Cuando el invierno termine y la nieve se haya derretido [Frerard|Peterick|Ryden]

Capítulo 4 - El vocabulario me lo paso por...

Capítulo 4

Está en detención, y él jamás, jamás, jamás había estado en detención.

El lugar parece una prisión, y es justo igual como se lo imaginaba que sería. Las paredes tienen loseta gris y el piso es también de loseta, aunque esta es blanca. Hay un maestro de gafas con gruesos marcos negros leyendo un libro del que se lee en la portada “Bajo la sombra del ángel”, y en el pizarrón está escrita en cursivas, subrayada y remarcada la palabra “silencio”. Hay por lo menos otras 6 personas a parte de él, y él está sentado en las mesas de enfrente a petición de la directora, que por si fuera poco tener los nudillos despellejados y vendados, le mando 3 horas de detención.

Su pie golpetea al piso con nerviosismo, recordando las palabras que su madre le dijo apenas entró al jardín de niños, con el puño en alto y una expresión fiera en los ojos “Conque me manden llamar porque hiciste algo malo, Frank, te arrastro por todo el colegio de los pelos” es por eso que nunca antes había estado en detención, por el bien de su cuero cabelludo.

Los otros chicos ahí metidos junto a él en ese pequeño salón no se cansan de mirarlo, seguro preguntándose quién mierda es y por qué demonios tiembla como un condenado. Lo peor de todo es que Frank sabe que le miran, y eso solo empeora las cosas, y para acabarla, ahí están Bert, Jack y Danny, pero por ningún lado hay rastros de Gerard. Está tan nervioso con todas esas miradas clavándose en su nuca, y el reloj en la pared avanza con una lentitud concienzuda tan solo martirizándolo más.

El profesor da vuelta a la página y el reloj hace otro tic, antes de detenerse por lo que pareciera una eternidad más.

Decide que debe distraerse o se mareará y eso no terminará para nada bien, así que saca de su mochila un cuaderno y una pluma y comienza a garabatear, aunque ahora lo más importante que ocupa su mente es que no podrá llegar a tiempo a su trabajo, y eso probablemente desanime al señor Owens, ya que tenía planeado decirles todo el plan que tiene para navidad.

Un toc más se va con la lentitud de los otros 30, y Frank tiene tan mala suerte que a causa de los temblores en sus manos, la pluma sale volando y cae debajo de su pupitre. Suspira y se resigna a que deberá agacharse para recuperarla, y una vez lo hace es consciente de que es cierto y no son solo cosas suyas que le están mirando, al menos 5 de ellos. Una fila a lado y en la hilera siguiente hay una chica de cabello azul masticando chicle, haciendo bombas y reventándolas sin expresión alguna; Frank gira un poco la cabeza y en su propia hilera descubre otro chico que le observa, tiene cabello negro y las piernas extendidas que le hacen ver como si pasara de todo, luego, en la esquina opuesta están los 3 pares de ojos clavados en su diminuto cuerpecito como si fueran cuchillos, y si las miradas mataran… Y por último, en la misma fila que él pero hasta el otro extremo, reconoce al moreno que se limpia las uñas despreocupadamente.

Otro tick más, y Frank regresa su vista al frente, ahora más aterrorizado que antes. El profesor tose y nadie dice “salud” así que Frank tampoco lo hace porque piensa que eso lo podría meter en más problemas, devuelve su lápiz a sus dedos y vuelve a juguetear con él mientras vuelve a pensar. La puerta de abre en un estrepitoso sonido y por ella entra un patoso pelirrojo, lleno de vendas y moratones al que Frank no le puede quitar la vista.

-Hola otra vez, Hubb –Dice y una risita se escapa de su boca cuando el profesor le arranca el papelito que indica que está en detención y le dedica una miradita de enfado, quizá porque le interrumpió la lectura en su libro.

-Señor Way, es un milagro verlo por aquí. –Expresa con sarcasmo, dejando el papelito junto al montoncito de los demás.- Van 3 en lo que va de la semana, ¿es un nuevo record que quiere romper?