Una misión trascendental.

Capítulo 3

La había encontrado, después de tres años buscándola intensamente, al fin la había encontrado. Ahora podía poner en marcha el plan que había estado tejiendo durante su ausencia.

Cormac Murphy era un ciudadano ejemplar, de sesenta años y ascendencia irlandesa, aunque nacido en Estados Unidos, se consideraba a sí mismo como un ser superior y perfecto. Aunque sus ideales y sus negocios no tengan nada que ver con la perfección y la justicia.

Por fuera era un médico obstetra de carrera intachable y querido por sus pacientes, pero por dentro era un ser despreciable que discriminaba y despreciaba a las personas que no son de pureza racial, incluso no puede reprimir las náuseas si le toca una paciente que no se ajuste a su ideal.

Físicamente es un hombre de 1,75 metros y 75 kilos, ojos azules y piel blanca. De contextura robusta y sin cabello en su cabeza ya que padece calvicie desde los dieciocho años. Su nariz es demasiado grande para su rostro ovalado y le da una apariencia grotesca casi graciosa, debido a los pozos que tiene en su piel por haber padecido varicela de niño. Al igual que su cuerpo. Sus enemigos lo llaman el pingüino debido a su parecido con el personaje de DC comics y no se equivocan.

Se había casado cuatro veces y se mantenía divorciado, tenía dos hijas de los dos primeros matrimonios.

Conoció a Lorelei desde que era una bebé ya que es el médico personal de su madre y un íntimo amigo de la familia que pasaba y pasa más tiempo en la residencia Gallagher que en su propio hogar.

Pero todo cambió cuando la niña se convirtió en una hermosa mujer de curvas pronunciadas y extremada belleza. Fue entonces cuando empezó a acosarla. Visitando dos o tres veces por semana a la familia y quedándose a cenar, siempre alagando a la joven e intentando tocarla, acercándose a ella cada vez más.

Para Lorelei la situación no le parecía extraña, ya que ese hombre solía visitar su casa todo el tiempo y mostrarse amable y cariñoso con su familia, pero a Cormac ya nada lo conformaba. Ni su esposa de ese momento ni las prostitutas rubias de ojos verdes.

Comenzó a seguirla, cada paso que la jovencita daba él estaba detrás. Conocía a sus amigos, a sus profesores, ya que a pesar de ser maestra Lorelei cursaba en la universidad una maestría en educación, sabía sus horarios. Incluso la espiaba cuando salía con algún muchacho. Cada vez más cerca, tan cerca que podía oler su excitante e hipnotizante aroma a flores.

Así que un día, no pudo soportarlo más, se presentó en la casa de la familia Gallagher cuando la joven estaba sola. El hermano mayor nunca estaba casa, era un sacerdote que residía en La Santa Sede, Andrea la hermana que seguía se la pasaba de viaje en Europa ya que era artista plástica, y el hermano menor de Lorelei, se la pasaba persiguiendo a su papi esperando su aprobación. Así que la situación era perfecta, la bella y añorada Lorelei se encontraba sola en su casa.

La joven, de centellantes orbes verdes, se sorprendió de verlo allí, Cormac con astucia la convenció de que tenía una reunión con su padre y que había terminado antes con sus pacientes. Confusa, Lorelei, lo había invitado a pasar. Y ese fue el error más grande que la chica cometió.

Cuando ella estaba preparándole un café, él la sujetó por detrás. Le besó el cuello con tal violencia que llegó a morderla, le apretó los pechos y pegó su cuerpo al de la joven. Ella asqueada pudo sentir como la erección del hombre rozaba su piel cubierta por la ropa. La apretó entre sus brazos y la sostuvo con fuerza para impedirle que se moviera. Sin dejar de besarla, a pesar de que ella luchaba por liberarse, él le desabotonó el pantalón e introdujo sus dedos en su intimidad.

Fue entonces cuando desesperada Lorelei movió su cabeza hacia atrás y le plantó un cabezazo al médico. Tan fuerte que lo hizo sangrar y soltarla por el dolor. Ella aprovechó y se fue corriendo a toda velocidad del lugar.