Capítulo 8

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Lorelei estaba recostada sobre una amplia cama, de sábanas blancas y esponjoso colchón. Se sentía débil y a duras penas podía respirar después de casi ahogarse en ese ritual que tenía toda la pinta de ser satánico. Sólo rogaba que su bebé estuviera a salvo y que los golpes y el daño que ella había recibido no hubieran repercutido en su hijo no nacido.

La joven estaba tan cansada que permanecía con los ojos cerrados pero sin poder dormir, temía que Cormac Murphy apareciera en su habitación en cualquier momento y continuara torturándola, por eso, a pesar del agotamiento, su cuerpo estaba alerta. Sin embargo, en cuanto la puerta se abrió, Lorelei sintió unos suaves pasos dueños de una calidez, parecida a la de Clinton, en cuanto esa persona se sentó sobre el colchón. No era Murphy, supo la joven de cabellera rubia, la presencia de ese hombre despedía repulsión con sólo tenerlo al lado.

—Señora Skye ¿Cómo está? ¿Le duele algo? —preguntó cortésmente Grace. — ¿Puedo hacer algo por usted para que sienta mejor? —preguntó con amabilidad y gentileza.

Lorelei abrió sus ojos a duras penas y vio el semblante gentil de la secretaria de Murphy. Con su ayuda se irguió sobre la cama y Grace le pasó un vaso con agua para que la joven embarazada bebiera un poco.

—Lo único que puedes hacer por mí es llevarme con Clinton. —respondió agotada y angustiada, respiraba profundo para evitar quebrarse. —Pero lamentablemente sé que eso no está en tus manos. —comentó cabizbaja.

Grace bajó la mirada y tomó las manos de la mujer de ojos verdes entre las suyas.

—Haré lo que pueda para protegerla del doctor Murphy. —dijo la joven con una gentil mirada. —Estoy segura que su esposo está en camino. —expresó esas palabras como si se trataran de una predicción.

Lorelei la observó con interés y confusión a la vez. Aunque de que Clinton estaba en camino, de eso no tenía dudas. Ella conocía mejor que nadie al hombre con el que se había casado. Por eso resistía, porque no le daría el gusto a Cormac de verla quebrada, su amado esposo le había dado muchas herramientas durante sus años juntos, herramientas que la hacían fuerte y no la joven desesperada de antaño. La mención que hizo Grace del agente Skye, logró que la mujer de ojos esmeraldas le pidiera lo siguiente:

—Quisiera ver los caballos. —pidió tímidamente Lorelei y la señorita a su lado se asombró ante ese pedido. —Vi que tienen muchos en sus establos. Quisiera verlos... —comentó cabizbaja.

—La llevaré. —respondió Grace resuelta y se puso de pie.

En ese instante, la puerta de la habitación se abrió de golpe y con violencia haciendo un gran estruendo. Murphy se había hecho presente.

—Déjanos a solas Grace. —ordenó despectivamente. —Es hora de que hable con mi esposa y la haga mía. —anunció con una sonrisa victoriosa.

Lorelei compartió una mirada de horror y aversión con la mujer de ojos azules ante esas palabras.

—Doctor Murphy... —dijo respetuosamente la joven secretaria. —La señora Lorelei no se siente bien, está muy herida. No sé si es conveniente que la perturbe... —una violenta bofetada hizo que Grace guardara silencio.

Lorelei lo observó con horror al ver como Murphy levantaba su otra mano y golpeaba otra vez a la joven de ojos azules hasta tirarla, con fuerza salvaje, al suelo.

—No te pedí tu opinión mujer estúpida. —dijo Murphy y pateó en el abdomen a la joven con fuerza salvaje provocando que la pobre mujer escupiera sangre por la boca.

La joven embarazada se aterrorizó del miedo y se pegó a la pared con temor de ser ella la siguiente. Su mirada se posó en Grace y vio como la joven de orbes azules se limpiaba la sangre de su boca.

Una misión trascendental.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora