Prólogo - Blanco impuro

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«La ciencia no nos ha enseñado aún si la locura es o no lo más sublime de la inteligencia.»

Edgar Allan Poe

El sonido cortó el aire

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El sonido cortó el aire.

Lo último que había visto eran los ojos de esa persona, una que sabía que estaba muerta para él, una que no regresaría porque la había exterminado con sus propias manos. No sintió el regocijo esperado por alguna extraña razón al hacerlo, pero había decidido no prestarle atención nuevamente. 

Hasta que había aterrizado en esa realidad.

Mientras su cuerpo salía por aquella abertura entre dos dimensiones, dejando atrás el sueño efímero, no podía dejar de pensar en lo que había sido todo para él. ¿Porque tenía que haberse encontrado con una persona que lo torturó cuando él solamente quería su aprobación? Pero más aún, su problema radicaba en que esa persona elegante y recatada, había tenido una mente igual de retorcida que la suya propia. De otra manera, su historia hubiese sido muy diferente y quizá hubiese sido parecida a lo que había experimentado en esa dimensión.

Esa noche no había dormido, estando en brazos de alguien que se suponía odiaba, sintiendo su energía espiritual corriendo por sus venas para sanar sus heridas; pudo haberlo matado nuevamente, pero mientras la cara durmiente y serena de Shen Qingqiu yacía a su lado, sólo pudo repasarla con la punta de sus dedos, como si jamás hubiese visto algo semejante. Los recuerdos de su mente que iban pasando lentamente, junto con su energía espiritual, le habían despertado un sentimiento que creyó olvidado desde sus días en la cumbre Qing Jing. 

La persona que era su enemigo, la persona que más había odiado en su vida, la que había admirado y la que nunca pudo tener.

La que nunca pudo entender.

El Shen Qingqiu que él había conocido había sido una escoria, capaz de apuñalar a un hermano de secta, capaz de asesinar a sangre fría siendo un hipócrita de primera. Alguien que disfrutaba con el sufrimiento ajeno, el que buscaba desesperadamente sobajar a aquellos que eran mejor que él.

Pero ahora, mirando detenidamente lo que había sucedido en la otra dimensión, ¿Había hecho bien en matarle?. Su cabeza no podía dejar de pensar en cómo su corazón había saltado de su pecho cuando sus besos fueron devueltos, la ansia que le había nacido de tocar ese cuerpo, el deseo enterrado. Si tan sólo ese "otro yo" no hubiera aparecido, su deseo hubiese salido por completo; tenía que haber elegido el peor momento de todos, no antes ni después, sino justamente el momento en el que había decidido intentar algo que había creído imposible siempre.

Pero, siendo el líder supremo en su mundo, ¿Había algo que no podía tomar? Pues parecía que sí, sólo había mostrado un poco de debilidad al pedirle a ese Shen Qingqiu que fuera con él, pero no hizo falta que le respondiera; estaba más que seguro que la respuesta era negativa.

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