Historias del más allá (11 parte)

1 1 0
                                    

La madrugada avanzaba cálida y serena. Mucha gente seguía conversando y riendo. Algunos se asomaban por las rejas de entrada y curioseaban la calle, y otros observaban las pocas luces de colores que aún iluminaban el cielo iqueño. Unas mujeres cantaban villancicos acompañadas de religiosos de diferentes congregaciones, mientras un grupo a la distancia discutía con los militares sobre el pensamiento marxista.

Daniela y el fraile pasaron cerca de ellos oyendo a un hombre de cabellos blancos y barba en punta alegar - yo creo que la religión ha hecho mucho daño a la sociedad y que Dios no existe, sin embargo, creo en el Señor de Luren, pues en sus procesiones revive el milagro de dar de comer a la multitud. Aquellos hombres y mujeres que venden sus panes, comidas, bebidas, hasta juguetes y velas. Como no creer en ese milagro.

El fraile volvió la mirada y meneando la cabeza prosiguió su camino. "Estos profesores de la Universidad, de pensamiento seudo izquierdita -balbuceó- al final tienen unas mezclas raras en la cabeza" 

A la distancia un hombre dibujaba en un lienzo. Mientras en una mano sostenía el pincel y en la otra un vaso de pisco lo acompañaba. Circunspecto y bohemio pintaba levantando su vaso en alto mientras repetía mirando al cielo "salud flaco, salud zambo". En él confluían una serie de emociones que plasmaba en su arte. A su lado, otros artistas con arcilla y materiales diversos trabajaban riendo y alegrandose la noche entre tragos y bromas.

Unos pasos más allá un hombre desgreñado, de media estatura y de piel tostada usando una corbata roja, vociferaba palabras incomprensibles mirando un mausoleo de vidrios con el que discutía.

Ya estaban acomodándose cuando una mujer muy guapa cruzó frente a ellos a toda prisa. Tenía el vestido medio roto y las manos ensangrentadas. Parecía desconcertada y angustiada. Miraba de un lado al otro con los ojos llenos de lágrimas pidiendo ayuda.

- Tranquilízate Teresa. - se acercó a ella el fraile- cálmate.

La mujer pareció recién percatarse de su existencia. Lo vio y tomando aliento balbuceó algunas palabras angustiada. Miraba sus manos y volvía a desesperarse. Era incapaz de guardar cordura.

El sacerdote la tomó por los hombros en un gesto paternal perdiéndose en la multitud que los miraba y cuchicheaba.

Un hombre atravesó entre los pabellones a toda prisa hasta llegar casi frente a Daniela. Su mirada era sucia, inmoral, perversa. Su presencia hizo que la adolescente sintiera escalofríos y ocultara el rostro entre sus manos.

Iba a ponerse de pie y huir, cuando unas niñas aparecieron por el mismo lugar de donde salió el hombre. Éste, al verlas huyó a toda prisa emitiendo un grito que más pareció aullido de dolor. Detrás de las niñas pudo ver algo que le heló la sangre.
Unos encapuchados de negro. Más negro que una tumba y con un halo frío, casi gélido. Sus manos se estiraban purulentas y un olor fétido, a podrido, los acompañaba. Parecía que todo el sufrimiento del mundo los rodeaba. No les pudo ver el rostro, pero a uno de ellos le vio algo así como los ojos. Eran amarillos, como de gato, y rasgados casi imperceptibles. Aquellos seres iban detrás del hombre y las niñas los guiaban.

El fraile reapareció entre la multitud y Daniela corrió hacia él abrazándose de su cintura.

- Supongo que los viste - dijo- son los espectros de la muerte. Seres horribles. Monstruos infernales, creados para aterrar y castigar. No temas. Ellos sólo atacan a seres que hayan cometido una crueldad tan grande que destruyó la humanidad del victimario y de la víctima.

Aquellas niñas fueron violentadas sexualmente, torturadas, asesinadas y luego quemadas por aquel depravado. Su castigo es huir eternamente sintiendo el terror que padecieron sus víctimas. Al amanecer será capturado y arrastrado hasta su tumba en espera de la siguiente noche para reiniciar su castigo eterno.

- Pero padre... las niñas sufren el castigo de perseguirlo. ¿Por qué tienen que ser atormentadoras de este tipo? No es justo.

- No Daniela. Ellas no son las niñas. Las pequeñas están por allá jugando liga y con sus muñecas. Eso que viste son aquellos eres que toman la forma de ellas para atormentarlo.

Un silencio se apoderó de ambos. Pareció eterno. Es que tratar de comprender la maldad de la naturaleza humana a veces resulta imposible. El hombre nace bueno y la sociedad lo corrompe. Así reza el pensamiento filosófico  sin embargo, pareciera que algunos nacen corrompidos, que traen adherido a la piel la maldad. Son perversos intrínsecamente.

Historias del más alláDonde viven las historias. Descúbrelo ahora