Cuatro

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El día de ayer había sido muy vergonzoso por el asunto de la cena familiar en mi casa con Richard. Me había enviado un mensaje en la noche diciéndome para reunirnos al día siguiente también, pero aproveché para cambiar de lugar. Sugerí su casa, ya que vivía solo, pero se negó rotundamente sin decirme el por qué. Al final acordamos ir a una cafetería cerca de mi casa ya que siempre paraba vacía porque el café era horrible ahí. A fin de cuentas no iríamos a tomar café, sino a hacer el trabajo de Química.

Al final del día en el instituto, entré en la cafetería con mi bolso de libros y mi laptop. Había venido sin el Vespa porque estaba cerca de mi casa. Ese era el motivo por el cual mi cabello estaba tan rebelde y esponjoso que nunca. Sudar no era bueno para cabellos como el mío. Ondulado y odiosamente esponjoso.

Vi a Richard hacerme señas desde una mesa vacía al fondo.

—Llegas tarde, cabecita roja —dijo él sonriéndome cuando me senté frente a él. Richard llevaba una camiseta de manga corta mostrando sus musculosos brazos.

—Lo siento. Ayudaba a mis padres con los repetidos. —sonreí apenada.

—¿Repetidos? —repitió él riendo.

Asentí.

—Así es como los llamo.

Richard alzó las manos.

—Debo admitir que ustedes son una familia muy peculiar. Tú y tus hermanos tienen el mismo color de cabello que tu papá. Es asombroso.

Sonreí sin decir nada. Estaba muy nerviosa como para decir algo. En todo el día en clases, mis amigos Joel y Sam me habían hostigado para que les dijera cómo me había ido ayer con Richard.

Saqué los libros y mi laptop de mi bolso bajo la atenta mirada de Richard.

—Es momento de empezar con esto —dije acomodando todo sobre la mesa.

—Correcto. Yo te ayudaré con lo que no entiendas. Mejor es...

Richard fue interrumpido cuando una camarera joven se acercó a nuestra mesa para tomar nuestros pedidos.

—Buenas tardes, ¿qué desean pedir? —miraba con sorpresa y nerviosismo a Richard. Cuando este la miró, ella se sonrojó y volteó la mirada hacia mí.

El mismo efecto que causaba en mí, y es que era tan guapo que su mirada causaba nerviosismo por la atención que daba.

—Yo quisiera un queque de zanahoria, por favor —dije a la camarera con una sonrisita, comprendiendo totalmente su sonrojo. Parecía de nuestra edad, lo que era muy comprensible su reacción.

Ella lo anotó en su libreta y se volteó hacia Richard esperando que haga su pedido. Él eligió la torta de chocolate y un café. Aunque le haya comentado que el café aquí es horrible.

La camarera asintió.

—En unos minutos saldrá su pedido. —volteó para irse, pero Richard la volvió a llamar, haciendo que la chica se sonrojara de nuevo.

—¿Se puede fumar aquí? —preguntó sacando un paquete de cigarros. La camarera se vio dudosa, pero Richard le señaló la gran ventana a nuestro lado que estaba abierta por el infernal verano. —Además no hay clientes, somos los únicos.

Ella asintió y se alejó rápidamente.

—¿Es necesario que fumes ahora? —pregunté con curiosidad. ¿Acaso no podía esperar a que termináramos con la asignación de hoy?—. Odio el olor al cigarro.

Richard, quien estaba sacando el encendedor de su bolsillo, se detuvo.

—¿Por qué lo odias? Es muy placentero cuando uno está muy tenso. Y amo fumar antes de tomar un café.

𝖤𝗋𝖾𝗌 𝖴𝗇 𝖢𝗅𝗂𝖼𝗁𝖾́ ✓|| ʀɪᴄʜᴀʀᴅ ᴄᴀᴍᴀᴄʜᴏ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora