Capítulo 10

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3:10 de la mañana, Tsukishima estaba bien arreglado y vestido; sin embargo, había olvidado las cosas de mayor valor para él: su biblia y su rosario de plata. A pesar de eso, nunca se le vino a la mente que había olvidado aquello tan preciado; de algún modo, Dios ya no estaba presente en su cabeza para esos momentos.

Tsukishima salió presuroso de su habitación para reunirse con Kuroo y las pisadas apuradas del rubio hacían eco por los amplios y silenciosos pasillos del convento. Aunque Kei tenía prisa, intentaba ser lo más sigiloso posible, pues sabía que si el obispo se daba cuenta que quería salir a altas horas de la noche lo mataría.

Aunque pudo salir exitosamente sin despertar al obispo, hubo alguien que si pudo estar consiente en aquel momento: Hinata. El padre pelinaranja tenía problemas para dormir, y fue más que obvio para él que alguien tenía prisa por salir por los pasos que escuchó en las afueras de los cuartos del convento.

Hinata se levanto dejando de lado las sábanas y, como tenía la costumbre de dejar la puerta de su habitación abierta, vio como entre la tenue luz de candelero estaba la delgada figura de su colega de cabellos rubios saliendo rápidamente del pasillo. Sin titubear, y aprovechando que era el único sacerdote con el privilegio de tener un ventanal en su cuarto, observó que afuera, justo enfrente del almacén, estaba parado un pelinegro que conocía muy bien: Kuroo.

~Así que el señor Tetsuro es culpable de todo~ pensó el padre Hinata. Ya más molesto que temeroso, Hinata estuvo dispuesto a detener a Tsukishima. Tomó su abrigo y se dispuso a salir, hasta que de la nada, la puerta del cuarto se cerró de golpe en su cara, volteó al ventanal y las pequeñas puertillas de esté también se habían cerrado. Algo o alguien lo había encerrado para que no previniera al rubio.

Hinata intento abrir la puerta de cualquier modo, sin embargo, fue inútil. Al parecer el sonido de forcejeo despertó a los demás haciendo que sacerdote y obispo (Yamaguchi y Sugawara) fueran a su ayuda. Después de varios intentos y de casi destrozar la puerta, esta última se abrió dejando al descubierto la cara de preocupación del pequeño.

-Tenemos que ayudar a Tsukishima

-¿Qué? hable claro padre Hinata - dijo el pecoso sin entender lo sucedido

-Es Tsukishima padre Tadashi, el señor Tetsuro lo citó afuera para quien sabe qué, pero seguramente no es algo bueno.

Yamaguchi y Sugawara, intentando comprender a su colega de cabellos naranjas, decidieron hacer caso de la advertencia de Hinata e ir por Tsukishima. Tras verificar que en efecto, Kei no estaba en su habitación fueron a buscarlo; pero conforme se acercaban más al rubio las puertas se cerraban de golpe en sus narices haciendo que cada vez fuera más difícil derribarlas y por ende, perdieran más tiempo buscando a Kei; además, el olor del convento comenzaba a hacerse bastante desagradable.

Para los momentos en que obispo y los otros dos sacerdotes peleaban con las puertas, Tsukishima ya se encontraba caminando en los jardines del convento que daban camino hacía el almacén. Tras pasar el jardín y llegar a una zona más boscosa del convento, por fin llego al almacén donde se ya estaba Kuroo parado.

-¡Hola padre! - dijo el millonario sonriente tras notar la presencia del rubio

-Hola señor Kuroo - dijo amable el rubio

-¿Listo para irnos?

-Algo así...pero cómo no veo su vehículo señor...

-Por eso no se preocupe, podemos tomar un atajo rápido por su almacén

-¿Por el almacén?

-Así es padre, entré - dijo Kuroo mientras abría la puerta de aquél oscuro lugar donde supuestamente el convento guardaba lo que ya no ocupaba

Que Dios me perdoneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora