Ella era bonita, muy bonita.
Por más grises que estuvieran mis días, ella siempre los iluminaba con su presencia.
Era una mujer llena de matices, llena de cualidades difíciles de creer en un ser humano.
La amaba.
La amé por más de 30 años.
Con un solo toque me hacía estremecer por completo.
Sus ojos, un hermoso tono verde, eran magníficos, cada vez que la veía, me perdía en ellos.
Ella era la ejemplificación de un ángel.
Mi corazón latía muy fuerte cuando la veía sonreír.
Amaba su sonrisa.
Amaba todo su ser.
Hubiera sido increíble si alguna vez se hubiera enterado que la amaba.