VII

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—Pero que decepción, pensar que tienen el mismo estatus, educados de las misma manera, misma edad y está por debajo de él.

—¿Oiste ese rumor? Al parecer su padre formo en algún momento parte de la mafia italiana, sin virtudes ni títulos, más que una larga lista negra de crímenes.

—¡Pero que descaro! Todavía tiene la osadía de tener tan ridículo comportamiento ante la familia Bell cuando lo sacaron de la miseria en la que nació.

—Dios mío, que vio Isabella en un hombre tan repugnante y para colmo engendrar un hijo de las misma calaña.

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—Ray... Ignoralos.

—Es facil para ti decirlo cuando eres la hija de un noble.

—Creeme, no somos tan distintos.

Y aunque trata de olvidar esos amargos recuerdos que lo atormentan, la constante insistencia de su corazón le está molestando.

Siempre fue inferior, estar bajo la sombra del mejor futuro noble era decadente y frustroso. Solo era un maldito punto que los diferenciaba, como si no tuviera suficiente con el trato de mierda que le ofrecían.

No podía llenar la expectativas de todos. Odiaba estudiar, nada lo hacía por gusto solo para acompletar un ridículo papel como heredero. El no quiere eso, no quiere el estatus ni el dinero, solo quiere largarse de ahí.

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Aquel fragmento de su vida ocurrió en un momento triste, que siempre lo dejaba con una sensación agridulce. La sensación agria era por los murmullos que desprendían un intenso aroma a odio, a su existencia etiquetada como una mancha oscura en el mundo, a la sangre impura que recorría en sus venas y a su actitud tan miserable. Y la parte dulce, provenía de aquella rubia que intentaba darle ánimos y a la que de igual forma la veía tan miserable como él, pues al ser una mujer y la segunda hija de su familia ella no tenía otro destino más que sobrevivir por su cuenta o en muy dado caso casarse con algún otro noble.

Al menos ella tenía opciones, pero parecía que esas opciones no eran de su mínimo agrado y lo comprendía ¿Quién carajos querría casarse con un vejestorio que le triplicara la edad? Además todo sería por mera conveniencia.

Ambos eran miserables viviendo en cuna de oro.

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El triste ruin de su existir se debe a ser hijo de un italiano y por si fuera poco era de la mafia, el nombre de su padre era Leslie, un hombre de buenos sentimientos, con cara de ángel pero un demonio por dentro cuando se trata de sus negocios, y eso lo supo porque estuvo viviendo con el por 5 años.

Cuando fue el nacimiento del azabache su madre, Isabella—quien era la primera hija del conde Bell—hizo que lo pasarán por muerto, no porque no quisiera a su hijo, sino porque cuando su esposo con el que fue obligada a casarse se diera cuenta que ese niño no se parecía a él, en especial por los ojos de tonos lilas heredados por Leslie, podría causar un completó desastre con ambas familias unidas por el matrimonio. Por dos años mantuvo a su hijo oculto con una familia de las afueras para que lo cuidarán por una suma de dinero, ya que en esos dos años no pudo contactar a Leslie por más que pudiera hasta que lo consiguió.

En resumen, cuando Leslie se enteró de la situación y de que Isabella había tenido un hijo suyo desde su último encuentro, acepto llevarse al niño para cuidarlo y educarlo. Claro está que esto no fue para siempre, puesto que cuando cumplió sus 7 años estaba en Londres con su padre terminado un negocio, el cual fue el último cuando fue asesinado por el perro de la reina de aquel entonces.

Ante esto y evitar ser culpado de algo más, la policía lo interrogó en caso de que supiera algo de los contactos de su padre, y claro que sí sabía pero no iba a decir nada, así que como último recurso lagrimeo sin poder parar, suplicando por su madre y cuando el detective pregunto por ella el respondió con simples que su madre era Isabella Bell.

Y claro que al principio todos pensaron que les estaban tomando el pelo, pero cuando Isabella llegó alarmada a la estación y abrazo al pequeño niño como si su vida dependiera de ello, se dieron cuenta que no había ni una sola pizca de engaño en ello.

Estar con los nobles era un infierno, no solo por las horribles clases de etiqueta sino que también tenía que soportar los constantes murmullos nada simulados de la servidumbre despreciando su existir, pues desde su llegada se le fue titulado como el Hijo maldito de los Bell, pues en cuanto llego la familia parecía haberse ido por un carajo y a duras penas la cabeza de la familia aceptaba que Ray estuviese viviendo en el mismo techo, y al ser el primer hijo y varón de Isabella tenía privilegios, privilegios que ninguno de sus otros hermanos hijos del esposo de su madre estaban dispuestos a permitir que tuviera si contamos las veces que intentaron matarlo con obviedad.

Fue una triste vida hasta que conoció a Emma, quien como toda salvadora lo sacaba de su miseria teniendo pequeños encuentros de vez en cuando, ya que al parecer estaba "ocupada" con muchos asuntos pendientes. Al menos eso fue hasta que se percató de que había un sol quizas mucho más brillante y hermoso, y lo era porque se encontraban de la misma forma. Rotos y buscando apoyo del otro.

Aún así, el anhelaba la atención del sol con un brillante prado verde, ignorando al del cielo azul y del amar al cual estaba acompañado de su una prado de tintes verdosos.

Pero esa es una parte de la historia, una de las tantas piezas del rompecabezas que falta por a completar.

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El resentimiento y sed de una venganza coloreada de rojo se lo ganó la familia Ratri. Se lo ganó Norman, se lo ganó Emma, se lo ganaron todos por volverle la vida un asco, cada individuo de esa familia se lo habían ganado.

O al menos la mayoría.

Su pecho sube y baja, entre abre los ojos notando que veía borroso gracias a lo cristalinos que se encontraban, su cuerpo está caliente y gotas de sudor resbalan, siente frío y nota un paño húmedo puesto en su frente. Al mirar a su costado nota que no está solo, pues ve a su rubia compañera leyendo un libro.

—Lo siento.—Dice de la nada el azabache, tomando la mano de Anna y entrelazarla con la suya.

—¿Es por el ataque?

—No. Es por haberte arrastrado conmigo.

Sabía a lo que se refería. Lo único que hizo como respuesta fue suspirar, cerrar el libro con su mano libre y prestar su completa atención a un Ray que parecía estar delirando por la fiebre. Se acercó hasta quedar justo a un lado de su oído.

—De hacer falta te seguiré mismo infierno. No importa si quieres ser un dios o un demonio. Te amare en todas tus formas.—Dejo un beso en su mejilla, notando que se había vuelto a quedar dormido.—Te amare aunque Emma se interponga aquí—Puso su dedo índice en dónde se encontraba el corazón del azabache.

Quizás jamás le diga que tuvieron esa conversación.










Si hay dudas con el capítulo me avisan uwu
Los amoquiero 💕
Nos leemos luego ;)

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