Tras despedirse quedamente de los dos muchachos Hyakkimaru tragó saliva pesadamente y con pasos lentos comenzó a avanzar. Conocía a Dororo como la palma de su mano, sabía que había un solo lugar al cual la malhumorada futura madre podía dirigirse para desahogarse, ese era sin duda su amado campo de arrozal.
A pesar de conocer a donde había huido tomó la decisión de dirigirse hacia allá a pasos lentos, e incluso quedarse un buen rato sentado a la sombra de un frondoso árbol observando el hermoso cielo azul para darle a Dororo el tiempo suficiente para dejar salir todos sus sentimientos y que su pequeña se tranquilizara.
Tampoco podía mentirse a sí mismo, él también necesitaba un pequeño momento a solas para hacer a un lado todos esos sentimientos que se arremolinaban y oprimían su pecho de una forma desagradable.
Si hubiera tenido más tiempo optaría por practicar un rato con la katana o incluso aventurarse a salir un momento en búsqueda de algún monstruo o ser maligno para desquitar su estrés con él, sin embargo, no podía hacerlo, todo a su alrededor estaba cambiando, y él debía poner todo de su parte para adaptarse a esos grandes cambios. Eso incluía por supuesto, asumir su rol como futuro padre de familia, el ser egoísta y solo pensar en su bienestar había quedado atrás desde hacía mucho tiempo.
Dándose unos golpecitos en sus hombros a forma de relajación el apacible joven de ojos caramelo se mentalizó para llenarse de paciencia y dirigirse al encuentro de su esposa, supuso ya le había dado suficiente tiempo a solas. Lo único seguro de todo eso era que le esperaban unos buenos gritos y regaños.
— "Espero que no esté tan enojada al punto de que tenga que recurrir a intentar callarla con un beso".
Para desgracia de Hyakkimaru, eso podía funcionar con otras mujeres, pero no con Dororo. La única vez que lo había intentado (a lo cual después llegó a la conclusión que fue un pésimo consejo de Yahiko), se había llevado un buen rodillazo en su entrepierna.
"¡A la gran Dororo nunca podrán callarla ni siquiera con un beso!". Recordó como su pequeña le gritó en esa ocasión, sin embargo, él tampoco era como los demás hombres, pues en lugar de pensar en lo atemorizante que era tener una esposa tan libre y agresiva él pensó lo hermosa que se veía enojada y lo mucho que le gustaba que no se dejara intimidar por nadie, ni siquiera por su esposo.
La amaba con locura, y como estaba convencido de eso estaba más que dispuesto a intentar hablar tranquilamente con ella para arreglar sus diferencias acerca de su comportamiento con lo de su embarazo.
Como lo pensó, llegó al arrozal y Dororo se encontraba sentada a la orilla del puente enfrente de los tallos, cabizbaja. Se acercó a su pequeña lentamente con pasos inseguros, cuando escuchó sus pasos detrás de ella la jovencita volteó con curiosidad, al percatarse de su presencia frunció sus cejas, molesta, infló sus enormes mejillas y volviendo la vista al frente le dijo con dureza:
— No te acerques, no quiero verte.
La observó con tristeza por varios segundos, pero al ver que seguía empeñada en darle la espalda soltó un bajo suspiro y se sentó en el piso unos metros detrás de ella. Dororo debió percibir este movimiento pues volvió a hablarle aun sin verlo, afortunadamente para el frustrado esposo su voz se escuchaba un poco más tranquila:
— ¿Qué haces sentándote atrás de mí?
— Dororo dijo que no quiere verme—respondió con voz baja y apagada—, por eso me siento detrás de ella... Para que no pueda verme.
Aunque intentó luchar en contra del sentimiento, el corazón de Dororo se agitó de ternura cuando escuchó esas inocentes palabras. Volvió la vista para apreciarlo apenas con el rabillo del ojo. Su esposo en efecto estaba sentado detrás de ella con una afligida mirada clavada en el piso, una mirada que bien podría tener un cachorro que acaba de ser regañado.
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Parte de mi alma [HyakkiDoro]
Hayran KurguSu alma estaba dividida, le pertenecía a tres personas. La dueña de la primera parte era su pequeña, su amada esposa Dororo. Las dos partes restantes eran enteramente de sus otras dos razones de felicidad: le pertenecían a sus adorados hijos Kaede...