𝚝𝚠𝚘

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Sonic

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Sonic.

Sí, definitivamente ésta era la mañana más bella que me había interesado más. Era todo un resplandor que se atravesaba por el ventanal, tan cálido y apacible, tan desinteresado para las tasas de café y tan atractivo para la refrescante limonada, o, simplemente, un suspiro relajado para comenzar.

Jamás me había sentido tan calmado como ahora, con mi taza de café llena o vacía hasta la mitad. Mirando a las personas que conversaban entre sí, que reían de sus anécdotas, como los músicos que están a un lado, y uno de ellos, magníficamente trae consigo un saxofón. Belleza definida en la música.

Dejé mi taza y mi libro a un lado, abrí mi computadora y observé si habían llegado trabajos o Gmail-s de papá. Pero solo una que otras cosas, tal vez lo deje para un rato.

Se me había echo algo raro de que aún mi amigo no llegara por mi pedido, voltee a varios lados por si lo alcanzaba a distinguir entre la multitud de la cafetería, pero no lo veía en ningún lado.

Extraño.

Al tomar mi teléfono y llamar a su número, me contestó con voz apagada, estaba tosiendo, tal vez esta recostado en la cama con un trapo en su frente. Esta enfermo.

—Hey, amigo. ¿Estas bien?

—No, hermano. Ayer en la noche al cerrar la cafetería empezó a llover. Lastimosamente no traía mi paraguas. Perdóname por no recibirte esta vez.

—Tranquilo. Tu descansa, no voy a morir porque mi mejor amigo no me atendió esta vez —rió del otro lado de la línea—. Esta bien, adiós. Cuídate.

—Claro, gracias.

Finalice la llamada y me contuve para no levantarme e irme. Pues venía aquí más que todo por la comodidad y para charlar con mi amigo. Pero si él no estaba no veía qué hacer aquí.

Es cierto lo que dice el refrán: la curiosidad mató al gato. El gato soy yo, y mi curiosidad fue ella al voltear levemente mi cabeza y verla allí sentada detrás mío. De inmediato y sin mostrar algún tipo de nervio dirigí de nuevo mi vista hacia la mesa.

Y ahora en estos momentos me pregunto cómo se tomó lo del batido, tal vez no le gustó o simplemente lo dejó a un lado. No importa, sería algo estúpido sinceramente llevarme bien o algo así con ella después de lo sucedido.

Sentí mi taza liviana en su peso, la observé un momento y ví que esta estaba completamente vacía. Bueno, soy adicto al café así que supongo que pedir una más no hará daño. Porque vamos, el café para una mañana cálida o fría es un tadow.

Levanté mi mano para tratar de llamar la atención de cualquier mesero en la zona que estuviera cerca, y para mi fortuna, un mesero se acercó a mi.

—Quiero otra taza de café, por favor.

—¿En leche?

—Ajá. Ya es la tercera vez que le digo hoy que me gusta el café en leche y revuelto en azúcar.

—Bien. Tranquilo, señor. No soy su mejor amigo —se devolvió sobre sus talones—. En un momento estará su orden.

Bufé de inmediato al ver cómo me daba la espalda.

—Perros.

[ c o f f e ]

Escuché los insensatez golpes de un pie moverse con desesperación sobre el suelo. Moví mis orejas para profundizar el sonido y así captar de dónde viene exactamente. Voltee a ver a la mesa de atrás, y allí estaba el perro faldero que para nada agradaba desde lejos, junto con pinky.

Sólo lleve por primera vez el café a mi boca y me atraganté de un golpe, seque mis labios con la servilleta al haber sacado una que otra gota tras el sabor.

—No tiene azúcar —murnure a lo bajo mientras me daba la vuelta para hacer la queja— eh, disculpe. Mi café no tiene azúcar y le dije que–

—Si no ve algo que quiere puede retirarse del lugar. Hay cientos de personas que necesitan venir y sentarse y no encuentran una libre porque una chica que no quiere nada del menú la ocupa.

—Ya le dije que yo–

—No me importa. Retirese.

Pinky iba a hacer exactamente lo que él le dijo. Sólo me levanté y me puse en medio de ellos mientras me recargaba ligeramente sobre la mesa.

—Hey, no hay que tratar a la gente así, hum... —ví su documento colgado en la camisa— ¿Nash Brown? Se supone que tienes que ser paciente o sino donde queda el dicho "el cliente siempre tiene la razón" Así que hazme el favor de... —miré a la chica— ¿eres alérgica a algo?

—Yo...

—Nada. Perfecto. Ahora traeme a mi cuenta dos chillidogs junto con dos sodas. Y quédense con el cambio —le entrego los billetes y le miré con una sonrisa.

El de marrón se me quedó mirando con rabia y me devolvió los billetes de golpe sobre mi pecho.

—Estúpido erizo. ¿Con quién cree que está tratando? ¿Con uno de sus empleados tal vez? Por favor, a mi no me va a sobornar con su sucio dinero.

—¿Entonces no les pago y me lo dejan gratis? —se quedó callado ante eso—. Lo que pensaba. Trae lo que el cliente pide.

Suspiró con fuerza y se devolvió sobre sus talones. Miré a la rosada y esta arqueo una ceja al verme actuar de esa forma.

—¿Qué? Te salve el trasero para que no te echaran, al menos un "gracias" me dejaría en claro que lo que hice no me vaya a afectar en algún–

—Gracias.

La miré unos segundos y caminé de nuevo a mi mesa.

—Espero que te guste la comida picante. Fue lo que se vino primero a la mente.

Escuché una ligera risa por parte de ella.

Abrí mi computadora de nuevo y me quedé observando la pantalla por unos segundos. Pensé en esa chica. Era tímida con respecto a personas y después ves que se ríe de lo que acaba de pasar.

—Que rosada tan extraña —la miré un segundo y observé la pantalla de nuevo—. En fin, mujeres.

En fin, la hipocresía

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En fin, la hipocresía.

BATIDO DE FRESADonde viven las historias. Descúbrelo ahora