CAPÍTULO I

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Era el primero de Julio de 1999. En el pueblo de Ures, Guadalupe: Sonora. Donde cualquier persona con problemas de adicción, se hacía a la idea de tener designios pecaminosos. ¿Y qué otra manera de ocultarlos, que bajo las enormes mangas del sacerdote?


Mientras los burdeles atestaban de la misma gente que llenaba la iglesia, el Papa del Vaticano que se encontraba en Roma, en la Capilla Sixtina, contaba los pechos descubiertos que yacían en la concupiscencia en las pinturas que resplandecían hasta el último rastro del lienzo.


- 144 -se dijo entre labios.


Había una pequeña familia que aguardaba lugar dentro de una camioneta en movimiento a través de los bulevares de Ures. El Papá se llamaba José. La Mamá, María. Y el niño, Jesús. Iban rumbo al hogar dulce hogar tras haber apacentado sus oídos en los pétalos de quien extrae al núcleo y genera el espeso elixir desde el glaseado panal dorado que destila su lengua. José estaba tan emocionado. Al parecer, el sermón lo había conmovido tanto que no le bastó memorizarlo sino que también procuró repasarlo junto con su hijo. Solo para no sentir la necesidad después de obligarse a estar un poco más pendiente de la relación espiritual que su hijo tiene para con Dios.


- Y bien, hijo ¿qué te pareció el discurso que nos repartió el hermano Cuamea?


- Bien. Estuvo bien.


- ¿Sólo bien? Ni de maravilla, ni excelente, ¿sólo bien?


- Si. Bueno. ¿qué te pareció a ti?


- Personalmente no tengo palabras para describir cual astucia, al ensalzante prodigio quien al Señor ha bendecido con tales dones, del uso responsable de la lengua. Ha sido un honor, haber saboreado el aderezo que nuestro hermano preparó, para acompañar el banquete que nuestro Padre Santo Celestial, ha preparado para sus hijos. ¿Por qué no me explicas los detalles de la tremenda instrucción que se alojó en tu cabeza estas dos últimas horas?


- Oh Padre. Disculpa sino puse atención a todos los detalles. Lo único a quedarme claro fue que los pecadores no heredarán el Reino del Señor. Y mientras nieguen su arrepentimiento, ninguno será merecedor del cálido abrazo lleno de amor que nuestro Padre nos brinda por medio de su protección.


- Aleluya hijo mío. Aleluya. Los pecadores. Al incluir ladrones, drogadictos, perezosos, adúlteros, homosexuales, envidiosos, hipócritas, mentirosos, egoístas, pedófilos, asesinos, borrachos, violadores, blasfemos, idólatras, fornicadores, y a todos aquellos quienes practican el espiritismo, se complementa el título "La Cólera de Jehová", que enardece cada momento que éstos pecadores se ocultan en la oscuridad del abismo, olvidando en sí, el cálido aliento del Espíritu Santo en alumbre a la luz de su aurora.


- Disculpa la interrupción mi querido esposo, -habló María- pero creía haber sabido que adúlteros y fornicadores constaban del mismo significado. ¿Estaré acaso en un error?


- No hay necesidad de disculpas, mi suculento piloncillo de pithaya, es un hecho notorio de mi equivocación, que he de agradecer al aporte de tu corrección. Después de todo, ¿Quién mejor que tú para saber el significado de dichos sinónimos? -agregó con sarcasmo.


María no respondió. Permaneció en la estabilidad del silencio que la desmotivaba a gritar. Esto no se iba a quedar así.


La camioneta se detuvo en un semáforo en rojo.



- Papá. Mira. Allí viene un señor con una cruz en el cuello.



El indigente tocó la ventanilla. José la bajó.



- Holamuybuenosdíasseñorlicenciado. MellamoGuillermoTránsitoPedregal. Peromiscarnalesmellamanelchemo. Vengoengreñapapedirlesunayuditaoigaaa. VoysaliendodelaCruzdelNorte,quesunHospitalsiquiatrico. Simepuedenhacervalerconunos10bolas. Wachhe. Ounaferiesitapalrulapallegaramidestinoalacasitademijefesitaviejesitaenfermitaquéséyoo. LoqueséaesdeDiosoigaaa.

El Colmillo de un SantoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora