Dos

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ACTUALMENTE

Salimos de los vestidores y yo camino en mis dos pies con mis manos inclinadas como las de un perro pero sin la venda... Hubieron fallos técnicos con ella. ¿Necesito entrar en detalles siquiera?

—Mew esto va contra las reglas.— Yo susurro. Él sonríe sin dejar de sostener mi cadena llevándome con él por todo el camino. Los dominantes, sumisos, espectadores, nos miran con impresión. Saben que esto va contra las reglas. Que estamos incumpliendo a nivel mil. A Mew no le parece importar. Para él sus miradas son como un halago.

Un dominante rubio vistiendo nada más que unos pantalones de cuero muy ajustados e botas se interpone en nuestro camino. Deteniéndonos en seco. Mew le mira con una sonrisa de labios bastante hipócrita.

—Disculpen. Si saben que los sumisos deben caminar en cuatro, ¿no?

—Estamos bien así. Gracias.

Mew nos va a retirar pero el chico no se quita y ya la mirada de Mew se ha vuelto amenazante. Su sonrisa de labios está más rígida. Su antifaz lo hace lucir escalofriante.

—Esto es una fiesta de humillación. No es justo que tu sumiso esté así.

Mew se pone rígido pero yo lo tomo del brazo.

—Mew es cierto. Me pondré en cuatro--

—Soy su dominante,— Él le dice al rubio. —Él está siguiendo lo que yo le dije que siguiese. Tienes razón. Esto es una fiesta de humillación. ¿Quieres ser humillado?

Mew lo toma del mentón.

—Soy un dominante. Un dominante no puede humillar a otro.

Mew agranda los ojos como un cínico. Pasa su lengua por sus dientes en una sonrisa.

—Ah. ¿Es eso lo que crees?— Mew acorta el espacio entre sus rostros. —Porque eso nunca ha sido una regla.

Mew dice. El chico traga hondo realmente amenazado. Todos nos están mirando.

No hice más que tomarlo de la mano para mirar al rubio con una sonrisa.

—Seguiremos caminando.— Yo le digo todo tímido antes de jalar a Mew conmigo.

Seguimos caminando desafiando las reglas.

—Belleza mía, de repente pienso que este lugar no vale la pena.— Mew me dice en cierto punto cuando nos detenemos.

—¿Eh? Pero, ¿No te arrepentirás de haberte ido?

Yo le pregunto.

—¡Nop! Porque estuve aquí con belleza mía.

Él me dice. Yo sonrío. Se quita el chaleco para ponérmelo. Cuando me lo pongo, quedándome gigante, cierra los botones del chaleco para que ninguna parte de mi cuerpo sea expuesta.

—¿Vamos a por helado y buscamos a nuestra niña?

Yo asiento repetidas veces tomando su brazo derecho con ambas manos. Nos vamos y coloco mi cabeza sobre su hombro. La felicidad me invade al pasar tiempo a solas con mi esposo.

Después de comprar helados en un quiosco pequeño, nos estacionamos en una pequeña montaña a comer helado hombro con hombro viendo la luna llena. Ya no teníamos los antifaces.

—Hace mucho que no salíamos a solas.— Yo digo con una sonrisa mirando la luna. La mirada de Mew recae en mí con una sonrisa.

—¿Verdad que no? Se siente bien.

Yo asiento repetidas veces.

—¡Oh! Tome este dulce de la canasta de dulces para sumisos.

Mew dice rebuscando sus bolsillos con una mano libre hasta sacar un dulce color púrpura.

Tóxico(s) 2 • MewGulf Donde viven las historias. Descúbrelo ahora