Un mensaje la despertó. Apretó los ojos en plena mañana, y aunque el sol no estaba en la ventana, le humedad de la mañana le hacía percatarse de la hora que era. Exactamente las ocho y media. Cogió el blackberry, había un pequeño mensajito verde que acababa de recibir. Pero mágicamente, aquello no le importó. Había algo más importante que se encontraba rondando en su cabeza justo ahora. Ya no era virgen. No lo era, no lo sería jamás. Se estiró en la cama. Sentía algo diferente en ella y sabía perfectamente qué. Pero… ¿y Rugge? ¿Por qué no estaba a su lado? ¿Qué acaso no se había quedado a dormir con ella? Agudizó el oído. “Transatlanticism” de “Death Cab for Cutie” sonaba a lo lejos. Se puso de pie y rápidamente se asomó en la puerta. La música venía de la habitación de Ruggero, la que estaba a dos puertas de ella. No aguantó las ganas y de puntillas caminó hasta la puerta de esta, la música se escuchaba más alta aún. Enseguida, se mordió los labios… Rugge hacía ejercicio en las barras que tenía instaladas en su habitación. Mojó sus labios. Y pensar que ella anoche había tenido la oportunidad de tocar su remarcada espalda.
Las gotas de sudor corrían alrededor de toda la musculatura de Rugge. De arriba hacia abajo, brotaban y le bañaban el cuerpo. De espaldas, llevaba haciendo más de cien barras aquella mañana. Tenía mucho en que pensar. Mucho que aclarar en su propia cabeza. Le llega muy, muy pero muy lejos lo que había empezado a sentir aquella mañana. Joder, le apestaba en realidad. Odiaba la necesidad que había sentido al despertarse de besar a Mechi en la boca. De decirle “buenos días” ¿pero que coño? Él no hacía eso. Él no haría eso. Y mucho menos por una niña de diecisiete que acababa de aprender como tener sexo. No Rugge, tú no. Tú no eres así como todos esos imbéciles que se terminan enamorando de sus propios casos. Tú no. Tú eres diferente.
Ciento cincuenta barras…- Hola. – le saludó ella, al observar que este cogía la toalla de manos para secarse el sudor. La voz de Mechi hizo que su corazón palpitara a mil. ¡Coño mil veces! Basta, esto no podía seguir sucediendo. Mechi no era nada. Mechi solo era trabajo. Un caso más. Mechi era dinero que él ganaría y que unas semanas después gastaría yéndose de vacaciones. Mechi no es nada, se repitió. Nada. Nada. Nada.
- Buenos días. – le dijo totalmente frío. Se secó el rostro. “Transatlanticism”, puta balada de la mejor banda del mundo. ¿Justo ahora? La parte instrumental llegó.
- No estabas… - sonrió ella, apretó sus manos por detrás de su espalda. Estaba nerviosa, y no quería él lo notara.
- Hacía ejercicio.
- Mnh…
- ¿Por qué?
Ella se quedó observándolo. Buena pregunta, “¿por qué?”
- No lo sé, solo quise saber.
- Vale.
- ¿Te pasa algo?
- Que no. ¿Lo parece?
- No, no… es que…
- ¿Es que qué? – se secó el rostro una vez más. En aquello, en aquella cosa que lastimaba más que nada… también era un experto. En herir a las personas.- pensé que lo de anoche no había significado nada.
Mechi se tragó las lágrimas.
- Ya lo sé…
- Pues actúa como si lo supieras.
- Actúo como se me da la gana.
- Vale, lo que quieras.
- Eres un idiota.
- ¿Idiota por dejarte las cosas claro? Joder Mechi, tú y no somos absolutamente nada. – le aclaró. Otro golpe más para ella, y otra cosa que él se estaba tragando también. Porque sentía exactamente lo contrario. – no me digas… ¿te has ilusionado?
Pero ella no se dejaría.
- ¿Yo, ilusionarme contigo? – se adelantó unos pasos y le sonrió. – en los años que tengo jamás he visto a un tipo más desesperado que tú teniendo sexo. No eres la gran cosa, Ruggero.
- Eres virgen, no vas a engañarme.
- Sí, era virgen. Pero he visto mejores cosas que tú, haciendo el ridículo anoche.
- ¿Ahora era yo quien hacía el ridículo? Vale, ¿te hago recordar cuando estuviste a punto de llorar porque morías de miedo?
- Eres un imbécil, te odio, joder… te odio.
- Y tú una engreída. No tienes idea de cuánto me arrepiento de a verte escogido en esta tontería.
- Y yo, de a verme portado como una zorra acostándome contigo anoche. Mierda, como no pensé a cuantas tías te habrás tirado por necesidad.
De pronto, otro mensaje en el celular de Mechi. Aquello hizo que las cosas se quedaran inconclusas. Tensas. El ambiente estaba pesado. Mechi cogió el celular y abrió los mensajes uno por uno.De: Jason.
8:30 am.
“Me dijeron que no estabas en tu casa, y… quería verte… te extraño… mucho, enserio…no sé si podamos vernos hoy, ¿me avisas, sí?
+++De: Jason
8:45 am.
“¿Sabes? Quiero arreglar las cosas, ¿Qué tal si vienes conmigo hoy por la noche? Es la fiesta de Sam, y sé… se por lo que estás pasando Mechi, pero solo quiero que te distraigas un poco. Y no dejo de pensar en ti. Ni un solo puto minuto., te amo…”+++++
El celular era lo único que había podido salvar de todo el secuestro, antes de que Ruggero la salvara. Lo miró. No tenía ganas de nada con él. Lo odiaba. Lo detestaba tanto que todo lo poco que había empezado a sentir por él se había esfumado en un par de segundo. Así que sin decirle nada, desapareció caminando hasta su habitación. Esta noche tendría una fiesta, quiera Rugge o no.
ESTÁS LEYENDO
''24 HORAS'' Novela Ruggechi
RomanceA Ruggero Pasquarelli le han encargado el caso de Mercedes Lambre y la misteriosa desaparición de los miembros de su familia cada 24 horas. Deberá protegerla hasta que esta sea mayor de edad y pueda defenderse por sí sola, mientras tanto... ¿será ca...