El forastero

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Finales de verano, un jardín adornado por esas bellas flores y un encantado Afrodita rodando sobre una pequeña colina cuesta abajo embriagándose con el fresco olor de la naturaleza, mientras un desinteresado Death Mask observaba a su amigo ser cubierto por el verde del pasto. Bufó un poco ante la risa divertida del sueco y no pudo evitar girar a verlo, tan a gusto, tan libre, era como un ave saliendo por fin de su jaula. Cualquiera que los viera notaría sus diferencias, hasta dudarían de que se conocieran pero ellos tienen historia, una que formaba el más firme lazo de hermandad.

Bolzano, una ciudad en una provincia al norte de Italia. Había una enorme casa a los costados de la ciudad, ahí donde la brisa era más fresca, los árboles altos hacían buena sombra y donde unos suecos llenaron de amor a su primer y único hijo de singular belleza que cuidaban cual joya, Afrodita Andersson.

Desde que nació su vida estuvo llena de lujos, sus padres eran biólogos en Suecia, conocidos por las diversas investigaciones acumularon el dinero en su cuenta bancaria, sin embargo, al nacer Afrodita optaron por retirarse del campo un tiempo para dedicarse a cuidarlo, así fue como decidieron mudarse a las tierras italianas. No fue para nada malo pues al estar en otros entornos les sirvió igual para crear nuevos artículos, además del tiempo de calidad con el pequeño quien reía en todo momento al estar en contacto con el entorno de la naturaleza.

Algunos años pasaron, su cuarto repleto de juguetes, libros de botánica para niños, entre algunos cuentos infantiles pero ya no era suficiente. Tenía 7 años cuando se dio cuenta de que se aburría tanto entre esas enormes paredes, tanto por compartir y no conocía a nadie, se sentía solo y a pesar del amor incondicional que le proporcionaban sus progenitores los ojos de ese pequeño de cabellos celestes estaban tan apagados como una noche sin estrellas.

No obstante, intentaba ser optimista, tenía demasiado espacio para dejar volar su imaginación y un jardín de ensueño. En uno de sus descansos de las clases particulares salió a ver cómo estaban sus rosas, les tenía mucho cuidado ahora que sabía haría frío por lo que siempre salía a hablarles un poco luego de leer y escuchar de sus padres que si él se comunicaba con sus plantas estas crecerían mejor.

—Se viene una helada igual al año pasado —anuncia y se acercó para acariciar el pétalo de una rosa—, pero sé que podrán resistirlo de nuevo para crecer más bonitas que antes así que deben ser fuertes —finalizó rociando un poco de agua con un atomizador.

Mientras sonreía satisfecho y a punto de devolverse alzó su vista a la sombra del hombre robusto frente a él regalándole una sonrisa apenada.

—Ah, ahí estaba —habló el hombre tomando de las manos de Afrodita el atomizador—. Joven Andersson ¿no debería estar usted en sus clases? Me pareció ver al maestro Shion en la sala.

—¡Estoy en mi descanso, señor Sage! —se apresuró a decir el menor.

—Ya veo —sonríe—, bueno yo me encargaré de sus rosas ahora, las cuidaré bien, no se preocupe —le guiña un ojo para darle mayor seguridad.

Él era alguien especial en cuanto a sus rosales y le gustaba encargarse él mismo de ellos, pero igual confiaba en su jardinero pues llevaba los mismos años que Afrodita tenía con ellos. Antes de poder protestar pudo notar que detrás del señor Sage estaba un niño de cabellos azules, moreno, con un semblante molesto tomado del pantalón de su padre. Ya lo había visto antes, mas nunca habían cruzado más de dos palabras de cortesía.

Esa tarde que sus clases terminaron salió al patio para jugar con su pelota y mientras la botaba esta terminó por volar y caer cerca de unas plantas dejando oír un quejido.

—¡Ouch! —salió una cabeza con cabellos azules girando a ver de dónde vino el golpe.

—¡Oh, no! ¡Los geranios de mamá! —se tapó la boca acercándose a las flores caídas.

One Shots [Caballeros del Zodíaco]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora