in that green jumper, you can have anything you want.

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—Dios, duele demasiado, amor —Gerard se quejó, acostado en su cama.

—Te dije que deberíamos cambiar el colchón, ya está viejo —Frank se sentó a su lado, tomando de su té. Eran las seis de la tarde, más o menos.

Hace días que a su esposo no dejaba de dolerle la espalda; estaba todo contracturado, con nudos en sus músculos que lo hacían sufrir. Tomó pastillas y se puso bolsas de semillas calientes en la zona para calmar el dolor, pero seguía ahí, aunque al menos ahora no tan potente.

Frank terminó su bebida y dejó la taza apoyada en el platito en su mesita de luz, se volteó para verlo. —¿No vas a tomar tu té?

Gerard solo gruñó, negando con la cabeza. —Tengo otro problema ahora, no sé si te diste cuenta.

Okaay, viejo gruñón —Le besó la frente—. ¿Quieres que te caliente la bolsa otra vez?

—Mmm, ¿y si mejor me haces masajes? —Way lo miró haciendo un puchero, con ojos de perrito mojado.

—Ahh, yo también estoy cansado, amor.

—Oh, vamooooos... —Frank sonrió y negó para sí, intentando levantarse de la cama, pero Gerard le agarró los hombros—. ¿Por favor?

Frank achinó los ojos, pensando. —Vale, pero solo mientras esperamos que la bolsita se caliente, ¿está bien?

Gerard solo asintió con una sonrisa pícara, escondiéndose en su gran sweater de lana verde. Frank le besó la mejilla y se fue.

Amaba a su esposo, el amor de su vida. Tenía que admitir que todavía se encontraban en la fase de luna de miel, dónde todo parece ser mágico. Aunque, para ser honestos, se habían casado hace ya año y medio.

Se conocieron en el secundario, y rápidamente fueron amigos. Por más que, desde el principio, se notaba que había otras intenciones de fondo. Especialmente de parte de Gerard; se enamoró de frank al segundo de verlo en su clase de música, con jeans rotos y una guitarra acústica en su regazo. No tomó mucho tiempo para que el guitarrista también caiga por él. Amaba ver a su amigo dibujar y cantar en su sótano.

Todo hasta que un día, después de su decimoseptimo cumpleaños, declaró su amor. El resto fue historia.

Metió la bolsa y estableció dos minutos en el microondas, para luego volver a su habitación. Se encontró con un Gerard dado vuelta, de panza, encarando la pared de su lado de la habitación. Se acostó a su lado para besarle la nuca y hombros.

—Mmm, ya Frankie —murmuró.

Frank lo hizo callar y lo destapó. Agarró una crema humectante y se puso encima suyo, entre su trasero y espalda baja. Levantó la prenda de su amado, dejando su piel blanquecina a la vista, sus lunares repartidos parecían estrellitas.

Esparció un poco de crema en sus manos y comenzó su trabajo; Gerard se sobresaltó al sentirlo. —¡Está friaaaaaa! —exclamó adormilado.

Shhh, ya pasará, bebé —Iero siguió pasando sus manos por todos lados, esparciendo la crema y apretando algunos nudos. Gerard empezó a gemir y quejarse levemente.

Sus sonidos parecían ser una mezcla de dolor y placer a la vez; cuánto más pasaba el tiempo, más se relajaba. Y por ende, se expresaba más libremente.

Aahh, Frankie, sí, justo ahí —Lo había tocado en ambos lados de sus costillas—. Más abajo...

Frank cumplió y le masajeó la cadera. Primero a sus costados, y luego en la parte de atrás, cerca de sus nalgas.

make room!!!! [ frerard oneshots ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora