𝐋𝐎𝐕𝐄𝐋𝐘 ;; ʸᵉᵒⁿᵍʸᵘ

diecinueve.

Abrazados, ambos en silencio, callados por la incógnita de lo que pasaría, ambos escucharon cuando la lluvia comenzó a caer de nuevo, esta vez era tranquila, casi silenciosa.

— ¿Será la última lluvia? — preguntó Beomgyu.

— Creo que sí... Está es más tranquila, como si se estuviera despidiendo.

Beomgyu se acurrucó un poco más en su pecho, podía escuchar sus latidos, tranquilos, siempre pasivos.

Lo admiraba por siempre estar así.

— De alguna forma... No quiero irme, porque no sé que pasará luego, no sé si te encontraré.

— Si no me encuentras, yo lo haré, lo prometo.

— Y además... No recuerdo nada, ¿Voy a entender algo del mundo real?

— Quiero creer que al regresar... Tendremos nuestras memorias de regreso — dijo—. Y si no, nos tendremos el uno al otro, Beomgyu.

El menor alzó su rostro para dejar besos en el cuello de Yeonjun, esperando a que él comprendiera, y claro que lo hizo, bajando hasta sus carnosos labios y besándolo con efusividad, haciendo que soltaran suspiros.

El mayor abrazaba la cintura del menor, pegando sus cuerpos, Beomgyu tomaba el rostro de Yeonjun, manteniendo sus rostros unidos, separándolos únicamente para tomar aire, en un beso que se hizo desesperado y hambriento, Yeonjun fue quien lo detuvo, mirando los ya hinchados labios del menor y sus brillantes ojos, sus mejillas encendidas, respirando agitadamente.

— Beomgyu... Esto es un show, en vivo posiblemente, no sé cuántas personas nos están viendo.

Beomgyu rió, casi inocentemente

— Yeonjun, té censuraron el culo cuando te incendiaste. Cortarán cuando meta las manos bajo tu remera — dijo, y como si estuviera probando su argumento, colocó sus manos sobre su abdomen, haciendo que Yeonjun sintiera un escalofrío.

— Beomgyu... No sé si quiero arriesgarme a que el mundo vea mi verga.

— Yo creo que les gustaría — mordió levemente su labio inferior.

Yeonjun se ruborizó de vergüenza.

— Beomgyu, no

— Beomgyu, sí — se burló el menor riendo, de un movimiento los giró y él quedó sobre él contrario, sentado sobre su entrepierna—. Lo siento, pero no quiero despertar, ver que no estas y quedarme con las ganas de hacerlo.

Yeonjun lo pensó un segundo en silencio, hasta que acomodó sus manos sobre las caderas de Beomgyu.

— Sólo una vez — dijo, casi susurrando, a lo que Beomgyu sonrió ampliamente, como un niño cuando recibe un dulce, metió las manos debajo de su remera, y en ese mismo momento, las luces fueron apagadas, dejándolos más en la oscuridad de lo que ellos consideraban su noche.