Nueve

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Cuando Richard me llevó a su casa en su motocicleta, creí que me caería y me rompería el cuello porque había tomado y me sentí mareada, pero no fue así. Lo que Richard había dicho minutos atrás había despejado mi cabeza completamente y me sentí sobria. Al bajar de la moto caminamos en completo silencio hacia el porche de una casa de dos pisos. La casa era pintoresca y familiar, con un pequeño patio al lado. Las ventanas estaban cubiertas de cortinas con flores, lo que supuse aquí vivía una mujer.

—Richard...

Él me sujetó del brazo suavemente trayéndome a su pecho.

—Sé que cuando veas esto, no querrás hablarme. Pero solo te pido una cosa, cabecita roja: no me odies.

Asentí sin decir nada. Estaba demasiado nerviosa como para hablar. Mi corazón latía en mi pecho al mismo tiempo que miles de escenarios pasaron por mi cabeza de lo que podría haber tras esa puerta.

Richard asintió y me soltó abriendo la puerta con llave. Antes de abrirla completamente se volteó hacia mí.

—Lo que pase aquí, tiene que quedar entre nosotros. No se lo puedes decir a nadie, ni siquiera a tus mejores amigos.

Asentí de nuevo sin hablar y Richard abrió completamente la puerta. Entré con inseguridad a la vez que miraba alrededor. La casa por dentro era muy acomodada, todo estaba en orden y limpio, con adornos y cuadros de fotos en las paredes.

Una señora se encontraba preparando algo en la cocina. Su cabello canoso en un moño apretado. Cuando Richard se acercó a ella por detrás, la besó en la mejilla y la abrazó fuerte.

—Nana.

Su nana volteó y le rodeó con los brazos a Richard sonriendo.

—¡Richard! —sus ojos brillaban felices. Cuando miró atrás se dio cuenta de mí porque se alejó de Richard mirándome con curiosidad.

Richard carraspeó antes de hablar.

—Nana, te presento a Ashley Edwards, una amiga del instituto. Ashley, ella es mi nana.

Asentí mirándola tímidamente. Le extendí la mano, pero ella se acercó a mí abrazándome con fuerza.

—¡Hola, niña! Mucho gusto conocerte, Richard nunca trae amigas a su casa. Solo conozco a Zabdiel y Erick.

—Oh, igualmente mucho gusto conocerla, señora.

Ella me miro negando la cabeza.

—No me gusta que me digan señora. Tú puedes llamarme Mary.

—Por supuesto, Mary —sonreí.

El ambiente en la cocina se volvió tenso hasta que Mary, su nana, se dirigió a Richard.

—Están en el cuarto. Ya se durmieron. A ella la dejé en su habitación.

Richard asintió sin decir nada. Me tomó de la mano y me sacó de ahí haciéndole un gesto a su nana, a la vez que ella le asentía. Lo que fuera que estuvieran diciendo en gestos, era muy serio.

Caminamos por un pasillo corto antes de pararnos en la primera habitación. La abrió en silencio y prendió una pequeña lámpara, la habitación se inundó de luz mostrando una pequeña cuna. Jadeé al verla.

Un bebé muy pequeño dormía dentro. Estaba boca abajo, pero se le veía sus pequeñas manitos y sus piececitos. Me acerqué lentamente bajo la mirada atenta de Richard. Miré a la pequeño bebé dentro de la cuna. No sabía qué decir. Estaba tan tranquila durmiendo, de vez en cuando se movía y eso sólo hacía que quiera apapacharlo. Amaba a los bebés.

𝖤𝗋𝖾𝗌 𝖴𝗇 𝖢𝗅𝗂𝖼𝗁𝖾́ ✓|| ʀɪᴄʜᴀʀᴅ ᴄᴀᴍᴀᴄʜᴏ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora