Capítulo 28.

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Pasaron unos días en los que Seven y yo nos fuimos recuperando de nuestras heridas y lesiones. El resto del Heaven estuvieron entrenando duro mientras que nosotros nos limitábamos a observar o, simplemente, descansar todo lo que podíamos. Como los S.O.M le arrebataron la espada a Seven, le dimos una parecida a la mía, a la cual debía acostumbrarse, así que el castaño se pasó días impaciente por empezar a ensayar con ella. La verdad era que yo podría haber empezado a entrenar hacía días, pero prefería quedarme haciéndole compañía a Seven. Prefería cuidarle. Desde que regresamos al Heaven, no habíamos vuelto a besarnos. No sabía si era porque las personas que habían allí nos entretenían constantemente, pero ni si quiera cuando estábamos a solas por las noches lo hacíamos. Yo, por mi parte, no le besaba por pura vergüenza. Era una sensación extraña, pensaba que a lo mejor él no quería que lo hiciese y que, quizás, sólo fue el encanto de un momento bonito entre nosotros. Fuera lo que fuese, a mí me tenía preocupado. Nunca le había dado tantas vueltas a algo en mi cabeza. No comprendía de dónde salía aquella obsesión y el amargo dolor de estómago que me provocaba todo aquello. No quería eso, quería el dolor bonito, el de los mordiscos pequeños, ese que hacía que el ritmo de los latidos de mi corazón se acelerase con tan sólo tener a Seven cerca.

—Por fin voy a entrenar —dijo mi amigo mientras cruzábamos el túnel que conectaba la casa con el gimnasio.

—Estarás contento —carcajeé, dándole un golpe suave con el puño en su brazo.

—Mucho —me miró y sonrió.

—Te gustará esa espada —le comenté, bajando mi mirada hacia el arma que sostenía en su mano.

—¿Entrenarás conmigo? —alzó una ceja una vez volvía a mirarle.

—No quiero ser yo el que ocasione tu nueva lesión —le guiñé un ojo, provocando que frunciera el ceño, y me adentré en el gimnasio, dejándole a él a unos pasos más atrás.

Estuvimos ejercitándonos durante horas. Estábamos todos formando diferentes combinaciones de ataques entre unos y otros. Como no, una de ellas fue la de Seven conmigo, pero yo no podía dejar de pensar en que él no estaba recuperado del todo, así que yo tampoco di mi cien por cien. Cosa que hizo que el castaño se molestase un poco conmigo sin yo entender muy bien el motivo. El resto del entrenamiento se lo pasó con Lianen y los gemelos mientras que yo lo hacía con Shinen y Yoren, lo cual hizo que Seven se enrabietara más. No sabía qué era lo que le pasaba, ni tampoco lo que quería, pero no era una sensación para nada placentera.

—Oye, Zen —me llamó Shinen una vez nos sentamos con Yoren en el suelo para descansar un rato—. ¿Por qué no vuelves a entrenar con Seven? —preguntó mientras yo le daba un trago a mi botella de agua.

—Ya hemos entrenado juntos antes —me encogí de hombros.

—Pero parece molesto —la morena de las mechas azules frunció el ceño.

—Sí, nos mira raro —intervino Yoren soltando una carcajada después.

—No sé qué le pasa —giré disimuladamente mi cabeza para mirar su entrenamiento con Lianen—. No quiere entrenar conmigo, pero tampoco que lo haga sin él —volví mi cuello recto y suspiré.

—Estará celoso —dijo la chica, dejándome extrañado.

—¿De qué? —preguntó el rubio arrugando su nariz.

—Seven quiere que Zen sea sólo para él —carcajeó de manera divertida—. Y lo que ignora es que él siempre ha sido suyo... —dejó caer su cabeza sobre sus manos, con los codos apoyados en sus piernas cruzadas—. ¿Verdad? —me miró con una sonrisa.

—No sé —contesté algo dudoso, pues no entendía muy bien por dónde iba el tema.

—Yo no entiendo nada —Yoren rio, rascándose confuso la cabeza.

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