VI

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Mira Norman- Expreso la pequeña pelirroja emocionada, corriendo hacia la orilla en donde se encontraba el albino sentado sobre un manta.

La insistencia de Emma había vuelto hacer de las suyas hace dos semanas. Emma había estado en casa de Norman- Como todos los días -teniendo sus clases de etiqueta, a las cuales a la terca de nuestra niña de ojos verdes no le gustaban para nada, prefiriendo estar afuera jugando con barro o corriendo sin rumbo alguno en el bosque, pero a causa de que se quería llevar a Norman para hacer dichas actividades no podía, la primera era porque serian castigados con no verse por un mes entero, algo que Emma no soportaría teniendo suficiente con que los separan por dos semanas, la segunda era porque corría el riesgo de que por su culpa el albino enfermara y terminase encerrado otras dos semanas en su habitación, así que no se iba a arriesgar. En fin, cuando las clases de Francés terminaron le hizo una pregunta a Norman, la cual no esperaba la respuesta negativa del menor, lo que hizo que su cerebro hiciera corto circuito mientras una idea brillante se le venia a la mente.

Y por idea brillante se refería a rogar y suplicar para cumplieran su petición.

Norman no conocía el mar, jamas lo hizo por una sencilla razón, y todo eso tenia que ver con su sistema inmune patéticamente débil. Si iba cuando hacia demasiado calor podría recibir un golpe de calor, si iba cuando estaba frió lo mas probable era que pescara un resfriado y si no era por ninguna de las dos, probablemente su cuerpo reaccionaria en forma de alergia al poner un pie en la arena o un cangrejo le cortara un dedo con sus pinzas- Lo ultimo era exagerado pero no habría que descartar probabilidades, es Norman y los peligros constantes siguiéndolo de quien hablamos-.

Para evitar todo eso Emma ideo un plan perfecto.

Hablo con los padres de su amigo para que fueran de salida a la costa a mediados del verano, que era cuando el clima era algo caluroso pero fresco, pudiendo llevar unas sombrillas y mantas cerca de donde había césped y poca arena, así podrían tener el almuerzo con una hermosa vista al mar y lejos de cangrejos asesinos.

-Mira, son muy bonitas- Dio vuelta al frasco que traía entre sus manos, dejando en el suelo conchas de mar y una piedra de singular color. Las conchas de mar era de color crema, algunas con manchas blancas o naranjas, mientras que aquella piedra ovalada era de un color verde similar al de una esmeralda.

-Tiene el color de tus ojos- Solto un pequeña risita, tomando entre sus manos la piedra y observarla.

-¡Dije lo mismo! Pero te quería enseñar otra cosa que encontré.- Del fondo del frasco saco una pequeña canica azul con toques de blanco, era como tener un pedacito de cielo en un artefacto pequeño y frágil, pues la pequeña figura en forma de esfera era de cristal.- La encontré entre la arena ¡Son como tus ojos! Anda conservarla- Dijo feliz, sonriendo igual que el resplandeciente sol de ese día, solo que no había nueve blanca o gris que la opacara. Mientras tanto, Norman trataba de ocultar su rostro con una parte de la manta al tener las mejillas completamente rojas.

Con las manos ligeramente temblorosas acepto el obsequio, tomando la canica entre sus dedos y ver como el sol hacia un maravilloso trabajo haciendo ver ese objeto aun mas hermoso y reluciente.

De alguna forma así era como se sentía con Emma, ella era el radiante sol que llego a su vida sin previo aviso, haciendo que su monótona y corta existencia se viera llena de risas alegres de una forma casi instantánea. Por otro lado él antes de la llegada de Emma era solo una niño que se veía tragado por la rutina y con sus deberes para ser un conde digno de su familia, pero llego ella como una preciosa luz al final de un túnel de oscuridad y miedo, permitiendole ver por primera vez todo en brillantes colores, borrando lo gris que pintaba a su alrededor y a su futuro, y aunque sabe y tiene perfectamente incrustada en su cabeza cual cuchillo que el futuro que le preparan es inevitable, quiere vivir su infancia a lado de la niña que le hizo ver que no todo era triste y nostálgico, que había una llama viviente de vida que le invitaba a disfrutar cada segundo y minuto que pasara con ella.

For Your Own Good [Noremma] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora