FOTOGRAFÍAS

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-No hemos encontrado nada, oficial. Como ve, los cadáveres son todos del pueblo y conocidos.
-¿Se sabe la causa del tiroteo?
-Yo diría... que el que terminaran así, se debió a un encargo o intercambio.
-... pues sí. Sabiendo de quienes se trataban, yo pensaría lo mismo. Pero Jesús, en ambos casos, si había un acuerdo de por medio... ¿dónde está el trato?

Fuera de aquel valle donde varios policías recogían pruebas, en el mismo edificio donde vivía Jesús, una mujer, algo nerviosa, entró en su apartamento con un maletín.

-¡Cariño, son las cuatro de la mañana! ¿A dónde has ido? ¿Y qué es eso? –Preguntó su marido al recibirla.
-Es increíble que no escucharas los disparos de hace unas horas... Creo que se trataba de un encuentro entre mafiosos del pueblo. He ido y me he encontrado esto, justo antes de que se llenara de policías.
-Sabes de sobra que no me gusta que salgas sola por la noche. Después de lo que han dicho en las noticias, esto podría convertirse en una anarquía con tantas armas.
-No digas tonterías. Venga, alcánzame algo para que pueda abrirlo. –Decía la mujer, levantando el maletín sobre su cabeza, ansiosa de saber qué contenía.
-¿Qué crees que habrá ahí?
-La solución a nuestros problemas.

Con ayuda de un destornillador pudo abrir el maletín de buena calidad. La pareja quedó con ojos de plato al ver su interior. ¡Treinta mil en billetes de diez! Afortunadamente, sus problemas económicos habían terminado.

-¡Por fin! Se acabó el comer espagueti enlatado. –Dijo el hombre, totalmente contento.
-Dalo por hecho. Nos podemos permitir un montón de caprichos. –Decía su mujer, mientras entraba en su mundo de fantasía, imaginándose ropas de alta costura, joyas, etc.
-Espera cariño, no nos pasemos. Por una vez que tenemos tanto dinero acumulado, creo que deberíamos controlar los gastos. –Dijo el hombre, al arrebatarle el maletín de las manos y cerrárselo en su cara. Ella lo volvió a coger.
-Venga ya, seguro que nos sobra. Lo primerísimo que hay que hacer es mudarnos.
-¿¡Qué dices!?
-Este piso se cae a pedazos. ¿Es que no ves cómo se cae la pintura de las paredes?
-Este piso perteneció a mí madre y ella nos lo regaló. ¿Cómo puedes despreciarlo después de tantos años por un montón de dinero?
-No sé cómo no te haces la misma pregunta. –Le contestó la mujer muy seriamente, lo que hizo que su marido le sentara fatal que reaccionara así.
-Aunque no esté con nosotros, no te consiento que hables así de ella.
-No he hablado mal de ella. Solo quiero que empecemos una nueva vida cambiando de sitio.

Durante cinco minutos enteros, penetró un silencio en la conversación. Servía para que el hombre pensara detenidamente y olvidar el obsequio que su madre les había hecho. Por mucho que el piso estuviese hecho una porquería, valía mucho para él. Pero creyó que a lo mejor, el cambio sería beneficioso para ellos...

-Vale cielo, nos mudaremos.
-No te arrepentirás. –Dijo la mujer, posando una mano en el hombro de su marido, mientras que la otra sentía el tacto de los billetes del maletín.

Al día siguiente, la pareja buscó un piso mucho mejor, montones de caprichos y apenas cosas útiles para su bienestar. Todo esto durante un año. Pero claro, no compartían nada entre ellos excepto el dinero. Ambos iban a comer por separado a restaurantes caros. Luego de un tiempo, la pareja no recapacitó sobre los gastos que iban acumulando. Al igual que hace un año en el piso anterior donde vivían, se repitió la pelea. El hombre estaba tranquilo en la cocina, leyendo el periódico y sentado junto a la mesa tomando una taza de café. De pronto, su mujer quiso interrumpirle. Era raro, ya que últimamente no coincidan en el piso a la misma hora.

-¿¡Qué es esto!? –Dijo ella aplastando un recibo contra la mesa.
-¿Qué es qué? –Dijo él, apartando sus ojos de la página que estaba leyendo lo más mínimo.
-¡Nuestra cartilla de ahorros! ¿¡Qué coño va a ser!?
-Habla bien, mujer.
-¡Hablo como me da la gana! ¿Por qué me lo has ocultado?
-No te he ocultado nada.
-¿Y qué es esto que falta? –Preguntaba ella, señalando con el dedo el recibo sobre la mesa.
-He querido comprar unas cosas de más...
-Siempre me dices lo mismo. ¡Estoy harta!
-Sinceramente, no sé qué te sorprende. Siempre he sido así.

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