Capítulo 9.

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El plan de Sanen consistía en que uno de nosotros se acercara a la urna de cristal para liberar a los niños, mientras el otro distraía a los dos S.O.M que iban dentro de la ranchera.

El capitán se puso delante del automóvil y comenzó a volar a la vista de los alienígenas para que estos empezaran a perseguirle. Yo, mientras, estaba intentando abrir el cierre de la urna a base de cortes con mi espada, cosa que pareció ser inútil. Todo iba según lo previsto hasta que uno de los S.O.M me escuchó y miró por el retrovisor.

-¡Eh, tú! -exclamó, llamando la atención de Sanen.

-Oh, no -murmuré aún agarrado al cristal-. Chicos, en seguida vuelvo a por vosotros -les dije a la niña y al niño que habían atrapado. Ambos eran muy rubios y con los ojos turquesa. Se parecían demasiado, así que supuse que podrían ser hermanos.

La ranchera se detuvo y ambos S.O.M bajaron de ella, dispuestos a enfrentarse a mí, quien había optado por echar a volar de nuevo con mi Flyboard para alejarme un poco en lo que Sanen llegaba a mi lado.

-Encárgate del de la izquierda, yo del de la derecha -dijo una vez lo hizo.

-Está bien -asentí y desenfundé mi espada de nuevo.

-Zen -me llamó antes de volar hacia el que me tocaba, haciendo que me girase para mirarle-. Córtale el cuello -me dedicó una sonrisa pícara y yo se la devolví.

Sin más dilación, me abalancé sobre el S.O.M, el cual dio un salto hacia atrás al ver que iba a chocar contra mi Flyboard. Chisté mi lengua y me volteé lo más deprisa que pude para atacarle de nuevo, pero esa vez con los pies en el suelo.

-Zen, ¿qué haces? -se alarmó el capitán al escuchar mis pasos sobre la tierra una vez me bajé de mi aparato volador. Su espada y la de su contrincante estaban enzarzadas en una lucha por ver cuál de las dos resistía más fuerza del adversario.

-Tranquilo, Sanen -contesté sin ni si quiera mirarle mientras me acercaba al alienígena-. No me hace falta volar para ser más rápido que este ojos lila -vacilé, viendo cómo el S.O.M sonreía con chulería.

Una vez frente a él, no le faltó tiempo para desvainar su espada e intentar atacarme con la suficiente confianza de que me iba a atravesar el abdomen con ella, pero me anticipé y lo esquivé.

-No está nada mal... -carcajeó, intentando ocultar su sorpresa.

-Eso no ha sido nada -empuñé mi espada con mis dos manos, esperando a su siguiente movimiento.

El S.O.M frunció el ceño y corrió en mi dirección hasta que nuestras armas chocaron con fuerza, haciendo un sonido bastante chirriante para los oídos de cualquiera. Empezamos a blandirlas la una contra la otra, sin darnos tiempo a penas de respirar. Si no hubiera sido por los entrenamientos que llevaba haciendo durante ocho años, habría acabado asfixiado y, posteriormente, muerto. Pero, para la mala suerte de aquel S.O.M, no era así. Había entrenado día y noche en busca de la venganza que todos los humanos, y sobre todo Seven, merecían.

-No permitiré que te lleves a esos niños a ese horrible lugar -gruñí, mirándole con rabia a los ojos.

-No tengas rencor por no haber sido digno de habitar tal sitio -vaciló sin dejar de mover su espada como si lo que estuviera haciendo no le costara esfuerzo alguno.

-Por desgracia, sí que lo fui -alcé un poco la voz a la vez que bloqueaba su hoja con toda mi fuerza.

-Oh, no me digas que tú eres... -abrió sus ojos de par en par, bajando la guardia de su ataque, momento que aproveché para sacudir su espada con la mía, provocando que la bajase, y di un salto hasta colocarme detrás de él.

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