Capítulo 8

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Había pasado alrededor de un mes, quizás un poco más, cuando la primera tragedia puso un pie en el convento. Un mes había pasado desde el fallecimiento de Kageyama, a pesar de haber sido una horrible experiencia, todo parecía volver a la normalidad, claro no en su totalidad, pues aún se se sentía la ausencia de sus pasos y el silencio de las discusiones con Hinata. Los bienes materiales del pelinegro fueron donados a la caridad y sus amadas rosas se quedaron al cuidado de Hinata y de Tsukishima. 

A pesar de todo, todos lograron salir adelante, o eso parecía...pues él único que había cambiado era Tsukishima. No parecía un cambio para mal y no era notorio en lo absoluto, solo se había hecho aún más callado y serio, y al igual que su fallecido colega, se la pasaba la mayor parte del tiempo en el jardín, sentado junto a las bellas rosas, leyendo su biblia.

Cualquiera pensaría que aún le dolía el hecho de perder a un gran amigo y compañero, sin embargo, el trasfondo de esto era mucho peor.  Detrás de aquel rostro serio pero sereno...en los pensamientos del rubio solo existía el confuso y fugaz deseo por aquel millonario de cabellos negros como la noche y ojos que incitaban al pecado.

Aquel día, el sol hacía brillar los cabellos dorados de Tsukishima y la escena hacía juego con las rosas del color carmín más hermoso, los bellos ojos miel de Kei permanecían fijos en el texto de la Santa Biblia, parecía muy concentrado las palabras del Señor, pero la verdad es que ni siquiera prestaba la más mínima atención a su lectura, en su mente solo estaba la belleza surrealista  de  Kuroo.

-¡Tsukki! ¡Puedes venir un momento, alguien quiere hablar contigo! - grito Yamaguchi desde dentro de la pequeña capilla que daba hacía afuera

-¿Quién es? - dijo el rubio despertando de sus pensamientos, y acomodándose los lentes, se levanto de su asiento

-Es el señor Kuroo, dice que habían quedado para hablar hoy 

-¿Eh?... - Kei estaba confundido, ¿cuándo habían acordado una visita?, sin duda le extrañaba que Kuroo viniera de la nada, aunque tampoco quería dejarlo en la entrada esperando, eso era de mala educación - Dile que me espere un momento, lo atenderé en unos instantes

-¡Esta bien! - dijo el pecoso lanzando una pequeña sonrisa a su amigo y se fue

Aunque la visita le vino de sorpresa al rubio, estaba lleno de nervios, y ese sentimiento de incomodidad volvió, pero...¿se sentía feliz?, de alguna manera aquella visita aumentaba su estado de ánimo, como cuando una mujer se entera que el chico que le gusta también siente algo por ella.

Tsukishima hizo el torpe intento de arreglarse rápidamente y salió a ver a aquel hombre que ya hacía tiempo que le quitaba el sueño, mientras caminaba en dirección hacía la salida del convento, la misma pregunta que desde hace algún tiempo le inundaba la mente ¿realmente ya sentía un sentimiento por Kuroo?

En cuanto salió del convento, se encontró con un auto muy lujoso y elegante de color negro, y recargado en este, se encontró a Kuroo, pero lo que lo distinguía ahora es que no vestía con su típico traje de siempre, lucía algo más casual sin dejar ese toque elegante y sensual que lo caracterizaba cada vez que iba a misa.

Kuroo vestía un pantalón de vestir negro, el típico calzado de oficina perfectamente lustrado y una camisa gris claro con los dos botones superiores sin abrochar, además de que su pose en el momento lo hacían parecer un modelo de revista, lo que hacía que se viera aún más atractivo de lo que ya era.

-Padre Tsukishima, es un gusto de nuevo - Hablo el millonario con una sonrisa al momento de notar la presencia del rubio

-Hola señor Kuroo - dijo el rubio despertando de su análisis a la vestimenta de Kuroo, aún así no despego la vista de este

Que Dios me perdoneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora