Capítulo 32.

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—¡Zero! —gritó Seven viendo cómo me alejaba de él.

El temblor comenzó a provocar que las estructuras de los edificios se tambaleasen y que, algunos árboles, comenzaran a caer.

—Anisix, ¿estás bien? —dije al ver al pobre niño sin moverse, presa del miedo.

—Sí —susurró, mirándome con sus enormes ojos azules.

—Vamos, tenemos que irnos —le agarré de la mano y tiré de ella para que se moviera.

Comenzamos a correr a toda la velocidad que pude, sabiendo de sobra que el pequeño no podía seguir mis pasos, pero era necesario. La bomba estaba a punto de explotar.

—Cinco, cuatro... —se escuchó desde los altavoces de la ciudad S.O.M—. Tres... —a ese sonido se le unió el de las naves alienígenas que comenzaban a despegar—. Dos... —estábamos a tan sólo unos metros de la entrada, pero parecía que no lo íbamos a poder conseguir.

Entonces, Seven se abalanzó montado en un Flyboard a por nosotros. Cogió al pequeño de la cintura y estiró el brazo libre para que le agarrase la mano. Una vez lo hice, tiró de ella hasta colocarme detrás de él. Abracé su cintura con un brazo y, con el otro, agarré con fuerza a Anisix.

—Uno... —pronunció la voz del altavoz justo cuando salimos por la puerta.

De repente, una atronadora explosión hizo que los tres saliésemos disparados, cayendo torpemente al suelo. Reaccioné lo más rápido que pude para abrazar el cuello del pequeño y que no se diera ningún golpe en la cabeza. Una vez nuestros cuerpos dejaron de deslizarse por el suelo, abrí los ojos y, tras comprobar que Anisix y Seven estaban bien, miré al frente y comprobé cómo todo se estaba derrumbando. La explosión había hecho que los edificios cayeran, al igual que las naves S.O.M, pues no consiguieron alejarse del suelo lo suficiente, y que las llamas comenzasen a apoderarse de la pequeña ciudad.

—¡Anisix! —exclamó Anifive corriendo hasta nosotros.

—Chicos, ¿estáis bien? —preguntó Sanen con el temor adueñándose de su voz.

Anisix se levantó de encima mía y se abrazó a su amigo, quien derramaba lágrimas sin querer evitarlo si quiera.

—Estamos bien —respondí, incorporándome hasta quedar sentado, soltando algunos quejidos de dolor por los arañazos que el impacto contra el suelo había ocasionado en mi cuerpo—. ¿Y vosotros? —dije una vez miré a Sanen.

—Todos estamos a salvo —puso una mano en mi pelo y me sonrió.

Llevé mi mirada por detrás de nuestros cuerpos y vi cómo, tanto el Heaven como los niños del Edén, estaban mirando hacia las murallas, sin llegar a creerse del todo lo que acabábamos de conseguir. El Edén había llegado a su fin.

—Lo conseguimos —comentó Seven entre risas, echándose sobre mi cuerpo, provocando que siseara con mi boca al tocarme una herida.

—Por fin —murmuré sobre su oído mientras le abrazaba con fuerza—. Ya te dije cuando éramos pequeños que lo conseguiría, y tú no me creías —bromeé una vez el castaño se separó de mí, haciéndole reír.

—Sólo ha sido una pesadilla muy larga —soltó un suspiro una vez dejó de reírse.

—Ahora que se ha acabado, dejémosles paso a los sueños —llevé mi mano a su mejilla y di una suave caricia en ella.

Sin poder remediarlo, Seven volvió a abalanzarse sobre mi cuerpo, provocando que el mío cayese de espaldas al suelo con el suyo encima.

—Gracias por salvarme —susurré sobre su pelo.

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