Capítulo XXV: Familia y Más Familia

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Me comencé a despertar porque sentía la ausencia de calor corporal junto a mí, cuando termine de despertar y notar que Adelina no estaba me quedé perpleja, me entraron unas ganas terribles de llorar, ósea que ¿El día de ayer había sido un sueño?, me hice bolita en la cama realmente quería llorar pero simplemente no me salía, hasta que sentí a alguien salir del baño, escuché pasos descalzos y delicados por la habitación, me sentí aliviada.

— ¿Estás despierta? — Preguntó la suave voz de Adelina y yo solo asentí con la cabeza — Hoy va a venir mi hermana con los niños — comentó, desconocía el propósito de ese comentario y yo me levanté de la cama, ella estaba envuelta en una toalla.

— Vale — me acerqué a ella para abrazarla por la espalda — Feliz cumpleaños — le susurré en su oreja y ella solo asintió con cabeza.

Ninguna de las dos pronunció una sola palabra, pues en aquellos instantes el lenguaje no verbal lo era todo. Si me fijaba un poco más, podía notar su pecho subiendo y bajando más rápido de lo habitual o sus pezones erectos bajo la toalla que llevaba. Yo debía de estar igual o, por lo menos, mi cuerpo así lo expresaba, porque se dio vuelta y alargó la mano hasta que sus dedos tocaron mis clavículas y bajó despacio para quitarme la sudadera, permitiendo que se perdieran entre mis senos. Contuve la respiración unos segundos para luego soltar una bocanada que se parecía mucho a un suspiro.
Subí las manos por sus costados, arrancándole un jadeo que quedó acallado en mis labios. Cuando mis dedos tropezaron con la tela de la toalla no me demoré en quitársela para luego tirarla a alguna parte de la habitación. Colocó sus manos en mis pechos y los masajeó antes de acercarse a mi oído y, con una voz completamente distinta a la que solía utilizar, me dijo:

— Te toca pagar por llegar tarde al trabajo

Yo puse los ojos en blanco y ella sonrió felina antes de descender, hasta que estuvo a la altura de mis senos. Los besó, primero uno y luego el otro, antes de hacerse un hueco entre ellos para seguir su camino, mientras me empujaba hacia la cama con delicadeza. Arrastraba los labios húmedos por mi abdomen, recorriendo los lugares en los que alguna vez habían estado sus dedos. Se recreó en mi busto, me empujó a la cama y, por fin, sentí sus dedos nerviosos que se hacían un hueco entre la tela de mis bragas y mis caderas. Bajaron la prenda solo lo necesario para permitirme sentir su boca en la entrepierna.

El primer contacto me obligó a echar la cabeza hacia atrás. Y antes de siquiera notarlo su lengua exploraba mis pliegues con dedicación y experiencia. Sabía perfectamente cómo, cuándo y dónde, lo cual estimulaba mi organismo de un modo que no sabría explicar. Fui incapaz de percibir cuando las manos de Adelina terminaron de deshacerme de mi ropa, estaba tan extasiada que era lo último que tenía en mente en ese momento. Me obligué a mirar a Adelina cuando sentí que sus lamidas eran más largas y profundas y como si su boca experta no fuera suficiente añadió un par de dedos que tantearon mi entrada para luego sentir dos de sus dedos helados adentrarse en mi interior. Lo hizo despacio pero en cuanto mi cuerpo se acostumbro a ellos giro la muñeca y arqueo los dedos, no pude evitar soltar un gemido frente al movimiento mientras que ella continuaba buscando aquel punto que me hacía temblar, de todos modos lo encontró enseguida y un escalofrío recorrió mi espalda por el impacto mientras una descarga de placer me azotaba.

Ahora sus dedos trazaban un ligero vaivén, al mismo tiempo que entraban y salían de mi interior con toda la ayuda que mi humedad le otorgaba. Su mano libre acariciaba mi muslo con brusquedad, arrastraba las uñas por mi piel arriba y abajo. Su boca, para rematar, succionaba mi clítoris cada cierto tiempo. La situación se volvió insostenible y sentía la estimulación tan fuerte en todos los rincones de mi anatomía que el orgasmo se me antojaba doloroso.

No obstante, era la única forma en la que todo aquello podría acabar. Lo cierto es que no sabía si quería que el clímax llegara ya o que no llegara nunca, pero en cuanto lo sentí cerca fue imposible frenarlo. Traté de retenerlo con todas mis fuerzas, aunque el esfuerzo resultaba sobrehumano y me dejé llevar. Lo retuve, eso sí, hice lo posible por alargarlo unos segundos mientras me agarraba a las sábanas con fuerza y luego el placer que se desbordaba. Sentía que iba a salirse del cuerpo incluso, y todavía con aquel gráfico pensamiento pude arañar un segundo orgasmo casi tan intenso como el anterior.

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