tocarlo con los dedos. En ese momento, el círculo pasó a color rojo, como si hubiese accionado algo. Sin pensarlo dos veces, Jak saltó por encima del tronco y así fue como desapareció. Aunque tampoco midió bien el salto y tropezó cayendo bocabajo al otro lado. Pasado el rato recuperó el conocimiento, abrió los ojos y vio algo que no olvidaría nunca.

Jak quedó maravillado. Era una especie de valle verde bastante florido, con dos arco iris detrás de unas montañas. Pequeños y grandes animales correteaban felizmente por el hermoso lugar. Increíblemente, se trataban de armadillos, visones, colibríes, dingos, guacamayas, lémures, linces, osos pandas, unicornios, tanukis, wombats... Y no solo eso, también había otros en el horizonte, criaturas gigantes sobrevolaban en las montañas. Se trataban de un dragón y un fénix, y otros más curiosos que aún no se habían descubierto ni puesto nombre.

-¡¿Qué haces tú aquí?! –Dijo un perro de raza Beagle, que apareció tras ver a Jak.

Jak se dio la vuelta y lo reconoció. Era el perro de uno de sus amigos cazadores.

-Eros, estás vivo... ¡y puedes hablar! ¿Qué es este sitio?
-No deberías estar aquí. Te ruego que te marches.
-Recuerdo la noche que intentamos cazar un cuon y tú desapareciste. Murray aun te echa de menos... ¡si me voy de aquí pienso llevarte!
-No quiero volver. He encontrado mí lugar... un lugar en el que nadie lucha por la supervivencia y todos viven en armonía.
-¿Cómo es eso posible?
-Este valle existe sin más y seguirá así. Por lo tanto, te aconsejo que te vayas. –Rogaba el can.
-¿Por qué, temes que pueda aniquilar todo este valle? Es imposible permitirme el olvidar este sitio y desaprovechar que todas esas criaturas, puedan estar colgadas y disecadas por mi casa... –Dijo Jak, sincero y vilmente.

El perro quedó atormentado al escuchar aquello. De repente, se acercaron unos cuones a Eros. Uno era el que había intentado cazar aquella vez, que por lo visto era hembra. Los demás eran un poco más jóvenes y con rasgos de Eros. Claramente se podía deducir, que habían tenido crías.

-Solo a ti se te ocurre disparar a animales indefensos. Por suerte nosotros no estamos afectados y podemos atacar a los invasores. –Amenazaba Eros, con su familia de cruza mostrando los dientes. Jak recogió su escopeta del suelo.
-Tienes suerte, me he quedado sin balas... pero no dudes en que volveré. Traeré a tu dueño y todos estaremos aquí. Os tendremos a todos en cuenta.
-Está bien, mañana os esperaremos. –Decía el can, totalmente seguro.