Capítulo 23

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-Tu noviecita es la que destruye todo, ella y tus permisiones con ella- le digo duramente.

-¿Qué estupidez dices?- y la veo entrar a su casa.

-No es una estupidez David- le digo mientras cruzo el umbral de la puerta.

-Cierro rápidamente la camioneta y la sigo por la casa- Espera un tantito ¿si?- estaba completamente enfurecido, tira su maleta sobre el sillón y se da vuelta- ¿cuándo entenderás que a la única mujer que quiero en mi vida eres solo tú?.

-Entonces ponle los malditos límites a esa tipa, ¿O acaso quieres que se los ponga yo?- me acerco enfadada- porque si eso es lo que quieres, olvídalo, yo no voy a hacer el ridículo David- le digo mientras con mi dedo lo apunto.

-La atraigo con fuerza hacia mi- Te amo ¿Lo entiendes?.

Sin más la beso, la beso con desesperación, con rabia y miedo a perderla. No podíamos estar peleados, ella es mi oxígeno y si no la tengo cerca no puedo con mi vida.

Ella estaba tan enojada que se resistió un poco, pero luego cedió y me dio paso a su boca, nuestras lenguas se entrelazaron en una danza que era impuesta por el deseo que nuestros cuerpos despedian.

El beso subió de intensidad y nuestras manos no eran conscientes de nuestros actos. Las prendas que teníamos comenzaron a desaparecer dejándonos en ropa interior.

Mi boca surcó un recorrido entre su boca y cuello, estaba completamente seguro de que ninguno de los dos quería estar molesto, pero la rabia nos consumía a ambos. Nuestros labios habían tomado un color rojizo y se estaban hinchando producto de nuestros ósculos tan intensos.

Nos detuvimos porque ya no podíamos respirar bien. La miré, miré su figura pero esta vez la palabra para describir aquel escultural cuerpo no era deseo, sino amor, mucho amor por aquella mujer que tenía en frente.

La tomé nuevamente entre mis brazos y a pasos torpes nos dirigimos a una mesa que estaba allí. La cargué y la senté rápidamente sobre esta, tome su tanga y la arranque sin decir más, ella me miraba y todavía no podía reaccionar. La besé nuevamente pero esta vez con más delicadeza, nuestras bocas son imanes y no pueden estar lejos ni un segundo. Cuando me dio lugar solté su sostén y le besé los pechos, luego me introduje un pezón en mi boca haciéndola soltar un gemido tan ronco como nunca antes había escuchado.

Ella disfrutaba y podía notarlo en cada parte de su cuerpo; En las vibraciones que éste emanaba.

En un acto de afán me deshice de mi ropa interior y sin previo aviso la embestí. Su espalda se arqueó de tal manera que me dió completo acceso a su cuello donde repartí besos que terminaron dejando marcas. Nuestros movimientos eran sincronizados, como si nuestros cuerpos se hubiesen amado desde hace mucho tiempo. Las estocadas eran tan fuertes que a ambos no sumergimos en nuestro placer y tacto.

Nos deseamos, nos amamos y esto que sucede aquí es acto de ello.

Cuando estamos por llegar al orgasmo la penetro con fuerza y desesperación, sentía que ambos íbamos a volar a otra galaxia con lo que estábamos sintiendo y sin esperar, me salgo de ella y la coloco boca abajo contra la mesa. Me vuelvo a introducir en su cuerpo y este choca con la mesa así como el mio se topa una y otra vez con el de ella. vueltos locos por el deseo le susurro al oido:

-¿Cuándo vas entender que a la única que quiero tener así es solo a ti?- le muerdo la oreja y la escucho gemir con dedicación mientras mis palabras salen entrecortadas por la situación- Entiéndelo de una vez, Te amo mi amor- le digo y luego de unos segundos martillando su cuerpo sin contemplación alguna nos corremos los dos juntos.

DEJÁ VUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora