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"¿Yoongi podrías darnos tu opinión sobre la economía coreana?" Llamó la maestra, lo que provocó que todas las miradas se posaran en mi. Estaba completamente perdido sobre lo que estaban hablando en la clase.

Mi cerebro era todo un caos en estos momentos.

"Este...lo siento, no estaba poniendo atención." Me disculpé con la maestra. Iba a decir algo pero, ¿y si estaba incorrecto? No iba a quedar como estupido, así que preferí decir la verdad.

Solo quería que el tiempo pasara rápido.




Mis ojos se abrieron como platos al darme cuenta que ya había terminado la eterna clase y que tenía que salir de ahí cuanto antes para no toparme con Jeongguk.

Tomé todas mis cosas y las eché dentro de mi mochila rápidamente. Me puse la mochila en uno de mis hombros dejándola colgar y salí por la puerta trasera.

Pero mi corazón se detuvo cuando vi a Jeongguk parado en una esquina del pasillo hablando con sus amigos. A lo que me quedé observándolo un rato sin salir del marco la puerta.

Se veía tan lindo sonriendo, sus dientesitos que se le asomaban cuando se reía y sus ojitos formando dos líneas mientras lo hacia.

Pero mi admiración duró poco cuando me percaté de que Jeongguk me había devuelto la mirada y venía hacia mi.

Estaba en pánico. Lo único que recurrí a hacer fue correr entre la multitud de gente que se encontraba en los pasillos.

Ni siquiera entendía por qué seguía escapando de aquella forma.

Soy un maldito infantil.

Iba con la cabeza agachada mientras la capucha de mi chaqueta ayudaba a taparme un poco más el rostro.

Le estaba rezando a Dios para que Jeongguk no estuviera detrás mío persiguiéndome.

Pero en el acto de rezándole al querido Dios sin siquiera creer en él, calculé mal un paso y caí al suelo de rodillas.

En serio el día no podía ir peor.

Ni siquiera miré a la persona con la que choqué y me tropecé de paso, solo estaba concentrado en recoger mis libros y salir de este estupido pasillo lleno de gente la cual al parecer no tenía otra mejor cosa que hacer que quedarse mirando la escena que me estaba cargando en el piso de la universidad.

"Hey, fíjate ¿quieres?" Oí quejarse a la persona parada frente a mi, la cual desconocía su voz.

¿Y este quién es? Me preguntaba con el ceño fruncido mientras recogía los últimos libros del piso. Me puse de pie para hacerle una referencia a modo de disculpa, cosa que solo hice por educación porque me había hablado en un tono poco cortés y eso me desagradaba.

Tenía una cabellera de un rojo muy bonito, era más alto que yo y estaba usando un gorro negro.

Si, le pegué un pequeño vistazo antes de pedirle perdón, pero este ni se inmutó a mirarme o a decirme algo, tan solo siguió su camino.

¿Qué se creía? Qué tipo más molesto.

Era primera vez que veía a aquel tipo por la universidad además. Pensé en que quizás era de primer año, por eso no lo había visto antes.



Después de toda esa escena que me monté en el pasillo, pude conseguir llegar a la pequeña cafetería que estaba cerca de una de las cuantas salidas de la uni.

Lo único que deseaba era tomarme una gaseosa o fumar, pero lo último no se podía, no al menos dentro de la universidad.

Me acerqué a una de las máquinas dispensadoras del lugar y tecleé los botones para sacar la gaseosa que tanto anhelaba. Me agaché para tomar la pequeña lata y abrirla con cuidado para que no me salpicara en la ropa.

Con una mano en los bolsillos, jugaba con mis dedos dentro de este por los nervios, mientras que con la otra iba sosteniendo mi bebida.

Quedaba sólo media hora para que mi jornada de la universidad terminara, lo que significaba que el bastardo del ex de mi madre aparecería por aquí pronto.

Ni siquiera sabía si iba a poder mirarlo a los ojos. Si ese hombre nunca se hubiera acercado a mi madre de verdad que todo sería más fácil.

Pero lamentablemente mi mamá se enamoró de él cuando ella empezó a trabajar, y bueno, producto de ese "enamoramiento" nací yo.

Solo yo.

A mi madre le gustaban mucho los niños, de hecho me acuerdo que una vez me contó que antes de ponerse a trabajar en la empresa ella quería ser maestra, pero por alguna razón no pudo cumplir eso que tanto le gustaba. Ella todo el tiempo decía que quería tener una gran familia cuando yo era pequeño.

Por eso, cuando pequeño siempre me hizo ruido que yo no haya tenido hermanos o hermanas con los cuales divertirme. Simplemente era yo su único hijo.

Resultó que mis teorías fueron ciertas cuando pasé a la secundaria y me di cuenta que mi Padre había empezando a tener conductas extrañas cuando yo comencé a crecer.

Al principio no lo notaba porque era pequeño y habían muchas cosas que no podía entender con esa edad.

Pero llegó ese horrible momento, que aún recuerdo con exactitud.

El momento en que vi a mi Madre salir del baño llorando, con sangre entre sus manos, y mi Padre obligándome a entrar a mi cuarto y no salir de este.

Solo tenia 11 años cuando vi a mi Mamá provocarse un aborto en el baño de nuestra casa.

El futuro hermano que nunca pude tener.

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⏰ Última actualización: Aug 29, 2020 ⏰

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