III

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La rubia de coleta alta caminaba por el pasillo de paredes decoradas con tapizado rojo, en la que se podían resaltar rosas negras con espinas como un detalle más, dejando que la luz de luna hiciera contacto con su piel haciéndola ver más blanca. Abrió la puerta sin pedir permiso, encontrando la habitación de quien es su jefe o mas bien"su majestad", como el había pedido que le dijesen.

—Cuentame las novedades.—Pidio el azabache, sosteniendo con una mano una copa de vino  y con la otra un libro.

—Uno de los empleados en el puerto hablo.

—¿A quienes?

—Norman Ratri.

El escuchar ese nombre le causaba repugnancia, y no solo eso, tambien hacia que su carácter se pusiera de lo peor. Cosa que la rubia ya estaba lista para soportar.

Pero todo lo contrario a eso, solo se alcanzo a escuchar una risa seca, seguido del sonido de la copa de cristal haciéndose añicos al caer contra el suelo y de las páginas del libro siendo cerrado.

La rubia se mantenía quieta en su lugar guardando eterno silencio, observando apenas como el chico de hebras negras se levantaba y caminaba hacia su persona.

—¿Encontraron el cuerpo de quien abrió la boca? Porque he de suponer que no lo debieron dejar vivo.

—El cuerpo de la víctima fue encontrado en pedazos, con una mujer que parecía ser pareja del hombre con un vestido blanco a un lado de los pedazos de su esposo—Respondió.

—Que elegante, digno que un caballero inglés.

El azabache ya se encontraba frente a frente con la rubia de no tan baja estatura, removiendo el pequeño mechón de cabellos que tenía suelto del rostro de la chica.

—Visitaremos Londres, no podemos dejar las cosas así como si nada.

—¿Eso no sería más peligrosos?

—Quizas, pero tenemos asuntos que arreglar. Además, me gustaría conocer a tu hermano.—Le beso la frente, pasando a un lado de ella y seguir su caminar.

Bien podría haberse quedado quieta ante aquella muestra de afecto que le había hecho sonrojar un poco, pero tenía que seguir al azabache ya que era parte de su trabajo, y aúnque le inquieta un poco volver a su hermano, espera que aquella chica no esté cerca de él.

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—¿Londres?—Cuestiona el albino, dejando en la mes una taza de té.

—Sí, es el cumpleaños de Lady Barbara y la familia Will solicita que usted esté presente.

—Que pesado—Suspira— ¿No hay forma de que me niegue?

—Es su prometida—Dice la pelirroja desde el otro lado del escritorio.

Solo alcanza a soltar un bufido y recargarse en el escritorio. Si fuera por su propia mano ni si quiera saldría de la mansión, se quedaría ahí todo el tiempo posible y no trabajaría, pero tenía una misión que cumplir así que tampoco podía estar perdiendo el tiempo en fiesta de cumpleaños, pese a que estamos hablando de su prometida. Tocan la puerta tres veces y es Emma la que ha ido a atender.

—¿Ocurre algo, Gilda?

—Es la correspondencia—Responde la de anteojos, entregándole el sobre a la chica—Compermiso, me retiro.

Emma volvió a cerrar la puerta, observando el sobre el cual no contenía remitente y ninguna pista de quién lo haya mandado. Abrió el sobre, sacando la hoja que contenía doblada en cuatro partes para proceder a leer su contenido.

For Your Own Good [Noremma] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora