Kwon HanSeul, de seis años de edad, caminaba de la mano de ambos de sus padres.
Los tres se dirigían a la hermosa cascada que adornaba la caverna donde el pueblo de Skygall aún estaba cautivo.
Portando faroles los adultos, la niña se dedicaba a escuchar con detenimiento la delicada melodía formada por los cristales Laith al estar en cercanía con el agua y disfrutar de la misma con una linda sonrisa en el rostro.
Sin embargo, hubo algo que le extrañó y no precisamente en el mal sentido.
HanSeul~
Aquella voz que canturreaba y llamaba su nombre le parecía muy familiar.
Ven conmigo, Han. Asómate que desde hace mucho tiempo que no te veo.
La pequeña sintió una extraña sensación dentro de su pecho, y sus pies, impuslados inconscientemente, la llevaron a correr hasta el agua.
-¡No corras, Hanie! Te vas a caer-reclamaba su madre.
Pero ella sabía que no caería. Esa atrayente fuerza que la llevaba hasta el borde del riachuelo no la dejaría caer.
¡Ah! Qué bella eres, HanSeul.
La niña volteó en todas direcciones, buscando de dónde había salido tan suave voz.
Justo debajo de tus pies, cariño.
Obedeciendo lo recién dicho, la niña bajó la cabeza y se encontró con el agua.
-¿El agua me habló?-murmuró para sí misma.
¿Quién más si no, cariño?
La pequeña quedó asombrada, no sólo porque el agua le hablaba, sino también porque esta se reía.
Sus padres pronto llegaron junto a ella y se sentaron a cada lado suyo.
-¿La están escuchando ustedes también?-preguntó la menor.
-Claro que sí, mi niña-sonrió su padre-. La melodía de los cristales cuando están cerca del agua es hermosa.
Sólo tú puedes oírme, pequeña, y cuando seas mayor y llegue la hora, sabrás el por qué de todo. Mientras tanto, sólo disfruta de tu don.
HanSeul, aún aturdida por lo que acababa de pasar, decidió que era mejor no comentarle nada a sus progenitores.
Suficiente tenían que aguantar los mismos con las habladurías de los vecinos por haber nacido ella con cabello morado, el cual se había aclarado un poco con el tiempo, y azules ojos, totalmente diferente a sus padres.
Su madre era rubia de ojos pardos y su padre castaño de ojos verdes.
Nada que ver con ella, a pesar de que su rostro era muy similar al de su progenitora.
La pequeña llevó sus manos hasta el agua y comenzó a mecerlas de adelante hacia atrás, escuchando otra risilla por parte del agua.
Eso hace cosquillas, pero me relaja ¿sabes? Hace mucho que nadie viene a darme caricias.
.。.:*✧✧*:.。.
Por otro lado, en las afueras de la cueva, a una distancia bastante considerable del territorio de la misma, más específicamente en el pueblo de Foohw, un niño de grisáceos cabellos se encontraba sentado en el suelo frente a su abuela, escuchando atentamente todo lo que esta le decía.
-Debes esforzarte mucho si quieres ser historiador y guardián del bosque, JiMinie-aconsejaba la señora.
-Lo haré-asintió sonriente.
A pesar de sus cinco años, Park JiMin se mostraba firme ante sus decisiones.
Tal vez se debía a que esa era una de las características de los lincántropos de aquellas tierras.
-Abue ¿Y cuando me llevas a ver el templo de las deidades?-dió saltitos en su lugar, emocionado.
-Todo a su tiempo, pequeño-rió la señora, sabiendo las ansias de conocimiento que invadían el cuerpito de su nieto-. Primero debes saber la historia de las deidades y el cómo surgieron y luego, podrás ir al templo.
Al ser Foohw el lugar de nacimiento de las deidades, allí se encontraba el templo de las mismas, donde cada una debía ir a recibir sus poderes.
JiMin sentía que su deber era conocer todo respecto al tema y ayudar a su abuela a proteger y mantener el templo.
Al igual que las deidades que no encuentran a sus destinados a tiempo, los licántropos, o lobos, como preferían ser llamados, tenían una esperanza de vida de hasta cien años, tal vez un poco más y si ocurrían fallecimientos antes de cumplirse los cien años, era por enfermedades terminales o asesinatos, tal y como en el nuevo pueblo de Skygall.
El deber de todo ciudadano perteneciente a cualquiera de los subreinos de Cryth, era proteger a Ari.
Al ser la deidad más poderosa, era la más perseguida por los shinigams y al no encontrar aún a su predestinado, estaba bastante débil.
Estos bichos, los shinigams, odiados profundamente por las hadas y lobos dado que las nuevas generaciones de Skygall no tenían conocimiento de ello, nacieron del rencor y la envidia de los antiguos habitantes del reino desterrado y con ellos pretendieron atacar a la reina, Ari.
Gracias a la unión de los otros dos subreinos y con los poderes de la reina, pudieron detener el ataque, mas no eliminar a aquellos seres cuyo afán no iba más allá de consumir los poderes de las deidades.
Por eso el templo de las mismas debía ser y era protegido. Los shinigams no podían llegar allí, de lo contrario, las deidades perderían sus poderes y, en el peor de los casos, morirían, condenando al reino de Cryth y sus subreinos a la desgracia.
Pero, afortunadamente, los shinigams no se caracterizaban por ser precisamente los seres más inteligentes, todo lo contrario, y por ello se pensaba que aún no habían atacado el templo de las deidades.
Pero mejor prevenir a que tener que lamentar.
Sin embargo, jamás se debe subestimar al enemigo.
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✧*:.。.τнє κєєρєя.。.:*✧ |ᴾ.ᴶ.ᴹ| #𝟐✓
FanficLuego del regreso del reino de Skygall, la diosa Ari establece conexiones entre los otros reinos que antes convivían pacíficamente en las nubes, quedando solamente uno (el original) en dicho lugar. Pero lo relevante se encuentra en Kwon HanSeul, una...