ℂ𝕒𝕡. 𝟙𝟘

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-Como sea –dije para mí misma y volverme a acomodar en el sillón, volviendo a dormir, después de un disparo una está cansada.

La verdad es que no podía volver a dormir, eso era raro ¿Cuánto tiempo llevaba durmiendo? Intenté ponerme de pie ayudándome del sillón hasta que lo conseguí. Fui cojeando y soltando leves gruñidos, mi costadome estaba doliendo como mil demonios.

Llegué al despacho encontrándome a Río mirando por la ventana

- ¡Alemania! - Dijo mi hermano llegando dónde estaba y abrazándome - Estoy tan feliz que estéis bien, me muero si le llega a pasar algo a mi hermanita

- Un tiro, no es nada para mí - Dije riendo mientras abrazaba a Río - Eres el mejor hermano del mundo

- Soy el único

- Por lo mismo

[...]

-Ha llegado el momento de tomar una decisión. Tenéis que elegir si ser cómplices y obtener un millón de euros, o ser integros y salir de aquí. Explique desde la escalera mientras Nairobi dibuja una línea en el suelo.

-Si os quedáis a ver el final, recibiréis veinte mil billetes de cincuenta, envasados al vacío, como el buen jamón, los que quieran salir, que crucen la línea. Concluyó Nairobi

Poco a poco, algunos rehenes cruzaban tímidos la línea, mientras que Nairobi, y yo les mirábamos desde la escalera, y Berlín y Ariadna los miran desde la planta de arriba

Alison, que estaba prácticamente a nuestro lado, se acercó un poco más hacia Nairobi

-¿Por qué no me habéis dado a mi la opción de salir?. Dijo Alison

-Porque tú eres la rehén estrella, cariño. ¿De verdad hay que explicartelo?

-Aparta cielo, que estás en el medio. Dije Nairobi

Después de unos cuantos minutos esperando, hablo en voz alta

-Bueno chicos, se os está acabando el tiempo. Es ahora o nunca. La libertad, o un millón.

-¿Nadie más?- Preguntó Nairobi, y nadie se movió. -Bueno, pues los que quieran salir, con las manos en la cabeza, ir pasando por la puerta de la zona de carga.

Gracias al Profesor, lo volvimos a hacer. Conseguimos separar a los rehenes que nos podrían dar más problemas, y a los que querían ser nuestros cómplices.

[...]


Las seis y no ningún ni rastro, ni señal de vida del Profesor.

Moscú, harto de esperar, llamó al Profesor. Cogió el teléfono rojo y marcó. Al poco tiempo colgó, sin respuesta alguna, esa ya era la tercera llamada sin respuesta.

-18 horas sin saber nada del Profesor. Tampoco sabemos nada de la Policía, algo está pasando allá afuera. Dijo Moscú

Berlín, una vez que terminó su café, puso el vaso en la mesa y se levantó de su asiento.

-Aún queda una llamada para completar el ciclo a las doce de la noche.

-¿Qué ciclo? ¿El ciclo de la puta ratonera?

𝕮𝖔𝖓𝖙𝖎𝖌𝖔 𝖍𝖆𝖘𝖙𝖆 𝖊𝖑 𝖋𝖎𝖓𝖆𝖑 ⒹⓔⓝⓥⓔⓡDonde viven las historias. Descúbrelo ahora