Capítulo 7

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Era una mañana nublada, las vestimentas de color negro parecía una moda entre las personas, la suave brisa de una lluvia ligera acariciaba los rostros de quienes asistieron al funeral del padre Kageyama. El ataúd ya estaba siendo trasportado por una carroza hacía el campo santo comunitario de aquel pueblo.

El padre Tsukishima, quien fue el que oficio la misa de despedida, se encontraba al frente de la multitud de gente que seguía la carroza. El rubio se veía triste, pues le dolía tener que ser él quien tuviera que despedir a su colega y tener que darle santa sepultura; sin embargo, no se veía tan deprimido como Hinata.

El padre Hinata siempre fue cercano a Kageyama, pues se conocían desde la escuela media superior y fueron fieles ciervos del Señor por el mismo tiempo; a pesar de no ser los mejores amigos y siempre molestarse entre ellos, eran cercanos el uno con el otro y se estimaban de la mejor manera. 

Hinata estaba al lado de Tsukishima, el naranjo sostenía la fotografía del azabache con un listón negro mientras caminaba cabizbajo, perdido en su mundo. Aquellos ojos naranjas que siempre mostraban alegría ahora estaban rojos e hinchados, Hinata se la había pasado toda la noche en vela, llorando junto al ataúd de su colega, definitivamente, le había pegado la muerte del azabache. 

Una vez que todos llegaron al cementerio, el guardia los guío por el lugar hasta que dieron con el nuevo lugar de eterno descanso para Kageyama. El ataúd se colocó cuidadosamente en el agujero anteriormente escarbado para que este entrara. Mientras la tierra comenzaba a cubrir el ataúd, Tsukishima daba la última oración para despedir a su colega.

-Santa María, madre de Dios, ruega por él y por nosotros los pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Gloria al padre, al hijo y al espíritu santo, como era en un principio ahora y siempre por los siglos de los siglos, amén - Una vez que el rubio terminó su oración, el ataúd ya estaba cubierto por la tierra y las personas empezaban a dejar ramos de flores cerca de la ahora tumba.

La pequeña multitud de personas, entre ellas algunos niños que fueron alumnos de Tsukishima y Kageyama, derramaban pequeñas lágrimas, pues a pesar de no ser la persona más amable de aquel pueblo, Kageyama siempre fue una persona humilde y muy tranquila, además, los niños de aquel pueblo lo adoraban porque les había enseñado de la mejor manera la palabra de Dios.

Una vez que quedaban pocas personas en el campo santo, Tsukishima se dio cuenta de la presencia de Kuroo, quien se iba acercando hacía él para dejar un ramo de flores blancas. El rubio saludo de mala gana a Kuroo, no estaba de humor en esos momentos, aún así, intento ser lo más amable posible.

-Buenos días padre - dijo Kuroo mientras dejaba el ramo de flores cerca de la tumba

-Buenos días - dijo Kei con notable tristeza en su mirada

-Disculpe ¿esta bien? se nota bastante triste

-Realmente lo estoy, el padre Kageyama fue un increíble amigo, pude haber hecho mucho más para evitar esta tragedia

-Lo siento padre...

-¿Y dónde está el señor Oikawa? ¿No viene con usted?

-No, tuvo una invitación de trabajo en el extranjero y se fue un día antes de que el padre Kageyama muriera

-Ya veo...Dios lo acompañe

Durante esa pequeña conversación, Kuroo noto que la mayoría de decoración en la tumba eran flores, específicamente rosas en su mayoría. Esto extraño al millonario, quien solo había llevado un ramo de flores blancas, así que por mera curiosidad, le pregunto al rubio el por qué de esto o si era alguna costumbre del pueblo.

-Oiga padre ¿Por qué rosas?

-¿A qué se refiere?

-Bueno...veo que la tumba del padre Kageyama esta repleta en rosas, ¿Por qué ocurre esto?

Que Dios me perdoneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora