Capítulo 11

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Elena

Chocamos copas y di un trago, mire todo a mi alrededor y él me, miraba a mi.

—Me gusta, es linda —dije refiriéndome la casa.

—Tengo buen gusto— comente y yo asentí.

—Te enamoraste de mi, eso define tus gustos—dije con ego y él me abrazo por detrás.

Me beso el cuello un par de veces y yo me voltee.

—¿Y si... — susurre e hice una pausa — Me haces el amor? —pregunté y él me mordió el labio.

—¿Y tu te cuidas, mi princesa? —asentí—, espérame en el cuarto, voy a buscar algo en la camioneta— susurro y yo asentí.

Entre al cuarto y vi que una de las paredes era de vidrio totalmente y daba a la playa.

La cama grande con sábanas blancas y una lámpara alta en la esquina.

Entre al baño y aproveche de quitarme el sudor del cuello y echarme un poco de perfume y desodorante nuevamente, sin quitarme la ropa.

Mire las olas romper contra la orilla y el sonido era relajante.

—¿Lindo? —asentí ante la voz de mi novio tras de mi.

—Tenía mucho tiempo sin venir a la playa, mi papá no me deja venir sola— confesé y él asintió.

—Después de lo que pasó, yo tampoco te dejaría— mencionó—, claro, hoy estás conmigo y es distinto.

Enrolle mis brazos a su cuello y el me levanto, repartió besos en mi cuello y yo suspire.

Él me sonrió y se sentó, tomó mi vestido y lo jalo hacia arriba.

—Te ves sexy de negro, princesa— susurro y me acaricio los costados.

Me besaba y en medida que me besas acariciaba mi cuerpo.

Mis pezones se endurecieron, sentía un dejavu inmenso, repartí besos por su cuello y su mandíbula y comencé desabrochar la camisa.

Pude ver un tatuaje en sus costillas, otro en su hombro, en el momento no pude detallarlos.

—No me dijiste que tenias tatuajes— susurré besandole el hombro.

Tome valor y apreté su ereccion, me asombro el tamaño, acaricie donde sentí que estaba la cabeza y él suspiro.

—¿Estas circuncidado? —pregunté y él sonrio con malicia.

—Te dejo que lo averigües por ti misma— susurro besandole la oreja.

Desabrochar el pantalón se me hacia difícil, quito mis manos y se saco el pantalón.

Me apene por momentos, él se dio cuenta y me tomó el rostro entre sus manos.

—Prohibido que te cohibas, pequeña y que te avergüences— me susurro mirándome a los ojos—, déjalo de la puerta para afuera, aquí no hay nadie que te deba hacerte sentir así.

Tomé sus hombros y me meneo sobre él, cobrandole lo que me había hecho sentir horas antes.

Gruñó y me apreto las caderas. Me puso sobre la cama y desabrocho su brallete.

Mis senos quedaron libres y él lamio mis pezones y los chupo.

—¿Hace cuanto te hiciste los senos? —me dejo tiesa.

—¿Como sabes? —él beso mi abdomen y acaricio mis pezones.

—Yo se la niña que tuve y la mujer que tengo —respondió besando mi abdomen bajo—, esa niña no tenía los senos de este tamaño.

Amor Extremo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora