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Me encontraba desorientado, aquel hombre me había ayudado a salir pero no recordaba el camino a casa, ¿cómo regresaría de nuevo a los brazos de mamá?
Me tranquilicé un momento y mientras caminaba gritaba al aire para que mis palabras llegaran a una persona que quisiera ayudarme.

—¡Disculpen! ¿Alguien puede ayudarme?

Nada.
Todas aquellas personas parecían no oírme o tal vez pensaban que estaba loco.

—¡Solo quiero saber cómo llegar a casa! Solo alguna calle donde pueda ayudarme a ubicarme ¡por favor!

Por favor...¿acaso no había nadie?

A mi mente llegó aquel recuerdo del hombre diciendo: "Allá afuera quedarán los más viejos que ya vivieron y los más jóvenes que aún no comenzaban a vivir, morirían pronto; de eso estén completamente seguros".

¿Y si era cierto? ¿Y si ya no había nadie en este mundo ciego? Solo habían logrado lo que querían y me habían abandonado a mi suerte.

Desesperado, corrí en cualquier dirección que me hiciera escuchar o sentir algo que me recordara a mi hogar, si moriría aquí en este mundo de mierda, mínimo quería abrazar a mamá por una última vez.

Corrí lo más rápido que pude, tocando paredes, estatuas, todo.
Cada vez más cerca, supe que me acercaba a casa cuando escuché aquella fuente que se encontraba en un parque cercano, era un sonido único que me hacía recordar cuando el abuelo me llevaba ahí de chico a jugar.
Sonreí al recordar aquello, era libre pero ciego, comenzaba a valorar el no estar encerrado en un lugar donde no conoces a nadie y te alejan de tu familia, tal vez después de todo ser ciego no sería tan malo.

Seguí caminando pero esta vez más lento, disfrutando del clima y tranquilo de saber que estaba más cerca de casa, pero conforme avanzaba aquel clima tranquilo comenzaba a desvanecerse, ya no era aire limpio y fresco, en mi cara se pegaba aquel olor a humo y la suciedad de un mundo completamente destrozado, mientras tapaba mi nariz y seguía mi camino, aquella pantalla gigante y bocina que anunciaba las noticias se encendió, solamente se prendían dos veces al día, una a las 9:00 p.m. y la otra a las 10:00 a.m. lo cual estaba seguro que era la de las 9:00 p.m. por qué en aquel lugar apenas estaba por dormir.
Escuché con atención lo que aquel hombre estaba por decir:

>>Buenas noches damas y caballeros, ciudadanos ciegos lamenta que el mundo se esté viniendo abajo en estos momentos, cómo les hemos estado anunciando, toda contaminación y acciones deplorables que ha estado haciendo el ser humano el cual usa sus capacidades visuales está siendo castigado, es una lástima que por culpa de unos cuantos el mundo se tenga que ir al carajo, pero pronto podremos solucionarlo, el ser humano ciego es mucho más débil para hacer daños, no nos detendremos hasta que no quede ningún ciudadano que pueda ver, nadie en este mundo tendrá que ver, solo así podemos salvarnos.
Así que, si tú ciudadano ciego, conoces a alguien que ande por ahí como si nada pasara, háznoslo saber, salva a la humanidad, sin más que decir, gracias.<<

Por primera vez, en mis veinte años me había puesto a pensar qué tal vez aquellos hombres no eran tan malos como decían, si no que solamente en un intento desesperado trataban de salvar a la humanidad de todo aquel que solo por tener más capacidades se creía superior e intentaba destrozar algo que no le pertenecía, y que a fin de cuentas, era estúpido por qué era también era su hogar.
Me sentí un idiota al no valorar mi vista, al no detener a aquella persona que tiró basura solo por cuestión de no querer llevarla consigo un rato más hasta encontrar el lugar adecuado, al no detener a aquel niño que hacía destrozos a la naturaleza, y es que si lo piensas bien, todos lo hemos hecho alguna vez, y nadie hace nada para arreglarlo, pero...¿qué haría ahora para salvar a la humanidad? Ya no tenía las mismas capacidades y aún no encontraba el camino a casa.

Golpes.
Escuché golpes en aquella puerta de metal, aquella puerta de metal única, aquella puerta de mi hogar.
¿Golpes? ¿Alguien estaba llamando a mi puerta?
Me detuve un momento ahí por instinto, quería escuchar a mamá salir y llenarme los oídos con su melodiosa voz.

Y así fue, aquella puerta se abrió lentamente, y de inmediato escuché esa voz que tanto extrañaba.

—¿Sí? —dijo mamá con un tono bastante triste y apagado.

—¿Es usted la mamá de Byron Bloom?—aludió una voz de mujer, serena y tranquila.

—Sí, soy yo. ¿Pasó algo con él?—en su voz se comenzaba a escuchar un nerviosismo y una pequeña chispa de felicidad.

—Señora...lamentamos informarle que Byron Bloom no resistió a la operación donde retiraríamos su vista.

—Eso no puede ser cierto...Byron era ciego, mi bebé era ciego, como yo. —su voz se quebraba y poco a poco se derrumbaba.

—Reclutamos a todos los jóvenes que teníamos conocimiento de que vivían engañándonos, Byron era uno de ellos y al parecer a usted también la engañó.—dijo aquella mujer.—Nuestro propósito de reclutarlos es quitarles la vista y una vez lográndolo los dejamos libres de nuevo, todo con el propósito de volverlos débiles y salvar a la humanidad.

—Pero...¿a qué se refiere con qué no resistió?

—Murió, Byron Bloom murió.

¿ESPERA? ¿¡QUÉ!?
¿De verdad está diciendo que morí? Vaya tontería, solamente están haciendo sentir mal a mi madre.
Enojado, me acerqué a sus voces lo más que pude, y una vez cerca dije:

—¡Dejen de estarle diciendo mentiras a mi madre! ¡No la hagan sentir mal, solo la dañan! Estoy vivo, ¿que no ven? ¿Acaso también dirán que son ciegos y no me ven? ¡Me han dañado pero estoy vivo! —grité, el enojo me invadía completamente.

Pero solamente escuché el llanto de mi madre y unos pasos alejarse, ¿me habían ignorado?

—¡Hey, que les estoy hablando!

Nada, ninguna palabra y el llanto aumentaba.

—Mamá, no llores. —dije abrazándola— Estoy aquí, ¿no me sientes?

Sin respuesta, de su boca no salió contestación y su abrazo no me apretó la espalda como solía hacerlo.

Me estaba invadiendo el miedo, no podía ser cierto, ¿de verdad estaba muerto?
El sonido seco de la puerta azotarse invadió mis oídos, y todo lo bueno se vino abajo.

—¡MAMÁ! ¡MAMÁ ÁBREME, ESTOY AQUÍ! —grité, y el llanto comenzó a salir sin permiso alguno—¡MAMÁ! ¡NO ME IGNORES, SÉ QUE ME ESCUCHAS! PERDÓNAME POR MENTIRTE, LE HICE UNA PROMESA A MI ABUELO.—Mi llanto no me dejaba pensar con claridad, mi cabeza dolía y mis lagrimas calientes recorrían mis mejillas.

Me cansé de gritarle y decirle que no estaba sola, pero jamás me escuchó.

—Mamá...te amo. —susurré por última vez.

Mundo ciego. #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora