I- Nuevo semestre.

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Connor

Es lógico comenzar desde el principio, aunque soy culpable de romper esa regla.

Después de todo ya saben que morí.

Viajemos un mes y medio atrás.

— ¡YA LEVÁNTATE! —Gritó mi madre por millonésima vez, golpeándome en la cabeza con la almohada—. Tenemos muchísimo camino por recorrer y aún tienes que bañarte.

— ¡Ya voy! —me quejé.

Fue una mala idea embriagarme el día anterior.

— ¡Levántate imbécil! —insistió una voz masculina, dándome otro golpe con la almohada.

Sí, estamos hablando de Jake, mi mejor amigo y básicamente compañero de vida. Nos conocemos desde jardín de infantes y desde entonces estudiábamos juntos en el colegio, luego en el instituto y ahora que aplicamos para la misma universidad, aunque yo entré a la facultad de Negocios y él a la de Medicina.

— ¡No llegaré tarde a la inducción por tu culpa! —declaró, jalando mi pie izquierdo—. ¡Leván... Levántate! —pidió entre quejidos.

—La inducción es para fracasados —gruñí.

Jake me empujo por el costado derecho—. Tú serás un fracasado si no llegamos a tiempo.

¿Olvidé mencionar que Jake es la persona más correcta que conozco?

Me senté en el centro de la cama estiré mi espalda, alzando mis brazos los más alto posible.

—Te prometo que no demoraré más de quince minutos —dije, uniendo mis manos en oración—. Pero por favor, espérame abajo.

—No me obligues a venir con un bate Connor —dijo, caminando hacia la puerta y cerrándola al salir.

Me senté en la orilla de la cama y estiré mis pies girándolos en círculos; debido a que nada más vestía mi bóxer negros, sólo rodeé mi cintura con una toalla blanca y me dispuse a ir al baño de mi habitación para posteriormente darme una ducha.

Luego de una fría y reconfortante ducha, vestí unos jeans negros, camisa blanca, tenis deportivos blancos y un abrigo de piel, para luego bajar con mi mochila y maleta gris.

— ¿Nos vamos ya? —pregunté a mis padres, quienes hablaban en la cocina con Jake mientras tomaban el desayuno.

— ¿No quieres comer algo antes de salir? —cuestionó mi madre, inspeccionando mi aspecto.

—Un aderall y estaré listo para enfrentar lo que se venga —dije, masajeando mis sienes—. Solo tengo un dolor de cabeza que no juega carro.

—Ten, bébela con esto —dijo mi madre, entregándome una píldora y un vaso de jugo de naranja.

— ¿Jugará aviones? —Bromeó Jake—. No vayamos a perder el vuelo.

— ¡Tienes razón! —Exclamó mi padre, mirando su reloj, a la par que se levantaba de la mesa y limpiaba su boca con una servilleta—. Debemos irnos antes que lleguemos tarde porque alguien —dijo, mirándome fijamente—. Decidió irse de fiesta anoche.

Todos nos levantamos de la mesa y el ama de llaves se dispuso a recogerla. El camino hacia el aeropuerto fue más callado de lo que normalmente son los viajes en mi familia, pues siempre vamos hablando de cualquier cosa.

De alguna forma este viaje ese sentía triste y nostálgico.

Bajamos en el aeropuerto, mi madre no podía ocultar su tristeza; me abrazó de lado mientras mi padre sacaba las maletas del auto junto con Jake.

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