roomies.

651 39 49
                                    

Frank suspiró y se acomodó en su lugar.

Estaba algo cansado, refregando sus ojos, la película seguía rodando. Miró hacia su costado, viendo a Gerard con la cara relajada, los ojos cerrados y sus pestañas tocando levemente sus mejillas. Sonrió para sí, y cerró la computadora, dejándola sobre el suelo, algo alejada de la cama para que no sea pisada.

—No seas estúpido —escuchó a sus espaldas, apunto de salir de la cama.

—Debería dormir en mi propia cama, Gee.

—¿Por qué? —Way se estiró en su lugar, abriendo sus ojos.

Frank se volteó a verlo; sus orbes esmeralda brillaban intensamente, como si lo estuvieran invitando a quedarse.

No.

—Tú sabes porqué —dijo, para luego reír con un suspiro, sintiendo la mano de su compañero agarrarle la muñeca.

Habían estado compartiendo la habitación por dos años, desde que Frank empezó a estudiar en la universidad. Ni bien lo vió por primera vez, sabía que tendría un algún tipo de impacto en su vida. Y Gerard también había sentido eso; esa conexión con el chico de baja estatura que a veces veía dormir en la cama que estaba frente a la suya.

Al principio, lo veía siempre, en todo tipo de formas y posiciones distintas. Solían pasar todas las noches juntos, a veces sin dormir incluso. También sabía todo lo que le gustaba: su comida favorita (junto con sus restaurantes vegetarianos de preferencia); sus bandas favoritas; los cigarrillos que más le gustaban; el maquillaje que se pondría cada vez que tenía la valentía suficiente; la forma en la que le gustaba ser chupado y succionado en distintas partes de su cuerpo, entre otras cosas.

Pero, era un cobarde.

Era un cobarde por no admitir sus propios gustos. Nunca lo había hecho, nunca había tenido a alguien que lo dejara ser quien realmente era, mucho menos a alguien que le importe algo así. Hasta que lo conoció al chico. Con él, había descubierto las cosas que lo hacían sentir más vivo. Desde la manera en la que a él también le gustaba maquillarse con colores fosforescentes; hasta los placeres que él le hacía sentir, placeres que no había sentido con ninguna otra mujer anteriormente, ni siquiera en el sentido emocional.

Y entonces, Lindsey apareció.

Esa chica en su clase de arte era realmente encantadora y comprensiva. Se había dado cuenta que, probablemente nunca conocería a alguien así que lo acepte de esa manera (aparte de Frank, obviamente); así que, ¿qué otra opción tenía?

Así era mejor, nadie salía lastimado.

Bueno, nadie excepto él mismo.

Y Frank, quien lloraba todas las noches que Gerard volvía tarde, oliendo al perfume de ella, o directamente ni siquiera aparecía.

Habían hecho un acuerdo sin palabras, y dejaron de pasar noches juntos en todos los sentidos. Pretendieron que nada pasó; que, por el último año, cada vez que tenían chance de estar dentro esa estúpida habitación, podían ser felices juntos.

Y así, pasó otro año. La tristeza se volvió en insensibilidad, y finalmente en nada.

O eso creían.

—Quédate —Gerard se lamió los labios, expectante. Iero hizo una mueca y obedeció, mirándolo con una cara que decía "no pasará nada, no intentes nada".

Cuando el menor se dió la espalda, way dió una pequeña sonrisa inconsciente. Extrañaba su calor.

El universitario suspiró y se acomodó de nuevo, cerrando los ojos y rogándole al cielo poder dormirse pronto.

make room!!!! [ frerard oneshots ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora