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Sonic

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Sonic.

Habían tres cosas que me encantaban de éste día. El atardecer que se acercaba, salir del trabajo para dirigirme a la cafetería y ver como el cielo se tornaba de un color naranja y levemente amarillo.

Claro, con un poco de lluvia que no podía faltar un miércoles.

Las lluvia caía en el áspero suelo, las personas trataban de cubrirse lo más que podían con su paraguas, algunos niños saltaban en los charcos y algunos solamente se quedaban en sus hogares para resguardarse del frío clima.

Mientras yo, fácil, llegaba a la cafetería con rapidez para no mojarme más de lo que estoy.

Abrí la puerta y caminé por los pasillos mientras trataba de quitarme la chaqueta que me cubría.

Y como si el día no fuera a peor que estar todo empapado por no tener mi paraguas, me enrede con mis zapatos  haciéndome tropezar levemente con la persona en frente de mío.

—Perdón —seque mi frente de la cual seguían cayendo algunas gotas— Ey, Rose. Buenas noches.

—Hola. Buenos noches tí también, Sonic —retrocedió un poco— Yo... quería disculparme por el hecho de que tengo tu paraguas y no te lo he devuelto —saco el susodicho objeto de su bolso— aquí tienes. Gracias.

—No es nada. Tranquila —lo tomé y miré su otro bolso— ¿vienes a hacer proyectos?

—Sí, sólo tengo algunos que son para mañana en la mañana.

—Ya veo.

Miré hacia una de las mesas que están cerca. Mi mirada conectó con la de aquel perro faldero.

—¿Deseas sentarte conmigo? Así no tendrías problemas con ya sabes quién.

—N-no, no quiero tener más problemas con él de los cuales siempre sales involucrado. No me gustaría que... llegaran a un problema más grande.

—Nah, tranquila. Creeme, en mi casa hay mayores problemas que un simple chico.

—Supongo... ¿que estaría bien? Sólo porque lo dices.

—Bien —me senté en un sillón de la mesa— ¿no te vas a sentar?

—¿Hum? ¡Ah, sí! Sólo tengo que ir recibir algo que acabo de pedir. Ya vuelvo.

Le sonreí levemente al ver como ella dejaba su bolso junto con el otro encima del sillón del otro lado de la mesa, se quedó un momento parada en el mismo lugar, se rio de si misma para después devolverse a la caja.

Yo sólo cerré mis ojos con tranquilidad, me acerqué un poco más a la ventana para alcanzar a ver un poco más el sol que se asomaba entre las nubes. Caía una leve brisa, dándome una mejor vista desde mi asiento.

—Tal vez podría llover toda la noche.

Dí un largo suspiro para después mover mis orejas al escuchar a pinky sentarse en el otro lado de la mesa. Me senté mejor de lo que estaba para después mirar las tasas de café en frente mío.

BATIDO DE FRESADonde viven las historias. Descúbrelo ahora