Connor
— ¿A quién le habrá parecido gracioso mandarnos este mensaje? —cuestioné, leyendo nuevamente la pantalla de mi celular.
De: Blocked ID
De mí no se libran tan fácil.
Cuidado con lo que dicen y en quién confían, pues uno de los receptores de este mensaje fue quien me mató.
¡Nos vemos en el infierno!
Besos, Meghan.Eran las cinco de la tarde del miércoles.
Dos días antes me había enterado de que varios de mis excompañeros del instituto habían aplicado a la misma universidad en la que yo había entrado, incluyendo a la más odiosa de todos: Meghan Green.
A pesar de que estaba preparándome para confrontarla y que la historia del instituto no se repitiera, me llevé la enorme sorpresa esa noche en la fiesta de inauguración de una nueva hermandad en el campus, cuando Meghan fue brutalmente asesinada y cayó desde el primer piso al piso principal, donde la fiesta se estaba celebrando.
¿Quién diría que una fiesta de inauguración de una hermandad universitaria terminaría en dos asesinatos?
—Sinceramente no sé qué me inquieta más —admitió Jake—. El que recibiéramos este mensaje de un número anónimo o que sugiriera que uno de los que lo recibimos es el asesino de Meghan.
— ¡Aquí tienen su orden! —anunció la mesera, colocando nuestro pedido en la mesa.
Luego del interrogatorio en la comisaría esa tarde, quedé con Jake en una fuente de soda local que lucía salido de la década de los 60's: las luces eran tenues, la cerámica del piso era de ajedrez, paredes blancas con una franja de ajedrez justo a la mitad, sillones y bancas altas tapizados con falso cuero turquesa, incluso había una rocola.
Estábamos sentados en una de esas mesas que estaban pegadas a las ventanas del local, de las que tienen un mueble acolchado en lugar de sillas.
La amable mesera vestía un uniforme turquesa acorde a la temática del lugar, con un delantal blanco y una placa en su pecho derecho con su nombre. Sus ojos eran café claros, piel pálida, rostro en forma de corazón y su cabello negro azabache atado en una apretada cola de caballo.
— ¡Muchísimas gracias...! —Dije, haciendo una pausa para leer su nombre—. Sam.
— ¡A su orden! —dijo con un tono cálido, esbozando una sonrisa amable y retirándose.
Me quedé mirando atontado como se marchaba la camarera mientras Jake tomaba una fotografía de nuestro pedido: una cerveza para Jake, una Coca-Cola para mí y una ración grande de nachos con queso.
—Cierra la boca que hay moscas —bromeó Jake, mirándome de reojo.
Negué repetidas veces con la cabeza apenado, sintiendo mis mejillas arder.
— ¿Crees que lo notó? —cuestioné, llevándome un nacho a la boca.
—Si tuviera ojos en la espalda, sí —respondió Jake, dándole un sorbo a su cerveza.
—Gracias a Dios que no —dije aliviado.
—Límpiate aquí —dijo Jake, pasando su dedo índice por la comisura inferior izquierda de su labio—. A tu izquierda —corrigió—. Perfecto, ya te limpiaste la baba.
Blanqueé mis ojos, bufé y tomé un nacho del tazón para arrojárselo a Jake, quien cruzó sus brazos frente su rostro a modo de escudo.
—Ridículo —dije mientras Jake reía. Tomé un sorbo de mi gaseosa y puse mi celular en el bolsillo de mi pantalón—. ¿Vas a negarme que está linda?