Capítulo 7: Burning

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Aunque Liv hubiera dormido unas diez horas, seguía estando hecha polvo. Le dolía hasta el último músculo del cuerpo e incluso partes en las que estaba segura de que no había ninguno, así que una simple tarea como bajar las escaleras de la pensión le estaba costando horrores, pero tenía que darse prisa si quería desayunar algo. La cantina estaba a punto de cerrar y Minnie le había dicho por teléfono que iba a ir a verla en media hora.

Con un esfuerzo final, bajó el último escalón y se paró en seco a medio paso: allí estaba Joon, sentado en el pequeño sofá de la recepción enfrascado en un libro. Era el mismo sofá en el que le había enseñado a usar las cámaras el día que se conocieron. El día en el que Joon, aun sin conocerla de nada, se acercó a ella para asegurarse de que estaba bien, para decirle que podía desahogarse con él... ¿Quién hace eso?

Él, él hace eso.

Inspiró hondo. No quería hacerlo, pero no podía evitar pensar en la noche anterior. En su cabeza se entrelazaban los recuerdos de sus brazos rodeándola, su aroma y sus caricias con la llamada que lo puso todo patas arriba.

"Liv, todo lo que te he dicho antes... es verdad."

Meneó la cabeza, intentando centrarse. Todavía no sabía muy bien cómo se sentía respecto a todo lo que le había dicho, pero si tenía algo claro es que tenía que hablar con él. Recorrió la distancia que los separaba y se paró frente al chico.

- Buenos días -dijo con voz queda.

Joon alzó la cabeza como un resorte.

- B-buenos días -farfulló cerrando el libro.

- ¿Está ocupado? -preguntó señalando el hueco junto a él en el sofá con una breve sonrisa.

- Eh... no, no, todo tuyo -contestó al tiempo que se sentaba mejor para dejarle sitio.

Joon tensó la mandíbula, algo nervioso, mientras ella rodeaba la mesita de madera y se sentaba junto a él. No sabía muy bien como dirigirse a ella y odiaba esa sensación. Con Liv siempre había sido todo fácil, ligero, cálido... Y ahora... ahora sentía que había una barrera invisible entre los dos.

- ¿Qué lees? -dijo ella señalando el libro de tapa roja que tenía entre sus manos.

- Ah, 'El guardián entre el centeno' -contestó enseñándole la portada-. Es un poco raro, pero está interesante -comentó dejando el libro sobre la mesa-. ¿Qué tal has dormido? ¿Has podido descansar?

- Sí, caí redonda en cuanto toqué la cama.

- ¿Sí? Me alegro -contestó él dedicándole una sonrisa tímida.

Liv le devolvió el gesto y se llevó la mano al brazo, intentando pensar qué decir.

- ¿Y tú? ¿Has dormido bien? -se apresuró a preguntar.

- ¿Yo? No he dormido muy bien, la verdad -repuso rascándose la nuca.

- ¿Y eso?

Joon se quedó en silencio unos segundos, toqueteándose las manos con nerviosismo. Tenía muchas cosas que decirle, pero no quería volver a meter la pata. Finalmente, tomó aire y habló con voz grave:

- Liv, ¿estás enfadada conmigo?

Claramente, Liv no estaba preparada para que Joon la mirase de ese modo: con la preocupación y la angustia llenándolo todo. Tendría que haber sido de piedra para no sentir el impulso inmediato de reconfortarlo.

- No, claro que no... -contestó acercándose un poco más a él en el sofá.

El alivio se expandió por todo el rostro de Joon, sintiendo que esa presión que tenía en el pecho se aligeraba un poco.

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