Capítulo 5

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En el medió del bosque donde nadie se atrevía a poner un pie, se encontraba aquella casucha de madera y si ningún tipo de protección

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En el medió del bosque donde nadie se atrevía a poner un pie, se encontraba aquella casucha de madera y si ningún tipo de protección. La noche reinaba y el frío se colaba por los tablones de madera simulando una pared, llovía a cántaros sin señal de que iba a detener. Solo se escuchaba el sonido de la llovía golpear el suelo y de unos sollozos los cuales eran acallados.

Dentro de la casucha estaba hay aquel joven Omega de piel pálida que por la suciedad y los golpes no se alcanzaba a ver. Sus ojitos zafiros que había perdido la luz tan característica de estos; su cuerpo estaba cubierto de tierra, sangre, olía a vomito y orina pues desgraciadamente al estar tirado en el suelo putrefacto sin poder escapar ya que su único píe estaba apresado por un grillete, no le quedaba más opción que hacer sus necesidades en el mismo sitio.

—P-por favor...ayuda...p-prometo ser bueno...alfa-a...— sus ojitos estaban inundados en lágrimas de dolor y agonía; los cuales observaban como la pequeña cabecita salía de su interior lastimandolo—.

—Vamos Morgan; eres Omega y se supone que debes saber cómo dar a luz sin ayuda.— Un Alfa pelirrojo de ropajes muy finos y elegantes le observaba con una sonrisa burlona y maliciosa que le hizo temblar.— Si no lo haces entonces eres inservible—.

—¡Porfavor ya no aguanto...d-duele mucho!—. Sollozo con fuerza raspando su garganta sintiendo el dolor penetrar su cuerpo entero, las lágrimas corrían por sus mejillas violáceas limpiando el camino entre tanta suciedad.—! N-necesito...Duele!—.

El Alfa divertido veía la escena...aquel Omega de no más de 17 años lo había obtenido como un regalo de su progenitor en una venta de Omegas de un barrio pobre lleno de alfas en busca de dinero y Omegas drogadictos, cuando el más pequeño tenía solo 5 añitos. Su madre una beta despreocupada lo había vendido a la red de prostitución de la cual el padre del Alfa era dueño.

—M-mi bebé...Alfa— La saliva resbaló por la comisura de sus labios rotos y resecos, hizo sus pequeñas manos puños aferrándose al suelo cuando sintió otra contracción, sentía su cuerpo partirse en dos y el dolor hacerse más fuerte cuando sintió la humedad de la sangre salir de su parte íntima, elevo la mirada hacia aquel techo mal colocado de madera vieja.—¡Ahhhhh...Ayuda...!—.

Su rostro era pegajoso por las lágrimas, su cabello sucio y despeinado se pagaba a su frente, sus manos instintivamente tocaron su gran vientre y bajo la mirada contemplando con dolor como el pequeñito cuerpo de su bebé salía de sus entrañas. Sus manos temblorosas tomaron aquella criaturita; su cachorrito lleno de sangre y lo cubrío con sus delgados brazos del frío.

Vio como su bebito lloraba con fuerza, su llanto se escucho en todo el lugar, buscando calor se removió entre los brazos de su madre quien con lágrimas le contemplaba su pequeñito rostro pálido cubierto de sangre tratando de limpiarle, con intensidad miro su cuerpecito grabando en su mente cada detalle.

Omega suelta a mi hijo. La voz del Alfa sonó en la habitación por encima del llanto del bebé. El menor solo supongo acurrucar a su bebé disfrutando de aquel sentimientos que crecía fuerte en su pecho, vio al Alfa fruncir el ceño y levantarse de aquel sillón para caminar hacia el, rápidamente se alejó como pudo.

Cruelmente Destinados|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora