Chilaquiles

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Después de un mes de lo ocurrido en los campos de Elíseos las cosas empezaron a recomponerse de poco en poco. A Seiya quien fue el más afectado se lo llevaron para ser cuidado por Seika con las algunas visitas frecuentes de su diosa Athena mientras se encontraba en estado vegetal; Hyoga decidió volver a Siberia para visitar el lugar donde yacía su madre ahora sumergida a profundidades inalcanzables; Shunrei se llevó de vuelta a los Cinco Picos a Shiryu; y los hermanos sin un lugar exacto a dónde regresar volvieron hasta Japón donde estaba la tumba de su madre dispuestos a visitarla constantemente.

Aquellos hermanos consiguieron un departamento de renta temporal ya que no consideraron apropiado quedarse en la mansión Kido, aunque igual casi no estaban ahí debido a los entrenamientos por su cuenta, eso sin mencionar que poco después Fénix se fue como era costumbre dejando al menor solo.

Un cansado Andrómeda caminaba con pesadez hacia la antigua mansión Kido luego de un arduo entrenamiento al ser solicitado el día anterior. Su cabello estaba alborotado y con algunas hojas en este, su piel nívea tenía leves rasguños y su ropa lucía sucia. Pues aunado a su pesado entrenamiento descubrió que su presencia no era del agrado de los gatos.

Su fatigado cuerpo se hacía más lento en cada paso y de un momento a otro este se desvaneció sobre unos arbustos, allí una señora quien barría frente a su local se acercó hasta el desmayado buscando ayudarlo.

—Shht —chistó palmeando su mejilla—. ¡Ey! ¡Tú, muchacho! —llamó de nuevo sin éxito—. ¡Mario! ¡Tráete el alcohol! —gritó a su esposo.

Pasaron el algodón con alcohol cerca de su nariz que lo hizo reaccionar. Andrómeda giró a ver sorprendido por las personas a su alrededor.

—A ver, denle aire al muchacho —dijo aquella señora apartando a los otros.

Su vista lucía algo distorsionada y con ayuda logró ponerse en pie. ¿Qué había pasado? ¿Quiénes eran esos extraños extranjeros?

—Tú —señaló—. ¿Eres el del torneo galáctico? Mmm... Shun... Andrómeda.

No entendió la pregunta, aunque por el tono supo que era una interrogativa, sin embargo, al escuchar su nombre y constelación asintió dudoso logrando que la señora se emocionara. Sin consentimiento alguno lo tomó de la mano llevándolo dentro de su local, un pequeño establecimiento de comida mexicana. El señor que también entró y dos jóvenes no tardaron en acercarse también con entusiasmo tanto como por lo que decía aquella mujer como por su presencia.

—Pero mira nada más, si estás ya en los huesos —dijo una chica de aproximadamente unos diecisiete años recibiendo un zape de la que aparentaba ser su madre—. ¡Auch! ¡Si por eso se ha desmayado! —se justificó.

—¡Alejandra, cállate! Estás viendo y no ves, ¡su ropa! Ve y tráele algo mejor que esos harapos —señaló el cuerpo completo del caballero.

Shun seguía mirando con mayor confusión conforme hablaban, cuando lo señalaron se sintió avergonzado, sí era un desastre. Lo llevaron a sentarse en un pintoresco comedor donde un rico olor llegó a su nariz haciendo a sus tripas rugir, ahora que lo recordaba no había almorzado ni comido.

—¿Qué? ¿Ya tienes hambres o te vas a hacer el de la boca chiquita? —preguntó el señor.

Al ver su gesto confundido hace una seña como si se metiese algo a la boca en este caso su mano.

—Co mi da... ham bre —habló silábicamente.

Con algo de trabajo Andrómeda logró entender y asintió poniendo las manos en su panza hambrienta.

—¡Tráiganle algo a este niño de comer, por favor! ¡¿No están viendo que no tiene de dónde agarrar?! —exclamó el señor de alguna manera logrando asustar al menor por la gravedad en su voz—. No te apures, mijo, orita te traen algo pa ruñir, aguántame nomás.

One Shots [Caballeros del Zodíaco]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora