7. Práctica

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Octavo mes

— Dororo es hermosa... su vientre es hermoso.

Murmuró Hyakkimaru embelesado, bajó su cabeza para depositarle un pequeño beso a la barriga de su esposa y posteriormente dejar su cabeza apoyada encima de esta con cuidado. Una pequeña sonrisa de tranquilidad se dibujó en sus labios cuando sintió como Dororo comenzaba a acariciar suavemente su cabeza. Esta rio un poco antes de hablar:

— Eres mi esposo, por lo cual te ves obligado a decir cosas como esas.

— No digo más que la verdad. Tu barriga es hermosa pues en ella está nuestro bebé, serás una mamá hermosa, como lo fue tu madre.

— Hyakkimaru tontito.

Continuó Dororo con voz suave mientras seguía acariciando su sedosa cabellera azabache. Su esposo lo sabía a la perfección, que, aunque pareciera lo contrario esas palabras de Dororo no eran un insulto como tal, a su forma esa era una manera de mostrarle su aprecio, era su forma personal cariñosa de llamarlo, y la verdad era que no le molestaba en lo absoluto.

Podría pasar horas recostado en su regazo sintiendo sus suaves pero agradables caricias en su cabeza. Ya era de noche, Hyakkimaru había comenzado a sentirse adormecido por esas muestras de afecto cuando escuchar un sonoro suspiro cansado de su esposa lo obligó a abrir sus ojos. Levantó la vista y en efecto pudo apreciar el semblante realmente agotado de su pequeña.

— Dororo, ¿estás bien?

Preguntó preocupado levantándose cuidadosamente para no lastimar su barriga. La mencionada dio un largo bostezo antes de responderle:

— Ah... sí, estoy algo cansada. —Guardó silencio algunos segundos para llevarse las manos a su vientre—. Es solo que... para serte sincera, cada vez me resulta más complicado encontrar una posición cómoda para poder dormir con esta enorme barriga. No he dormido muy bien últimamente.

Hyakkimaru observó su vientre con detenimiento. Sin duda había crecido bastante en los últimos meses, estaban ya a solo un mes de que su tan esperado bebé naciera. Se imaginó que lo que sentía Dororo era similar a estar cargando una enorme sandía durante horas, no pudo experimentar otra cosa más que una enorme admiración por su fortaleza y paciencia para quejarse lo menos posible. Por supuesto que lograr dormir adecuadamente con prácticamente una gigantesca sandía pegada a ti debía ser más que complicado.

— Solo un poco más...—Le dijo suavemente mientras la atraía hacia él para abrazarla—Nuestro hijo nacerá muy pronto, ya falta solo un mes. Tú puedes, Dororo.

Dororo rio conmovida ante sus singulares palabras para darle ánimo. Hyakkimaru tal vez no era el mejor para expresar lo que realmente pensaba, pero las palabras que le dijo le sirvieron para sentirse mejor.

— Si, tienes razón. —Respondió mientras se alejaba un poco de él—. Le demostraré a nuestro hijo que estoy dispuesta a ser una mamá muy fuerte.

— Dororo será una mamá muy fuerte.

Su amada esposa le dedicó una gigantesca sonrisa para posteriormente darle un profundo y largo beso. Tras unos cuantos mimos y arrumacos más decidieron que lo mejor era irse a dormir.

Dororo se acostó en el futón boca arriba, no pudo evitar quedarse tan tiesa como un pedazo de madera en un intento para mentalizarse a resistir e intentar conciliar el sueño. No quería seguirse quejando enfrente de su esposo, pero le fue imposible, exclamó con cansancio al tiempo que hacía una mueca de disgusto:

— Por todos los Kamis, la espalda me está matando.

Su esposo la observó con tristeza y preocupación por algunos segundos cuando se le ocurrió una idea. Para extrañeza de la joven, Hyakkimaru tomó con delicadeza sus muñecas y la jaló hacia él para que volviera a levantarse.

Parte de mi alma [HyakkiDoro]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora