capítulo 11

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PoV David.

La mujer que más quería en esta tierra iba a pasar la noche conmigo, luego de tanto tiempo las cosas para nosotros se venían dando con fluidez, incluso compré una casa muy cerca de la de ella, así nos veríamos mucho más seguido, aunque deberíamos ser muy cuidadosos porque a la primera de cambios la prensa nos tomaría fotografías y claramente eso sería la frutilla del postre para más de uno. Quería cuidarla y protegerla para que nada malo volviera a ocurrirle, esta mujer se merecía el cielo... Mejor dicho el mismísimo universo.

Mis ansias eran terribles, caminaba por las paredes de mi nuevo hogar, acomodaba una y otra vez las cosas para poder calmarme, pero ni modos conmigo, era una fiera enjaulada que necesitaba ser domesticada, creo que ni yo mismo me reconocía, pero solo una persona podía hacer que eso cambiara, era ella, mi Ara, la dueña de mi corazón.

Aún quedan un par de horas para verla, así que me dispuse a pedir comida, no estaba seguro, por lo que pedí pollo con ensalada, algo liviano pero que a ambos nos gustaba y de postre (ya la tenía a ella) encargué el pastel de 3 leches que tanto le gusta, uno de sus favoritos. Parecía que esas horas eran eternas, me estaba volviendo realmente loco, hasta que mi móvil sonó y de repente escuche la voz que me traía paz:

-Hermoso, ya estoy lista ¿en cuánto tiempo vendrás por mí?- estaba realmente ansiosa por verlo.

-Preciosa, en un suspiro estoy por tu casa, espérame en la puerta chiquita.

Respondí ansioso y sin más colgué y me subí a la camioneta, conduje hasta su hogar, allí estaba mi rubia, con su bolso de mano y la sonrisa más hermosa de este mundo entero esperándome. Me bajé y mientras ella me miraba abrí la puerta del acompañante y la invite a subir, ninguno de los dos mencionó una palabra solo nos limitabamos a mirarnos y seguir sonriendo. Cuando se acomodó, cerré su puerta y me monté en el vehículo nuevamente, lo único que podía hacer era sonreirle, estaba hipnotizado por ella, era un imán para mi.

Cuando ingresamos a mi calle, ella observaba cada detalle, como si quisiera memorizar todo aquello que veía, sus hermosos ojos verdes miraban por la ventana de la camioneta hasta que frenamos en mi casa, ella volvió la vista hacia mi y le dije:

-Bienvenida a mi hogar.

-Wow! tremenda casa...y estás viviendo muy cerca de la mía- le dije sorprendida.

-Aunque no lo creas, es asi, estoy muy cerca de ti, era lo que quería- dije en tono seductor.

-Va a ser más fácil para mi escaparme a tu casa por las noches- le dije con una sonrisa pícara.

-Que tu padre no se entere Arámbula, sino me va a matar- comienzo a reír.

-Nadie se va a enterar si lo hacemos en silencio...- la coquetería entre ambos debería ser ilegal.

-Muñeca mejor bajemos de aquí que quiero comerte a besos tranquilo.

-Ay chiquito, que impaciente- le dije riéndome- vamos que yo también lo deseo.

-Es mutuo preciosa mía- agarré su mano y le dí un beso.

Me bajo de la camioneta, voy hasta su puerta y la abro. No podemos dejar de mirarnos, estamos imantados el uno por el otro, en nuestros ojos hay fuego y mucho amor. La tomo de la mano y ella se aferró fuertemente, nos condujimos hasta el hall de entrada, abro la puerta y la invito a ingresar. Ella solo se encarga de repasar todo con su mirada hasta volver a mi, nuevamente queda de espaldas, entonces cierro con rapidez la puerta y no tardo en tomarla de la cintura y atraerla hacia mi, beso su cuello y le digo:

-Te extrañe tanto, necesitaba tenerte así, entre mis brazos- vuelvo a besarla mientras ella se estremece- tu perfume me vuelve loco, en realidad tú me vuelves completamente loco- le digo abrazándola y veo como sonríe.

DEJÁ VUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora