Pasos firmes se escuchan por la casa, Aleksandrina, el próximo señor de su familia —nobles considerados aún nuevos frente a otros linajes— iba caminando con una seguridad que pocos habían visto en años anteriores. El joven, con porte orgulloso, iba con sus ropas de varón, dirigiéndose al estudio de su padre.
Algunos sirvientes le miraron extrañados por el orgullo que mostraba en los últimos días, por esa expresión adusta que estaba adoptando al hablar, o por su reticencia en usar ropas femeninas a menos que fuera necesario. Rina entró al espacio de trabajo de su padre abriendo la puerta con fuerza, y quedándose de pie en medio de la oficina.
—Padre, después de que me pediste que pensara en una forma de poder vivir en libertad, con suficiente prudencia para resguardar mi naturaleza —comenzó el Omega apenas entró a la estancia, y se plantó con brío frente a su sorprendido padre ante esa declaración repentina.
—Hijo, apoyaré cualquier sendero que tomes con osadía —comentó Aleksander sonriendo, animándose con la seguridad del joven, una faceta que no creyó ver a través de la rabia y resentimiento que había casi tomado como forma de vida su primogénito—. Pero en este momento estoy trabajando; podrías aprovechar para pensar...
—Ya lo he pensado una semana entera, y años de mi vida —declaró el Omega—. Me gustaría que lo que se hiciera ahora de mi vida, fuera bajo mis términos.
Aleksander encontraba aquello como verdad; días enteros es que el joven se sumió en un absoluto silencio intentando encontrar que hacer de sí mismo; buscar el cómo proceder con una vida en la que no podía ser libre, pero ansiaba ser dueño.
—Si eso no te pone en riesgo —asintió Aleksander, observando a su hijo como un joven camino a ser un adulto, aunque tenía sus reservas por el miedo que le generaba lo que pudiera pasar—, entonces veré que así sea.
—No deseo casarme, a menos que así lo decida yo —pidió imperativo el joven—. No es que podamos actuar muy libremente con ese tema, padre, no si quiero revelar todo de mí a la persona que me comprometa.
Aleksander miró los ojos brillantes de su hijo, esos idénticos a su madre, que mostraban la llama de aquella mujer en sus pocos momentos de libertad, cuando podía decir sus pensamientos y caprichos sin esperar reprimenda a su lado. Por supuesto, dejaría a Rina tomar su camino, buscar la ruta de escape de algo que parecía inevitable, más no pensaba dejarlo a la deriva, tomando senderos que le pudieran hacer daño por su imprudencia.
—Será bajo tus términos, y acepto que sea bajo tu voluntad como se maneje, si así lo quieres, con quien deseas desposarte —ofreció el Alfa tranquilo, aunque su rostro demostraba la profundidad de sus reflexiones—. Pero bajo esas condiciones de dejarte tomar tus decisiones, pido que me sigas dejando discutirlas contigo.
—¿Estás de acuerdo con todo...? —cuestionó Rina sorprendido de la facilidad de aquel tema.
—Apoyo este sendero que quieres seguir, mientras lo discutas conmigo en tus próximos pasos —pidió el Alfa, gesticulando con una mano para que se sentara frente a él, al otro lado de un pesado escritorio—; y tengo un plan.
Aleksander no tuvo problema en aceptar las intenciones de su hijo de rechazar compromisos, el mismo había pensado en que su hijo tendría que quedarse solo en su vida si quería estar a salvo. Pero pensar en que no tuviera nadie en su vida, era algo que le traía congoja. A veces, como padre (más que como Alfa) quería ser algo ingenuo, pensar que para Rina pudiera encontrar a alguien, en condiciones de libertad de amar y decidir sobre su vida.
El Alfa era consciente que esa libertad, si es que algún día llegaba, probablemente nunca sería vista por Rina. Pero su hijo estaba decidido. Entonces Aleksander se levantó de su sitió de trabajo detrás del escritorio, y tomó una vieja espada que tenía el Alfa decorando una de las paredes del estudio.
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Ruiseñor de Invierno [Omegaverse] [Hetero]
Romance[Segunda parte para la historia Omegaverse hetero "Ruiseñor de otoño] (Es recomendable leer la historia mencionada, pues da un poco de contexto a los personajes mencionados al principio, y a Aleksandrina). Desde que nació Aleksandrina su padre supo...