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Cap. 24

Movistar Arena.
3:00 p.m.
43 horas después del atraco.
Día D.

Valentín.

Mi corazón amenazaba con salirse de mi pecho, mantenía un ritmo violento como el escenario al que nos estábamos enfrentando.
Había superado el miedo durante estas situaciones, después de aquellas noches ya nada significaba para mí temerle a una bala.
Ya nada podía asemejarse a aquel dolor.

Hoy todo era diferente, hoy todo se sentía diferente.

Había intentado dejar de sentir esto, dejar de sentir en general, a eso me había adaptado y hasta estos días había dado resultado.
Pero ya no era capaz de entender lo que era , ya no era capaz de ocultarlo porque era una sensación mucho más fuerte que yo.

Y en el momento en que lo ví, indefenso, a merced de la muerte. Un mal cálculo, un movimiento impresiso habría sido suficiente, entonces actuó mi instinto, esa habitad que no visitó con frecuencia, ese lugar que me dediqué a enterrar por muchos años intentando olvidar lo que había hecho.

El morocho temblaba y mantenía una respiración agitada, Lit se encontraba disparando en la puerta cuidandonos la espalda mientras yo me encargaba de arrastrarnos hacia adentro.

Cuando la puerta se cerró a penas pude pararme y ser consciente de lo que había hecho, pero ya no había tiempo para arrepentimientos.

La mirada de Lit me indico lo agitado que se encontraba, no preguntamos y nada y corrimos a la puerta trasera para encontrarnos con Ecko a la vez que se escuchaban retumbar los disparos en la puerta principal.
Teníamos que actuar rápido, si nos acorralaban no habría vuelta atrás.

El motor estaba encendido, la camioneta vibraba con violencia y nuestras respiraciones agitadas acompañaban a la sinfónia de adrenalina y tensión que se había formado en el lugar.

Mauro tomó el volante mientras Ecko se apartaba dejándole el espacio libre y sentándose al lado, yo iba atrás con Ribba que seguía en un estado que se me había difícil comprender.

- Tienen que salir de ahí - se escuchó a Dam a la vez que Lit presionaba con más fuerza el acelerador haciendo rechinar las ruedas del automóvil .-

Las ventanas polarizadas impedían que nos observaramos desde afuera, las sirenas se escuchaban a lo lejos y la bocina de los autos empezó a sonar cuando pasábamos con la camioneta en medio de las calles. No tenían que ser demasiado listos para dar con nosotros, ese era el real desafío asegurarnos que no nos atraparan, huir.

Por suerte nosotros éramos expertos en ese ámbito.

La camioneta dió un violento giro hacia la derecha ocasionando que le morocho perdiera el equilibrio y cayera sobre mí, lo tome del brazo para estabilizarlo y lo obligué a sentarse a mi lado.

Ya no era consciente de hacía donde íbamos debido a lo limitada que era mi visión desde esta parte, sin embargo, la velocidad a la que manejaba mi amigo me aseguraba que nos habíamos alejado del tráfico de la ciudad.

Las sirenas todavía se podían apreciar.

Hasta que el freno detuvo también el tiempo.

Atraco ; WosaniDonde viven las historias. Descúbrelo ahora