6. Rapsodia a Dúo

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Ese encuentro, no sólo cambió un poco la opinión de los Alfas de Aleksandrina (pues poco más que su padre había visto actuar con humildad y juicio con las otras castas), sino que pareció también dar pie a que el nombre de la supuesta hija de los Sénnikov al fin estaba permitiéndose considerar propuestas de matrimonio. Y este cambio de ritmo en su vida tenía buenas razones: el negocio de su padre había comenzado a crecer, por tanto, la fortuna de su linaje se elevó reviviendo el estatus que las ramas más antiguas portaron alguna vez.

Esto se tornó problemático para el joven Omega, que se le hacía cada vez más difícil evadir en las fiestas que estaban obligados a ir a los varios pretendientes que iban surgiendo; Rina, que poco más quería que vivir tranquilo su vida, y esperar el día en que su padre explicara los planes para los que se iban preparando.

Al menos, el derecho de despreciar las atenciones de los diferentes Alfas y Betas de alcurnia que iban tras de él seguía recayendo en su decisión, siempre apoyado por su padre. Por supuesto, considerando la cultura y posición de las castas, no fue extraño que tuviera algunos encuentros desagradables.

—Si estuviera interesada, buen señor, lo miraría al menos al rostro —dijo Aleksandrina olvidando todos sus modales y formas; aquel Alfa había estado siguiéndolo durante la fiesta, al punto de acorralarlo en un esquina del jardín que rodeaba la sede del baile de esa ocasión.

—Tienes demasiado orgullo a pesar de tus circunstancias. Ya no eres tan joven, y para un Omega perder la frescura es como perder su atractivo —le respondió el Alfa comenzando a desesperarse; y afirmando la idea con que su generación había sido educada. El Omega no se molestó: no era la primera vez.

—Por supuesto —respondió con un suspiro—. Suplicó tome en cuenta esto: tanto como que yo no soy de interés para usted, como usted no lo es para mí, así que le pido me permita descansar de su insistencia —refutó Rina con cierta sorna en sus palabras al ver la rabia del Alfa.

El joven Omega se dio cuenta de su imprudencia cuando el Alfa lo empujó contra una pared. Aleksandrina logró poner un poco de espacio entre ellos con sus brazos, procurando forcejear cada que aquel hombre intentaba acercarse a él.

—Sin tu reputación no eres nada, Omega —rugió frustrado el hombre, un poco confundido por la fuerza que aquella mujer mostraba, mostrando ser igual a la suya al poder resistirse con la misma destreza que la de un Alfa como él.

A pesar de su fuerza actual, y su destreza con la espada, el peso del cuerpo de aquel Alfa tenía cierta ventaja para poner resistencia a sus intentos de librarse. Necesitaba distraerlo, entonces...

—¡Que desagradable! —se escuchó una voz cerca de ellos; entre la apertura que había en los arbustos.

—¿Natalya...? —Rina observó sorprendido a aquella chica, acercarse con pasos amplios y su rostro blanco enrojecido.

—No puedo creer que ose intentar atacar a una doncella —dijo la Alfa entornando sus ojos al rostro de aquel hombre—. ¡El escándalo que acontecerá si se sabe! Puede que su reputación quede arruinada, estimado señor —sentenció la chica, alzando su cabeza en forma retadora al otro.

Aleksandrina, entonces, aprovechó la intervención de aquella chica para empujar con fuerza el Alfa dándole una patada en el estómago.

—No se preocupe. Si usted deja de molestar, yo olvidaré su existencia —anunció Rina con una sonrisa, orgulloso del dolor que vio en el rostro del hombre cuando cayó con fuerza sobre el adoquín del jardín.

Rina miró a Natalya, sintiéndose algo avergonzado por su presencia y la deuda que le tenía ahora por haberlo ayudado de alguna manera. No quería involucrarse con un Alfa, menos con una que podía ponerlo en peligros al mostrarle interés, y el verse en dificultades de negar uno propio: así que comenzó a caminar de regreso al baile, siendo detenido por la voz de la mujer.

—¡Espera, Irina! —Pidió ella estirando una mano en su dirección—. Quería venir a hablar con usted, si eso es posible; apenas nos hemos cruzado en estos eventos, y la verdad es que estoy preocupada por el disgusto que acaba de pasar —Natalya habló con una dulzura que hizo al joven casi imposible no ceder.

—Es un atrevimiento de su parte seguirme para saciar sus caprichos —bufó Rina haciendo una mueca que poco efecto tuvo en la sonrisa animada que Natalya le dedicaba—, y eso no la haría diferente de aquel hombre —indicó el Omega hacía donde el Alfa se fue a toda prisa.

—¡Oh, odiaría que usted pensara eso! —Exclamó mortificada al escuchar la declaración de Rina—. Si desea, que la deje, haré todo lo que me pida. Solo déjame caminar con usted de regreso al baile, aunque sea en silencio; sé que mi palabra poco valor puede tener si apenas nos conocemos: pero nunca pensaría en angustiarla o afectarla como los de mi clase han hecho a los de la suya.

Aleksandrina suspiró con fuerza, sintiéndose mal de desquitar su resentimiento contra los Alfas con aquella joven que parecía tener un interés genuino en él (aún si no supiera sus secretos).

—No tiene que evitar hablarme, usted no tiene la culpa —Aleksandrina comenzó a caminar, mirando sobre su hombre a Natalya para indicarle que lo acompañe.

Al final, pasó esa fiesta y muchas más en compañía de Natalya, que no tenía problema en ayudarlo a alejar a Alfas y otros pretendientes. A pesar de que en otras personas la fuerza que el Omega mostraba para defenderse solo los hubiera incomodado, en el caso de esa joven que estaba prendada de su presencia, le causaba admiración.

Por supuesto, eso no preparó a Rina a la impulsividad de la dulce Natalya: un día, la joven decidió dirigirse a la propiedad de la casa principal de los Sénnikov con una dama de compañía y varios obsequios, deseando visitar a su querida «Irina»; su visita sin previo aviso tomó tan desprevenido al Omega, que le fue imposible quedarse quieto cuando le ayudaron a ponerse el primer vestido que tenía a la mano.

—¡¿Qué hace aquí?! —Cuestionó alterado, acomodando sus largos cabellos como pudo con ayuda de una doncella—. ¡Mi padre no me dijo nada de esto!

—No me dijo nada cuando salió esta mañana para su viaje —contestó Fiódor, intentando calmar al joven con unas palmadas en su espalda. Aunque eso poco hizo para apaciguar su irritación; el joven salió con un séquito de servidumbre siguiéndole, y desquitó su molestia de aquella sorpresa hacia Natalya.

—¡Irina...!

— ¡No sé qué haces aquí, pero esto es tan impropio que me causa mucho disgusto! —Interrumpió Rina, resistiendo el impulso de disculparse al ver la dolorosa sorpresa de que causaron sus palabras en el rostro de la chica—. Si me buscas cortejar o algo, no estoy interesada: ya lo había dejado claro. Si es cosa de buscar una buena alianza económica, no estoy dispuesta.

Natalya parece confundida, y la doncella que la acompaña cargando un par de paquetes envueltos en terciopelo parece querer intervenir en favor de su señora, pero la Alfa la mira negando suavemente con su cabeza. Sonriendo un poco más tranquila, le dice:

—Creo que tiene razón, me salte las formalidades que una visita como esta debería tener —se excusó la Alfa con una reverencia grácil sosteniendo sus faldas ricamente decoradas—. Pero déjeme decirle: esto no lo hago por razones de alianzas; no ansío un típico compromiso para ganar estatus o riqueza. Esto lo hago por mí, porque lo deseó por razones más personales.

Aleksandrina la miró sorprendido; al estudiar con atención los suaves rasgos de Natalya, ve absoluta devoción, honestidad, y cariño, en esos ojos: todos esos sentimientos dirigidos a él. Aquello le causó un terrible conflicto; sus miedos, su desconfianza del mundo...pero, al tener a aquella persona dispuesta a escucharlo, le fue fácil ignorar un poco sus limitaciones.

—Supongo que he de invitarla a merendar algo conmigo en agradecimiento de su visita, y creo que obsequios —se aclaró la garganta Rina.

El viejo Fiódor arregló una pequeña sala para que conversaran; Natalya se sentó frente a él, pareciendo contenta, de que le permitiera algo tan simple como compartir un poco de té y postres.

Aleksandrina no supo porque ese encuentro que podría cambiar sus planes no le molestó.

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N/A: ¡Y nos vamos acercando a la recta final! Pronto sabremos el camino que Aleksandrina tomó.

Ruiseñor de Invierno [Omegaverse] [Hetero]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora